Emotiva velada en el Palau de Pedralbes de Barcelona. Juli Soler ha sido homenajeado este martes por la noche por la Academia Catalana de Gastronomía y Nutrición, en una cena de gala servida por el restaurante Via Veneto a la que han asistido algunos de los chefs y sumilleres más destacados de Catalunya, miembros de la academia y amigos y familiares del que fue director, jefe de sala e inventor de El Bulli, junto a Ferran Adrià.
Los asistentes coincidieron en definir a Juli Soler, que falleció hace siete años, como una “figura irrepetible en la gastronomía catalana” y lo recordaron por su “personalidad única que cambió las normas de juego en la sala de un restaurante”. “Gracias a su espíritu de servicio y a su capacidad para descubrir talento, El Bulli no sólo logró las tres Estrellas Michelin, sino que fue considerado cinco veces el mejor restaurante del mundo, cuatro de ellas consecutivas, en la lista The World’s 50 Best Restaurants.
“Hoy homenajeamos a un personaje irrepetible de la cultura gastronómica de nuestro país, un genio, un referente internacional incomparable como Juli Soler”, ha subrayado el presidente de la academia, Carles Vilarrubí, en unas palabras de bienvenida que han estado precedidas por unos aperitivos preparados por el equipo del chef David Andrés. El icónico steak tártar del Via Veneto ha sido el más buscado en esta fase previa del evento —aprovechada por los asistentes para hacer networking—, junto con las croquetas de jamón de jabugo y el bombón de foie. Como tributo a Soler, también se han servido calamares a la romana, una de sus pasiones.
“Juli Soler fue una de esas personas que dejan huella; era irrepetible y mágico”, ha abundado la chef Carme Ruscalleda, vicepresidenta de la academia, que ha levantado un aplauso mayúsculo de los asistentes tras bendecir las mesas con un Padrenuestro, eso sí, reinterpretado para loar la figura de Soler.
Según la Academia Catalana de Gastronomía, “de su legado interminable destaca el haber descubierto y promovido al chef más original de principios del siglo XXI, Ferran Adrià“. “Soler fue capaz de sentir el genio de Ferran y vivieron, durante años y bien avenidos, como una sola persona, en un escenario y entorno únicos”. Adrià, que también es miembro de la academia, ha sido uno de los chefs presentes en el homenaje, aunque no ha tomado la palabra, optando por ceder todo el protagonismo a Soler.
Además de Ruscalleda y Adrià, asistieron a la cena chefs, sumilleres y otros profesionales de la gastronomía como Javier Torres, Oriol Castro, Fina Puigdevall, Joel Castanyé, Carles Gaig, Javier de las Muelas, Juan Carlos Ibáñez, David Seijas y Agustí Peris. También se ha podido ver, entre otros muchos, a los académicos Ramon Agenjo, Valentí Roqueta, Paco Solé y Parellada, Rosa Mayordomo, Miquel Brossa, Toni Massanés, Paco de la Rosa, Jaume Masana y Ferran Rodés. Tampoco se han querido perder el evento el expresidente de la Generalitat, Artur Mas; la consejera de Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural, Teresa Jordà, y otros miembros del departamento, como Carmel Mòdol y Ramon Sentmartí.
Joan Font, vicepresidente de la academia, ha glosado la figura de Soler, recordando la admiración que tenía hacia profesionales como Fermí Puig y Josep Monje; con este último coincidió trabajando en el antiguo restaurante Reno de Barcelona. Este recuerdo ha llenado de satisfacción a su hijo, Pere Monje, encargado de asegurarse de que el servicio de sala funcionara a la perfección durante toda la velada. Los meticulosos y experimentados camareros del Via Veneto han contado con la ayuda de los estudiantes de la escuela de cocina barcelonesa Eshob.
Los tres platos y los postres servidos en la cena de homenaje se han maridado con dos vinos elegidos por dos de los sumilleres de referencia que tuvo El Bulli y con otros dos que eran de los favoritos de Juli Soler. Así, el cóctel de cabra de mar y cangrejo real se ha maridado con un Ikigall 2021 (DO Penedès), elaborado por la bodega Gallina de Piel Wines, liderada por David Seijas, uno de los sumilleres históricos del famoso restaurante de Cala Montjoi.
El segundo plato, ha sido una versión de un clásico de El Bulli, los salmonetes Gaudí, que se han servido acompañados con una copa de Le Domain Blanco 2019 (Vinos de la Tierra de Castilla y León), de la bodega Abadía Retuerta. Este vino ha sido, sin duda, el que más asombro, en positivo, ha despertado entre los comensales, ya que ha recibido un elogio generalizado. Fue elegido por Agustí Peris, que hoy trabaja en Abadía Retuerta y que según Ferran Adrià fue el sumiller con más talento que pasó por el restaurante gerundense.
Para acompañar a la liebre a la Royal con la que ha culminado la cena, se ha elegido el vino Yonna 2006 (DO Campo de Borja), de los elaboradores Rotem & Mounir Saouma, a quien Soler consideraba parte de la familia de El Bulli. “A Juli le encantaba ese vino, pero siempre se quejaba porque era demasiado económico”, explican. Por último, el flan de turrón que ha concluido el ágape se ha maridado con otra de las grandes pasiones de Soler: un Pedro Ximénez de la DO Jerez.
Nacido Terrassa en 1949, Juli Soler aprendió el oficio y a ser servicial gracias a sus padres, con quienes empezó a trabajar con sólo quince años en un balneario. En sus inicios fue ayudante de camarero en el Gran Casino de Terrassa y en el Chalet del Golf de Puigcerdà. Estuvo un año en el restaurante Reno de Barcelona, hasta que decidió acompañar a sus padres en la aventura de regentar el restaurante de la fábrica de material eléctrico Josa, actualmente conocida como BJC.
Entusiasta del rock y de la música anglosajona, Soler derivó su carrera hacia el mundo de la música, haciendo de DJ e importando discos que venía a su tienda Transformer, que cerró en 1980. En ese momento decidió cambiar de vida, después de haberse arruinado como promotor musical. “Soler fue un ejemplo de fuerza, resiliencia y capacidad de lucha”, ha afirmado Joan Font.
Se pudo reinventar gracias a que en 1981, los propietarios de El Bulli, Marketta y Hans Schilling, le encomendaron la creación y dirección de un nuevo proyecto orientado a llevar hacia una nueva etapa el restaurante de Cala Montjoi, situado en un paraje recóndito. “El proyecto se acabó revelando como un modelo de éxito y superó cualquier expectativa”, recordó la academia. Con Yves Kramer en la cocina en una primera etapa, fue con Jean-Paul Vinay con quien ganó la segunda estrella. En 1990 adquiría la propiedad del establecimiento con Ferran Adrià, con quien ganó una tercera estrella, que nunca perdieron.