Pide un pisco sour, bebida a la que este barcelonés de ascendente leonés se ha aficionado en Perú, donde vive habitualmente, si bien ahora ha vuelto a su Barberà del Vallès, donde se crió, para cuidar de sus padres.
–¿Un pisco sour, a estas horas?
Frunce el ceño hasta arrugar su frente como un klingon de Star Trek. De fondo suenan fragmentos del recién reeditado Dimensioni Sonore, duelo de titanes entre Bruno Nicolai y Ennio Morricone, y Hernán Migoya cambia el ceño fruncido por una sonrisa de buen entendedor.
“Soy un contador de mentiras y he vivido como he escrito: cambiando de vida como de embustes narrados en cada libro y tebeo”, explica el autor de libros sonados como aquel polémico Todas putas o el reciente Baricentro (Reservoir Books), una hermosa memoria sentimental sobre su yo niño y preadolescente en el extrarradio barcelonés, a caballo de los años 70 y 80, y que está cosechando muchos y merecidos aplausos.
Autosuficiente devorador de cultura Pop, “enemigo declarado de Dios”, Migoya se enorgullece de haberse mantenido íntegramente al margen. “De haber escrito un libro de cuentos que estuvo a punto de ser prohibido por los buenos oficiales en plena democracia, lo cual convendrás que tiene más mérito que ser prohibido en una dictadura; de haber sobrevivido a la marginación y censura por parte de muchas instituciones, editoriales y medios; de sobrevivir también a los —por otro lado, divertidísimos y estupendos— tiempos actuales, idóneos para la sátira, pero, por eso mismo, nefastos para el satírico. Y de hacerlo sin renunciar a escribir lo que me apetece”.
Retaje Pulp
Encantado de seguir burlándose “de los talibanes de la derecha y la izquierda en un país tan políticamente fundamentalista como el nuestro”, este cuarentón devorador de novelas Pulp de Nero Wolfe, Ian Fleming, Richard Matheson y Travis McGee, y entusiasta de la literatura de DH Lawrence, Daphne du Maurier, Tanith Lee, Shirley Jackson o Julio Cortázar, combina su dieta intelectual con cómics y autores que siguen marcando su camino: “Joyce Carol Oates, Lisa Tuttle, Richard Parra, Enrique Prochazka, Sergi Puertas, Abel Posse, María Zaragoza, Frank Miller, Peter Bagge, Aroha Travé, Beroy, Comès, Alfonso Font, Édika, Monteys, Abulí, Carla Berrocal, Juaco Vizuete, Riyoko Ikeda”. Y un largo etcétera. “Todos me ratifican en la literatura que escribo”.
En colaboración con dos docenas “de los mejores artistas del país”, ha escrito las Nuevas Hazañas Bélicas, según él “el mejor cómic que se ha hecho sobre la Guerra Civil, tan bueno que un académico francés ha proclamado que se trata del único tebeo sobre el conflicto que jamás podrá enseñarse en las Universidades”.
Ahora mismo, y en compañía del dibujante Bartolomé Seguí, prepara la tercera adaptación a cómic de la serie Carvalho, Los mares del Sur, que supuso el Premio Planeta para Manuel Vázquez Montalbán hace 41 años. “Esto es posible gracias al éxito que han tenido los dos anteriores álbumes: Tatuaje y La soledad del Mánager, editados en España por Norma Editorial y, en Francia, por Dargaud”.
En paralelo, se está tomando su tiempo para escribir su primera novela policíaca y no desatiende su prioridad: “acompañar a mis padres, en este momento de enfermedad, y darles todo el cariño que puedo para compensar mi ineptitud en la vida doméstica”.
Lima-Barcelona
“Hace tiempo, tras cuatro años desde que me había mudado a Lima, regresé aquí a presentar una novela y quedé ahogado de felicidad ante el aluvión de personas amigas que acudieron. Muchísimas personas muy queridas, que me hicieron sentir añorado. Me alegré de haberme ido, porque gracias a eso me recibieron de vuelta con un cariño indecible”.
–Y como limeño adoptivo, ¿cómo ves Barcelona?
–Es una ex con la que siempre existe el peligro de volver a tener algo.
De esta “ex”, Migoya destaca las bibliotecas. “Creo sinceramente que las de aquí son las mejores bibliotecas del mundo. Si no tuviera obligaciones familiares me instalaría en una y me quedaría a dormir entre sus estantes”.
Lo que no echa de menos es “la falta de espontaneidad y chispa interior de parte de su ciudadanía. Con tanta uniformización imperialista en sus últimos años, esa falta de mundo y de cintura charnega es su perdición”, lamenta a propósito del ambiente de mayor convivialidad que se respira en los bares y espacios públicos de su Barberà, “donde trabar conversación con desconocidos en un bar es lo más natural”.
Los temas del tándem Nicolai-Morriccone terminan.
–¿Quieres que ponga algo en particular en la radio?
–Me gusta el Reggaetón.
–¡¡Pero venga hombre, no fastidies!! ¿El Reggaetón? ¿¿en serio??
Y Hernán Migoya vuelve a fruncir el ceño, aunque esta vez con expresión divertida.