Gamificación gastronómica: El juego de comer

Exploramos algunas técnicas de gamificación que se aplican en los restaurantes de Barcelona, entre ellas, los programas de fidelización, los platos personalizados, los retos gastronómicos y las promociones temporales. Dinámicas que cada vez se tienen más en cuenta para ganar y retener a los comensales más experienciales.

¿Qué tendrá que ver un videojuego con un restaurante? Pues, aunque no lo veamos a primera vista, cada vez se aplican más técnicas de gamificación en muchos establecimientos, también en Barcelona. Este concepto se basa en utilizar los mecanismos y las dinámicas de un juego (o de un videojuego) en un contexto no lúdico. ¿La finalidad? Intentar que los comensales se conviertan en clientes asiduos.

Una de las herramientas más usuales son los programas de fidelización. Todos tenemos alguna tarjeta olvidada en la cartera con símbolos estampados que dan acceso a un café una vez se rellena. Estos puntos o sellos siguen la dinámica de conseguir hitos para alcanzar una recompensa final. El espíritu de Mario Bros está presente en un sinfín de bares y cafeterías de la ciudad, desde El Fornet hasta SandwiChez pasando por Lukumás.

La gamificación gastronómica también incluye conceptos como los de chef por un día. Es decir, que los comensales puedan crear su propio plato con ingredientes disponibles en el restaurante. Un ejemplo está en la cadena preferida de Barack Obama, Five Guys, donde los visitantes pueden personalizar la hamburguesa que quieran, del mismo modo que un jugador de WoW puede idear un avatar a su gusto.

La famosa happy hour —prohibida por la ley de Salud Pública 19/2009 cuando se trata de alcohol— también es un ejemplo recurrente. En este caso, el referente está en Pikachu y compañía: esta mecánica de descuento se basa en desbloquear un contenido que solo está disponible durante un cierto periodo de tiempo. Empresas como 100 Montaditos o La Sureña juegan a esta mecánica con tapas gratis o con precios reducidos durante determinadas horas.

Aquí hay que apuntar algo bastante evidente: la mayoría de locales que practican la gamificación pertenecen a cadenas nacionales e internacionales. Seguramente el motivo sea que cuentan con departamentos de marketing que lideran acciones de este tipo, con la intención de generar marca y atraer a futuros comensales. La línea que separa la gamificación de la propaganda puede llegar a ser más fina de lo que pensamos.

Pero justamente este no es el caso del restaurante Donde Siempre. Aquí son conocidos por un reto al más puro estilo neoyorquino: aquellos gourmets que puedan comer sus descomunales bocadillos en menos de media hora no tienen que pagar por ellos. Hablamos del Pepito Titanic, que pesa más de 2,5 kilos y se acompaña de una fuente de patatas fritas, y de su Arepa (en mayúscula), que pesa 3 kilos. Si el comensal no supera el reto, debe pagar los 30 euros que cuesta cada plato.

El espíritu de Mario Bros está presente en un sinfín de bares y cafeterías de la ciudad

Otras iniciativas gastrolúdicas incluyen la búsqueda de un tesoro escondido por el restaurante, los desafíos culinarios (por ejemplo, premiar a aquél que coma el plato más picante del menú), las adivinanzas sobre ingredientes, las ruletas de descuentos (que ya se ven en cadenas como Veritas) y las recompensas por redes sociales, entre otras. En definitiva, conseguir que la gente se lo pase bien en contextos en los que no tendría por qué hacerlo. 

Como curiosidad, y aunque parezca contradictorio, la mayoría de restaurantes que cuentan con juegos no son ejemplos de gamificación. Así pasa con Sudoki Sushi & Fusion o con NÜA Smart Restaurant, que disponen, respectivamente, de sudokus impresos en el mantel y de una mesa interactiva con diversos entretenimientos. Y es que gamificar implica, más bien, el hecho de aplicar mecanismos lúdicos para conseguir algo.

En una partida gastrolúdica, todos los jugadores deben contar con las mismas oportunidades

Pasa lo mismo con la iniciativa del Grupo Família Nuri que, en fechas señaladas, regala cenas a personas que se llamen Nuria. En este caso, hay que apuntar que la aplicación de dinámicas de juego no puede ser casual ni tampoco puede pasar por premiar ni castigar aleatoriamente a los participantes. En una partida gastrolúdica, todos los jugadores deben contar con las mismas oportunidades.

Y seguimos en negativo, con la propuesta de Chalito. En este caso, nos encontramos con un contador en el centro del restaurante que muestra a tiempo real los seguidores que éste va consiguiendo en Instagram. Aunque esto sí que genera que muchos comensales entren en el perfil y empiecen a seguirlo —especialmente para comprobar si el invento funciona—, aquí no encontramos ninguna experiencia significativa para el que participa. Y es que aplicar la gamificación en la restauración no es tan fácil como parece, si bien, como ya saben las grandes marcas, los beneficios al largo plazo pueden ser exponenciales.