¡Larga vida al ‘photocall’!

Uno de los indicios de que en Barcelona, ​​ahora sí, empezamos a dejar atrás esta larga Semana Santa que ha sido la pandemia es que están volviendo con fuerza los eventos sociales. En los últimos días, Planeta ha llenado el MNAC de VIPS, escritores y periodistas para celebrar el 70 aniversario de su dotadísimo premio literario. Algunos de estos famosos y aspirantes a serlo también se han dejado ver en la inauguración del Moco, la sede barcelonesa del Modern Contemporary Museum de Amsterdam. También se han ido sucediendo estrenos teatrales y galas de todo tipo con una alegría y unas ganas de canapé y gintónic que no se veían desde antes de la llegada del Covid-19.

Me alegra comprobar que vamos dejando atrás las reuniones por Zoom, las presentaciones de libros donde los autores no podían defender su obra a cara descubierta ni ofrecer una triste copa de cava a su sufrido público. Qué placer podernos desenmascarar y saludar a viejos conocidos con un apretón de manos o un par de besos mientras hacemos cola en la zona de catering de un evento para que nos rellenen la copa, sin escuchar dentro de la cabeza una vocecita que nos vaya repitiendo como un mantra: manos-distancia-mascarilla, manos-distancia-mascarilla…

Que los actos sociales vuelvan a desembocar inexorablemente en un festival de cócteles y canapés es un síntoma de normalidad y bonanza, como también lo es el regreso del photocall, aquella estructura que sirve de escenario para que los invitados a los eventos desfilen y se dejen retratar. El photocall es un elemento importante para este tipo de actos sociales. Los organizadores los usan para exhibir poder de convocatoria. Cuantos más VIPS desfilen por tu photocall más repercusión tendrá el evento —las fotografías aparecerán en los medios de comunicación y los mismos fotografiados las compartirán a través de sus redes sociales—. Por esta razón, en el photocall siempre aparece la marca o el logotipo de quien paga el sarao. En este sentido, es como una valla publicitaria.

El photocall también hace mucho más fácil el trabajo de fotógrafos y periodistas porque concentra en un único punto toda la fauna que hay que retratar. Finalmente, para las celebrities resulta también muy práctico puesto que les permite prepararse bien para dar lo mejor de sí ante las cámaras y evitar que las pesquen mal iluminadas, con el traje arrugado o en el preciso instante en que devoran una croqueta.

Existen auténticos profesionales del photocall, especialmente entre los influencers, puesto que se pasan media vida delante del espejo ensayando poses y, por tanto, son perfectamente conscientes de cuál es su lado bueno. También entre los actores y actrices que saben que, en buena parte, viven de lo que Ventura Pons llama “el palmito” o sea el rostro y, ante las cámaras, saben ser seductores, divertidos o inquietantes. Son carne de photocall. Los políticos, en cambio, siempre hacen como que pasan por el photocall por compromiso, aunque les encanta salir en la foto. Los grandes empresarios —hablo de quienes tienen dinero de verdad y sólo suelen relacionarse en clubes privados y discretos espacios reservados de restaurantes de la zona alta— son los que más incomodidad les provoca esto de someterse a una lluvia de flashes y, en lugar de desfilar por un photocall, parece que lo hacen ante un pelotón de fusilamiento.

Que los actos sociales vuelvan a desembocar inexorablemente en un festival de cócteles y canapés es un síntoma de normalidad y bonanza, como también lo es el regreso del photocall, aquella estructura que sirve de escenario para que los invitados a los eventos desfilen y se dejen retratar

Detrás de todo este show de copas, canapés y photocalls hay agencias de comunicación y relaciones públicas, empresas de catering o productoras de eventos que durante estos largos meses de pandemia lo han pasado especialmente mal. Cientos de presentadores, artistas, técnicos de sonido y de imagen, fotógrafos, cocineros, camareros, azafatas, impresores, maquilladores, peluqueros, estilistas… Profesionales que no desfilan por los photocalls, pero que resultan imprescindibles para celebrar unos acontecimientos que, aunque puedan parecer pura frivolidad, ayudan a hacer girar los engranajes de la economía. Entre cóctel y canapé se hacen contactos, se cierran acuerdos, se estrechan lazos comerciales… ¡Larga vida al photocall!