'Carmen' Liceu
La soprano Adriana González en la 'Carmen' que se puede ver estos días en el Liceu.
ENTREVISTA A LA SOPRANO ADRIANA GONZÁLEZ

“Cuando la puesta en escena incomoda, te abre a una experiencia emocional nueva”

La versión clásicamente transgresora de la 'Carmen' de Calixto Bieito inaugura el 2024 en el Gran Teatre del Liceu. Adriana González, que ya actúo en 'Turandot', proporciona alguna de las claves de esta producción.

Conversamos con la soprano Adriana González pocos días después del estreno de una ópera que conoce bien. Pues no sólo ha cantado el papel de Micaëla previamente, en diferentes ocasiones, sino que la temporada pasada participó en la propuesta escénica de Calixto Bieito en la Opéra Bastille de París. La reposición de su Carmen en el Gran Teatre del Liceu, 25 años después, mantiene el impacto original, si es que no lo aumenta. Acaso por resultar más familiar, la presencia de elementos indisimuladamente kitsch, como la violencia escénica y una atmosfera desasosegadora y grisácea, revelan lo inherentemente siniestro de un paradigma amoroso basado en la posesión.

— ¿Cómo te sientes, tras el reestreno de una puesta en escena tan icónica? 

— Pues la verdad es que muy bien, feliz, la función parece que gustó. El público se mostró entusiasta, con aplausos después de cada aria. En algunos teatros por ejemplo no se aplaude después de la habanera, independientemente de la cantante. El público es adorable en Catalunya, muy expresivo y efusivo. Si algo les gusta, ahí están contigo, recibes mucha energía de regreso, algo que los cantantes apreciamos. Es un respiro saber que los espectadores están disfrutando. Algunos te esperan incluso en la entrada de artistas. ¡Eso no pasa en todos los lugares!

— Para ti no es nuevo cantar en el Liceu…

— Mi primer proyecto aquí fue Viaggio a Reims, donde canté el personaje de Corinna, en 2017, también participé en Los cuentos de Hoffmann, con el rol de Stella. Un rol pequeño, pero en misma temporada, en mayo de 2021, hice de Mimì en La bohème. Esta misma temporada la Liù de Turandot y ahora Micaëla, en Carmen. También tenemos otros proyectos. Junto a Iñaki Encina, por ejemplo, presentaremos un recital con canciones de Albéniz, Granados y otros. Estoy encantada de trabajar en el Liceu, porque se respira el amor a la lírica. Hablando con Jaume Tribó —el apuntador durante tantos años, que ha recogido en un libro de anécdotas—, me explicaba que él tiene abono desde 1963.

“El sonido puede ser bello si lo escuchas en tu casa, pero hay algo distinto e irrepetible en la vibración de la voz humana en vivo, que es lo que te hace llorar, sentir piedad, emocionarte”

— Hay en Barcelona un público de ópera muy fiel, buen conocedor de cantantes —como comentabas— y también de puestas escenas. Felizmente el arte, como la literatura, es importante para algunos melómanos.

— Pues sí, leer es fundamental, y últimamente estoy con esto [me enseña un ejemplar de la Utopía de Thomas More] que seguro que conoces. Uno no puede estar pensando solamente en si la voz está bien, o en la complicación de memorizar según qué pasajes… No, no, hay que alimentar el cerebro, el alma, de varias formas: visitar un museo, salir a caminar, conocer a gente nueva. Eso te enseña mucho para la escena también.

— Tengo la sensación de que los cantantes, en tanto que actores, se benefician del conocimiento humanístico, de la retroalimentación con disciplinas creativas para meterse en sus roles.

— Completamente, ayuda a comprender el contexto o trasfondo ideológico, además de los motivos o razón de ser de los personajes. Pensando en Carmen, para mí fue muy interesante descubrir que el personaje de Micaëla no aparece en la novela de Mérimée, sino que fue creado por los libretistas de la ópera (Meilhac y Halévy). Entendieron que sería bueno plantear un contraste con la protagonista. Carmen se presenta como la libertina, mientras que Micaëla sería la representante de la pureza, de las reglas sociales y, en suma, de cómo debería ser una chica en ese contexto.

Adrian González Micaëla Carmen Liceu
Adrian González, en el papel de Micaëla en Carmen, actuó recientemente en el Liceu en Turandot.

— Claro, a nivel dramático funciona muy bien esa contraposición. Es comparable a lo que sucede en otras óperas, con personajes que se hacen de espejo, como en Don Giovanni. Curiosamente, la protagonista se hace esperar en Carmen. Intervienes tú antes, después del coro de soldados, en una escena ciertamente violenta.

— En comparación con Carmen las intervenciones de Micaëla son puntuales, pero muy importantes, comenzando por la primera. Sea cual sea la puesta en escena, ya en el libreto se pone de relieve cómo de podrida está la sociedad. El comportamiento de los militares es intimidante, se muestra de forma clara el machismo, como algo establecido.

— El abuso de poder es evidente en la insistencia de los soldados, a pesar de la negativa de Micaëla. Inicialmente aparece como desvalida, pero consigue dejar clara su posición…

— Sí, hablando con Lucía y con Emilio —los asistentes de Calixto Bieito encargados de la reposición de Carmen en el Liceu— reflexionamos mucho sobre el rol de Micaëla. Cómo ella, en su inocencia, está perdida en ese mundo: cuanto más incómoda, cuanto más extranjera se sienta —al menos en ese momento— más contraste y mejor se explicita la violencia que impregna el ambiente, y de la que también participará Don José.

“Claro que todo es actuación, pero la impresión que despierta es muy fuerte. Porque la violencia hacia la mujer, la dinámica social sin ética ni moral que se representan… no son ficción”.

— Así, en la presente puesta en escena, ¿qué características de tu personaje acentúan ese contraste?

— Pues, más allá de su primera intervención, su interacción con Carmen en el Acto III muestra la fortaleza y determinación de la mujer que, con un estilo bien distinto, es Micaëla. Hay que pensar que ella ha venido a Sevilla desde Navarra… Para alguien que sale de su pueblo, es un reto, y no digamos en esa época. Ha de ser fuerte, y de hecho se hace valer, ¡va a buscar a Don José en dos ocasiones!

— Sí, en la segunda —la que acabas de mencionar— para salvarlo de la perdición, lo cual contrasta con el primer encuentro, cuando cantáis ese maravilloso dueto. Micaëla trae una carta para Don José de su madre, y un beso, que ella se lleva de vuelta. Es una escena musicalmente balsámica, que señala un camino que no se tomará… Cosa que presente versión narra de forma descarnada.

— La puesta en escena de Bieito me parece impactante, te hace reflexionar. Hay tanta violencia en el escenario, que te sientes incómodo. Yo, como público —viendo esas escenas en los ensayos— decía cómo pueden mis colegas hacer eso… Tienes que salirte totalmente de tu cascarón, de tu día a día. Claro que todo es actuación, pero la impresión que despierta es muy fuerte. Porque la violencia hacia la mujer, la dinámica social sin ética ni moral que se representan… no son ficción. Yo imagino —espero— que la gente salga de la ópera pensando eso no está bien. Mi punto de vista más idealista quiere creer que con acciones como estas podemos cambiar un poco el mundo. Esa es mi gran ilusión.

Adriana González Micaëla
Para Adriana González, la propuesta de Bieito en Carmen es “impactante, te hace reflexionar”. © Dutch National Opera

— Aunque no hay garantías, la capacidad del arte para sacudir es seguramente lo que permite pensar en la posibilidad de algún tipo de mejora, una mayor justicia social. La música no transmite ideas de forma muy eficiente, pero sí induce estados de ánimo, que no es poca cosa.

— ¡Ahí está la raíz de todo! Al final, si la puesta en escena te incomoda, te ubica en un estado emocional especial. Te abre a una experiencia nueva, en qué la música incide de un modo único y hasta cierto punto inexplicable. Ver la ópera es una cosa, pero la vibración acústica de la voz humana en vivo, eso es realmente lo que te hace sentir. El sonido puede ser bello, igualmente, si lo escuchas en tu casa, pero hay algo distinto e irrepetible en esa vibración —emitida directamente, sin amplificación—, que es lo te hace llorar, sentir piedad, emocionarte.

— La identificación con el drama del personaje en escena —o la situación feliz, que también las hay— es tanto más real a través del medio musical, ¿no te parece? Incluso más allá de las palabras que se pronuncian…

— Completamente, yo entré en esto de la música al sentir que no me daba a entender con las palabras habituales, palabras que no expresaban exactamente lo que quería decir. En cambio, cuando cantaba se producía una transformación mágica. Me sentía comprendida, que es lo todos queremos en este mundo. Sentirnos parte de algo.