Museu Barça
El factor multimedia, táctil y envolvente será la tónica general del nuevo Museo del Barça.

El nuevo museo del Vell Camp

El Museu del Barça se trasladará el próximo mes de junio al antiguo Palau de Gel, pero no será un museo tan lleno de objetos y fetiches, como lo es el actual, sino un espacio mucho más multimedia

Hace pocas semanas reabrió la experiencia virtual del Museo del Barça, después de largos meses de reajustes y actualizaciones. Es el último de los retoques antes de su traslado entero al antiguo Palau de Gel, aquella mítica pista de 1971 donde caímos compulsivamente de culo mientras tratábamos de llegar a la isla central del escudo, bajo las magníficas vidrieras de Fornells Pla. Ahora la pista está cerrada. Es impresionante entrar en ese bar y ver un muro donde antes se podía contemplar a través de los cristales todo el remolino de niños deslizándose en el sentido contrario a las agujas del reloj, remojando los guantes de lana azulgrana sobre el hielo o cogiéndose de las manos con el primer crush. Una pared, señores. Y, tras esa pared ciega y muda, el futuro museo.

Está prevista su inauguración el 7 de junio. Lo que se nos permite decir por ahora es que no será un museo tan lleno de objetos y fetiches, como lo es el actual (que ya se libró por ejemplo de su poco ordenada colección de arte), y que el factor multimedia, táctil y envolvente será la tónica general. Un área llamada máquina del tiempo, otra con un fuerte protagonismo de las secciones femeninas, un reconocimiento en la Masia, y sobre todo un espectacular espacio en forma tubular del que solo podemos saber (o explicar) que nunca se habrá visto nada igual ni en Barcelona ni en el mundo. Inmenso. King size. Sin gafas. Esta sería la principal diferencia con el Virtual Dream actual, que, ya habiendo sido avanzado respecto al resto de museos de clubes de fútbol, ​​dará paso en junio a una nueva experiencia aún más realista y directa.

El museo ya lo conocemos (y tiene un nombre que sabe todo el mundo), es el primerísimo en visitas culturales en Barcelona y solo porque la Sagrada Família no ha querido clasificar su museo como museo: las botas de Kubala (que él mismo se pintaba de dorado, el primer hortera mucho antes que Nike), la multiplicidad de trofeos exhibidos, las primeras (y minúsculas) pelotas de oro, las míticas camisetas con las cuatro barras, la gran pared de vídeo con la más emotiva de las producciones, un espacio propio para Messi… Es realmente cierto, como me comentan, que salvo algunas excepciones, la explicación de la historia del club debe ir aprendiendo a remontarse a partir del año 2000, si no quiere ser demasiado plasta para el público joven. Es decir, saltar mucho por encima de los años anteriores, como no sea para referirse a los orígenes, a las ancestrales prohibiciones y evidentemente al alma omnipresente de Johan Cruyff. Un alma que sobrevuela toda la atmósfera, infinitamente más que ese nombre que sabe todo el mundo y que muchos no querrían saber, y que todavía pretende presidir el palco de nuestros recuerdos.

Vitrina Museu Barça Messi
El museo ya lo conocemos (y tiene un nombre que lo sabe todo el mundo), es el primerísimo en visitas culturales en Barcelona.

La visita, como es sabido, puede incluir acceso a los vestuarios o finalizar con el recorrido por el pasillo que conduce al césped (solo el lateral), y todo lo demás son fotografías virtuales con virtuales jugadores o desde varios supuestos lugares del campo. Lo que más sorprende es ver cómo el visitante extranjero se detiene a leer todas y cada una de las explicaciones, a diferencia de lo que hacen en los museos de arte del país, cuya avidez parece dirigirse a aprobar un examen. Y uno mira ese espacio, condenado a desaparecer en poco más de un mes, y no puede evitar recordar que el propio Camp Nou cerrará por las mismas fechas y que estamos ante los últimos días de poder caminar entre ese cemento armado que, de tan antiguo, parece cemento totalmente desarmado y senil. Paredes impregnadas de humo de puro y cerveza (a pesar de todo), rincones sagrados personales e intransferibles, asientos de toda la vida, lavabos de tercera regional y placas de peñas como tatuajes en la piel que se resistirán muchísimo a marcharse.

Parece que esa corteza, esa piel, también tendrá un recuerdo en el nuevo estadio cuando se inaugure. Supuestamente será el 2024 (veremos si la Sagrada Família les atrapa), pero de momento este Coliseo de los años cincuenta quedará durante muchos meses abandonado mientras va tomando la silueta de muela carcomida y acaba definitivamente en el suelo. Mientras, su museo hace las maletas hacia la acera de enfrente y ocupará un aire encantado con aullidos sobre hielo. Será este principio de junio, las obras están avanzadas y será el único lugar del Camp Vell donde todavía podremos realizar alguna actividad hasta que se erija el Nou. No sé cuánto tarda una atmósfera, o una pared, en tomar el tono entrañable del recuerdo. Al formar parte de la familia. Sí sé que las apuestas de futuro que tiene en mente el museo no pueden ni deben pretender reconfortar nuestra patética nostalgia. Ahora toca crear los recuerdos de las próximas décadas. Dorar nuestras mismas botas. El futuro nunca ha dejado de ser, de hecho y en toda la historia, una virtual realidad.

Tunel Camp Nou
La visita, como es sabido, puede incluir acceso a los vestuarios o finalizar con el recorrido por el pasillo que conduce al césped.