El Museu Marítim de Barcelona ha decidido sumarse al proceso de visualización y conquista de los derechos de los colectivos LGTBI. Y lo ha hecho con la exposición El deseo fluye tanto como el mar. La muestra abunda en la homosexualidad en la navegación, una cuestión largamente silenciada y durante siglos incluso duramente castigada. Así, el relato incide en que las relaciones sexuales entre marineros se producían en un contexto de largos periodos a bordo de un navío, aislados del mundo, sin mujeres y donde convivían hombres de distintos estratos sociales, edades y creencias. Estas circunstancias llevaban a necesidades y encuentros entre los propios tripulantes.
La exposición, además de contribuir al reconocimiento del mundo LGTBI, pretende también dar pasos en la evolución del discurso del museo, adoptando un lenguaje inclusivo y de diversidad sexual, acorde con los tiempos actuales.
En distintos paneles, la muestra parte de la dominante moral judeocristina, en la que la sexualidad se contemplaba solo con fines reproductivos entre un matrimonio heterosexual. Lo que se salía de este dogma era un pecado contra natura y castigado con dureza por los tribunales. La exposición narra muchos de los procesos penales por sodomía, que merecían la tortura y la muerte por garrote, la horca y la hoguera.
Las actas judiciales que se conservan en el Archivo General de Indias describen las experiencias homoeróticas que se registraban en las rutas comerciales de España con las colonias. En muchos casos, las relaciones sexuales entre marineros eran consentidas, pero se daban también casos en que eran provocadas a partir del acoso y el abuso de poder. De hecho, lo que ocurría a bordo de un barco no dejaba de ser un espejo de la sociedad y los tripulantes más vulnerables, por su indefensión, eran los menores que se embarcaban como pajes y grumetes.
El deseo fluye tanto como el mar indaga también en fenómenos desconocidos por el gran público relacionados con prácticas homosexuales entre marineros. Así, se explica el denominado matelotage, una jurisprudencia propia de la piratería de la haitiana isla de la Tortuga. Fue un marco legal en los siglos XVI y XVII que permitía establecer un contrato formal de unión entre dos hombres que garantizaba la herencia en caso de muerte de uno de ellos. Era una especie de matrimonio entre dos hombres que se amaban libremente.
También es cierto que los piratas fueron acusados reiteradamente de sodomitas como medio para desacreditarles. Autores como Jean Genet, Rainer Werner Fassbinder, Benjamin Britten y Kenneth Anger son señalados en la exposición como fomentadores de un arquetipo del marinero gay como un peligroso criminal de las zonas portuarias, asimiladas a espacios de promiscuidad y vicios.
Los paneles incluyen ilustraciones eróticas protagonizadas por marineros, pero también algunas fotografías, como una de 2011 en la que dos mujeres militares se besan abiertamente, y que sirve para ilustrar la abolición por la administración norteamericana de Barack Obama, precisamente ese año, de la denominada ley DADT (Don’t ask / Don’t tell). Esta normativa, ejecutada bajo el Gobierno de Bill Clinton en 1994, vetaba a los tripulantes abiertamente homosexuales o bisexuales pertenecer a la armada. La ley hablaba de orientaciones o identidades sexuales “no normativas” que atentaban contra los “altos estándares morales, el buen orden y la disciplina”, así como contra la cohesión de “la unidad propia de la capacidad militar”.
La exposición del Marítim ha sido sin duda valiente, pero acorde con una tendencia de buena parte de la sociedad por normalizar los colectivos LGTBI, hasta no hace mucho un tabú que había que mantener oculto. La homosexualidad en la navegación es un claro ejemplo de ello. Por fortuna, aunque queda mucho camino por recorrer, la sociedad está cambiando y, hoy, el mundo LGTBI se muestra cada día más sin complejos pese a que todavía existen prejuicios en buena parte de la población.