Aunque estén silenciosos, no cuesta imaginar los rugidos que debían proferir. Algunos, con la boca un poco abierta para que les veamos los dientes, parece que estén cogiendo fuerzas para hacerlo. O para dar un mordisco si se tuerce la cosa. Uno se pasea fascinado de verlos de tan cerca, aún imponentes y desafiantes a pesar de que solo queden sus esqueletos. Hasta se puede llegar a sentir algo de agradecimiento por que un meteorito, o lo que fuera, evitase que ahora representen un peligro para los humanos que los miran boquiabiertos, unos animales terrestres como ellos, pero más humildes en sus dimensiones. Para poder caminar entre dinosaurios, no hay que irse muy lejos. El CosmoCaixa ha traído a unos cuantos provenientes de la Patagonia, una de las regiones del mundo más ricas en fósiles de estos antiguos habitantes de la Tierra. La exposición Dinosaurios de la Patagonia en Cosmocaixa es la principal apuesta para este curso del museo de ciencia barcelonés, el escogido, además, para el estreno de la muestra en Europa. Se podrá ver en la capital catalana hasta el junio del año que viene y luego se irá a Madrid.
Una de las más de diez réplicas de los dinosaurios que ahora habitan el CosmoCaixa era tan grande que sus huesos se han repartido entre dos contenedores transoceánicos. Y, como el susodicho era cuellilargo, su cabeza va más allá de la zona expositiva y se estira para ver qué se cuece en el resto del museo, puede que queriendo ver quién chapotea en el bosque inundado. Se trata del Patagotitan mayorum, el dinosaurio de mayores dimensiones que se haya encontrado jamás, con 38 metros de largo y 5 metros de altura. Se convierte también en el animal más grande que haya poblado la Tierra. Pesó 77 toneladas, es decir, lo mismo que 14 elefantes. En su interior hueco, entra entero el grupo de una visita guiada, incluso, si sus integrantes se apretan, caben en lo que debió ser su barriga. Por suerte, era herbívoro.
El Patagotitan mayorum vivió en el Cretácico, el último periodo del mesozoico, también conocido como la era de los dinosaurios. Estos animales terrestres empezaron a vivir en la Tierra hace más de 250 millones de años y se dieron por extinguidos hace 66 millones de años. Primero vino el periodo del Triásico —de 252 a 201 millones de años atrás— y luego el más conocido, el Jurásico —de 201 a 145 millones de años atrás—. Por último, fue el del Cretácico, cuando los dinosaurios ya dominaban el planeta. Y no es de extrañar viendo ejemplares como el cuellilargo que se pasea por el CosmoCaixa.
Para entender su dimensión, la réplica del animal más grande de la historia se acompaña de un fémur real. Ya solo el hueso pesa 600 kilos y mide más de dos metros, mucho más que la mayoría de visitantes que se acercan a mirarlo. Cuando restos como éste se encontraron hace 11 años en la provincia argentina de Chubut, los paleontólogos tuvieron que ingeniárselas para transportarlos. Es por eso que está recubierto de yeso en la base, evitando así que se dañara en el viaje. Es de nota encontrar la pequeña etiqueta que lleva, utilizada para saber su referencia, teniendo en cuenta que se encontraron más de 200 fósiles, cantidad suficiente para que se pudiera reconstruir completamente la anatomía de este dinosaurio.
Pero no solo había restos del Patagotitan mayorum en esa zona de la Patagonia sino que también se encontraron dientes de otra especie. Para nada una buena señal. Correspondía al Tyrannotitan chubutensis, un depredador del amigo cuellilargo. A pesar de que solo medía 12 metros y pesaba 6 toneladas, sus patas traseras le servían para correr a gran velocidad, hasta los 30 kilómetros por hora. Y el Patagotitan mayorum, de hecho, se movía lentamente para optimizar el consumo de energía y oxígeno —pesaba lo que pesaba—, como indica el hecho de que tenía los huesos huecos. Poco podía hacer contra un ágil Tyrannotitan chubutensis.
¿Terópodos o saurópodos?
Además de para refrescar los tres periodos de la era mesozoica, recuerden Triásico, Jurásico y Cretácico, la exposición Dinosaurios de la Patagonia, desarrollada por el Museo Paleontológico Egidio Feruglio, tiene que servir para poder diferenciar entre los muchos tipos de estos reptiles que existieron, con una amplia diversidad según su entorno y estilo de vida, gigantes o pequeños, bípedos o cuadrúpedos… Sobre todo, para saber qué comían por si vuelven algún día. En el caso de la Patagonia, los dinosaurios que más predominaron fueron los saurisquios, caracterizados por tener una cadera similar a la de los lagartos.
La exposición Dinosaurios de la Patagonia en Cosmocaixa tiene que servir para poder diferenciar entre los muchos tipos de estos reptiles que existieron
Dentro de los saurisquios, están los terópodos y los saurópodos. Para distinguirlos, la pista más fácil es que los primeros caminaban con dos patas y los segundos con cuatro. Hay más diferencias, como que los terópodos tenían la cabeza grande, el cuello corto y los brazos pequeños, mientras que los saurópodos todo lo contrario, con la cabeza pequeña y el cuello largo. Pero lo más importante es fijarse en esos dientes que muestran los diferentes dinosaurios que están en el CosmoCaixa. Si los dientes tenían forma de V significaba que eran carnívoros (los terópodos) y si tenían forma de U, herbívoros (los saurópodos). Para acabarlo de arreglar, los terópodos tenían un olfato muy desarrollado, lo que les permitía llegar a olisquear la carne fresca de los visitantes que están mirando la muestra en el CosmoCaixa, ubicada en la planta -5, desde la mismísima entrada del museo. Es el caso del Giganotosaurus carolinii que está expuesto. Ah, y tenía unas dientes que se iban regenerando para no perder fuerza.
Por suerte, no todos los dinosaurios que habitarán la ciudad a lo largo de este curso son tan terroríficos. Hay unos que parecen los hermanos pequeños, muy pequeños, del resto de invitados en el museo de ciencia. Son los Manidens condorensis y medían alrededor de 75 centímetros. Además, eran herbívoros. Les acompañan los Gasparinasaura cincosaltensis, pequeños también y nombrados así por Zulma Brandoni de Gasparini, palentóloga argentina referente a nivel internacional. Ambos especies eran ornitisquios, con una cadera que se parece a las de las aves, lo opuesto a los saurisquios.
Si hay ganas de saber aún más sobre los dinosaurios, la exposición se complementa con múltiples charlas. En ellas, se hablará de si realmente fue un meteorito lo que acabó con ellos y se indagará en la figura de los dinosaurios voladores, de los que se considera que evolucionaron las primeras aves. Hasta se podrá pasar una noche en el museo durmiendo a los pies de los ejemplares que forman la exposición. Eso sí, si pone no tocar, no se toca. Ya se han visto huesos caídos en la muestra por las ganas que tienen algunos de desafiar a la suerte y no respetar lo que existe hace muchos más millones de años que ellos.