Como cada año: ocho de la tarde, Claris con Valencia, lado montaña Besòs, cola en los ascensores, Jordi Clos dudando de si subir ya hacia la terraza o esperar todavía a alguna autoridad. Hace unos años que los de Derby decidieron trasladar la inauguración de la temporada a septiembre, dado que todo el mundo lo hacía antes del verano: no se trata tanto de abrir el rooftop a los excesos del verano como abrir la temporada hotelera, se entiende, y en todo caso los Clos (Jordi, Joaquim) no querían ser una cadena más. Tampoco lo serían nunca, ni que quisieran. Afortunadamente no llovió ni hizo fresco, pero en el aire septiembre no puede evitar septiembrear porque ya no estamos ante el despegue vacacional sino en el regreso a lo que llaman “el mundo real”. Se agradece, en este aterrizaje, que todavía te eleven un poco los ánimos y lo hagan subiendo a una de las terrazas más clásicas de la ciudad.
El hotel Claris, cercano al Museu Egipci, tiene una terraza medio cubierta y con piscina, a la que te da la bienvenida un espectacular mural de piedra de Subirachs que versiona el escudo de Barcelona. Los hoteles de Derby tiran mucho arte y de patrimonio, como es sabido, no sólo por la manía arqueológica del señor Clos sino también por una inclinación al coleccionismo y al mecenazgo que se encuentra a menudo en los pasillos y también dentro de las habitaciones. El acto tira, como siempre, más de champán que de cava y de un servicio de catering que por suerte repite las bolas de foie pero que no tengo claro si este año repite nada más. En todo caso buenos entretenimientos, buenas tostadas con caviar, buena mesa de preparación in situ de pedazos de steak tartar, buenos postres de chocolate. Sólo como apunte que no puedo guardarme para mí mismo, en la planta baja del hotel está el restaurante japonés Oskuro que es aconsejable no perderse. Tampoco sus variedades de sake, de una de las cuales algún día tengo que hacerme con una botella. Lo prometo.
Sociedad civil, periodistas, empresarios, amigos. Lluís Canut, discreto, en la banda. Ortas, omnipresente, de Intermèdia. Sonia Recasens, de Atrevia. Gabriel Martínez, de Roman. El querido Sergi Saborit, ahora en El Periódico nombrando barceloneses del año, pero también Guillem Carol y Cristina Martín, de esta casa. Todo esto con respecto a la vertiente comunicativa, y partiendo de la base de que me dejo a alguien. De políticos, aunque yo quiera no puedo dejarme al conseller de Presidència Albert Dalmau, robado por el presidente Illa al alcalde Collboni, también presente, así como el fiel a la cita Xavier Trias, que de este sí que no quiero olvidarme. En términos de sociedad civil Urbano di Gropello, de la fundación Invest for Children, o Mateu Hernández, de Turisme de Barcelona, bastante enganchado al también fiel Roger Guasch, recientemente nombrado director gerente de la Cámara de Comercio de Barcelona. La sonrisa inescapable de Maria Cabré, directora general de la Fundació Aura. Se estrenaba Anna Marquès, de Barcelona Global. Manel Casals, del gremio de hoteleros, con ganas de explicarme por qué están hartos de que algunos les pinten como los malos de la película. Lo haremos con un café. Enric Canet, como siempre repartiendo hostias contra los falsos interloctuores con Dios. El entrañable e ilustrado Ramon Forn, de la fundación Ship2B. No acabaríamos pero ya nos hacemos una idea, estaba quien tenía que estar y quien podía estar. Añadiendo algunos amigos y conocidos de un servidor que se dan por añadidos y que ahora no vienen a cuento.
No llueve, pero llueven polémicas. Días de contraposición de argumentos por el problema de la vivienda, qué tienen que ver los hoteles, qué tienen que ver los apartamentos turísticos, qué tienen que ver las leyes de alquiler por temporada. Como sospechamos y sabemos que todo va íntimamente relacionado, sobre todo en una ciudad-pueblo donde casi todas las relaciones parecen íntimas, entre champán y champán parece evidenciarse que valdría la pena llegar más a pactos que a imposiciones. Estoy seguro de que los hoteleros van a defender, con cierta razón, que ellos son precisamente el antídoto contra el exceso de apartamentos turísticos. Como lo sería, también seguramente, la flexibilización del famoso 30% de reserva para vivienda protegida. Pienso en ello mientras trago algún canapé y me preparo los argumentos para el café con Manel Casals, que parece verdaderamente preocupado por el tema. Me alegra que lo esté, aunque a los hoteleros les implique de manera indirecta: no puede ser que nos hayamos dedicado a hablar tanto de las supermanzanas mientras, a nuestro alrededor, el verdadero drama ya afecta gravemente a demasiadas personas dentro de la ciudad.
Hoy inauguramos rooftop y temporada, y es un día de celebración: al día siguiente, toda la sociedad civil, empresarial y política tendrá que encontrar a toda costa una solución aceptable. Los turistas vienen al hotel Claris, pero en septiembre a la terraza vamos los barceloneses. Y somos éstos, los que vivimos allí todos los días y desde nuestras diversas posiciones, los que debemos acabar entendiéndonos a cualquier precio. Un encuentro como éste ayuda. Unas sonrisas y un ambiente inmejorable nunca duelen. Pero, si realmente es septiembre y es el aterrizaje en el “mundo real”, a partir de ahora nos toca trabajar para mejorar esta ciudad, este pueblo grande, entre todos.