Deconstruyéndonos

“Deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura”; así define la Real Academia Española (RAE) este verbo transitivo que se le atribuye al filósofo francés Jacques Derrida en los años 80. Este verbo se ha vuelto a poner sobre la mesa, debajo de la alfombra y dentro del cajón, y al lado del feminismo en estos últimos años. Lo empezamos a escuchar y a normalizar en la serie Machos Alfa de la boca de Santi Millan en su academia de nuevas masculinidades. Desde el humor y la risa hemos ido incorporándolo en nuestro vocabulario de gente moderna y liberada. Y aparentemente feminista.

Deconstruirnos es lo que hacemos cuando intentamos desaprender, borrar normas y desactivar los prejuicios que nos llevan a hacer las cosas bajo los mismos criterios sin tener en cuenta qué ha cambiado en nosotros y en el entorno. Justamente estando atentas a esos cambios, no nos queda otra que deconstruirnos. Ante la evolución del feminismo, de los feminismos, no podemos estancar su significado y su alcance. El feminismo es una forma de vivir, de opinar, de decidir, de crear, de amar, de pensar, de educar… Es una forma de ser y de estar en el mundo. Es una actitud. El feminismo va en paralelo al momento histórico que estamos viviendo y exige revisitarlo.

En esa deconstrucción es cuando debemos incluir al hombre en la conversación, debemos escucharle y explicarle de qué va esto de la igualdad. Que no es un tema de privilegios, es un tema de derechos conquistados, no adquiridos. Es un tema de no dejarnos llevar por la inercia, porque la inercia es masculina. Cuando tomamos consciencia del poder de ser y estar feminista, todo es más fácil. Siendo conscientes detectamos las situaciones que hemos normalizado y que son mayúsculamente injustas.

Llevo seis años investigando cómo son y cómo imaginamos a los hombres feministas; me interesa mucho saber qué pensáis del feminismo, como lo vivís y cómo podemos hacer para que os sintáis libres, bienvenidos y felices en él. Y es imprescindible una deconstrucción, un reset, un borrón y cuenta nueva. No podemos afrontar el siglo XXI, el siglo del #seacabó y del #metoo, con las limitaciones y pensamiento del siglo pasado. Y conseguir esto es apasionantemente complejo,  porque ellos no saben qué hacer y nosotras estamos hartas de ser empáticas, pacientes y generosas. Y esto solo nos lleva a polarizar, a la machosfera y a las feminazis. Y en esos extremos tenemos las redes sociales para amplificar esta distorsión y manipular todo lo que se está haciendo para avanzar en alimentar las opiniones opuestas y en crear bandos.

Veo el feminismo como ese abrazo que nos desmonta y donde nos quedaríamos siempre, porque nos ha relajado y nos ha humanizado. Así imagino el feminismo en el hombre. Ese aceptar otro paradigma, otros márgenes, otras normas de juego, otras maneras de sentir. Desaprender, cuestionar y tomar consciencia de las inercias.