¿Se pueden comer los yogures caducados? Hay quien se los come, como el ex ministro Miguel Arias Cañete, y hay quien los tira a la basura. Es un debate clásico en todos los hogares que responde a razones históricas y a una normativa que intentaba preservar por encima de todo la seguridad alimentaria, que en el pasado no siempre estaba garantizada. Los tiempos evolucionan y esta discusión podría tener los días contados ya que, a lo largo de este año, los yogures de Danone —la empresa líder del sector— ya no informarán de la fecha de caducidad, sino de una fecha orientativa de consumo preferente.
La idea es aplicar el sentido común y guiarse por la regla del “mirar, oler y probar” antes de desechar, con el objetivo de reducir el desperdicio alimentario. No se trata de un mero cambio de nombre, ya que detrás de la sustitución de la fecha de caducidad por la de consumo preferente se encuentra un trabajo de investigación que se ha desarrollado en el centro de I+D Isaac y Daniel Carasso que Danone tiene en la calle Córcega de Barcelona.
Se trata de uno de los principales centros científicos que la multinacional con sede en París tiene en el mundo y, de él, han salido algunas de las innovaciones más exitosas de la marca, con más de 150 proyectos de innovación al año. En el laboratorio barcelonés trabaja un equipo de 47 personas de siete nacionalidades y es el único de Danone que reúne en unas mismas instalaciones tres equipamientos: una planta piloto en la que se realizan unas mil pruebas al año para el desarrollo de nuevos productos; un laboratorio de diseño de envases, y un centro de creación, cultivo y fabricación de fermentos propios.
Así, en este centro de I+D de Barcelona Danone produce el 60% de los fermentos que utilizan sus fábricas españolas —ubicadas en Parets del Vallès, Aldaya (Valencia), Tres Cantos (Madrid) y Salas (Asturias)— para la elaboración de los yogures. En los últimos tres años, los científicos de la empresa han seleccionado unos fermentos más robustos que son los que han posibilitado ahora pasar de la fecha de caducidad a la de consumo preferente.
El tiempo de vida que se dará a los yogures que salen de la fábrica no cambia, ya que la fecha preferente oscilará entre los 30 y los 40 días, en función del tipo de producto. Sin embargo, la nueva selección de fermentos que se ha realizado en el centro de I+D permite que los yogures se mantengan mejor y duren más tiempo. “La fecha de caducidad hace referencia a la seguridad del alimento, por lo que no se debería consumir nada caducado, independientemente de su estado de conservación. En cambio, la fecha de consumo preferente no tiene que ver con el riesgo para la salud, sino que nos indica hasta qué momento puede garantizarse una calidad organoléptica determinada, en referencia a que, una vez pasada esa fecha, sí puede haber variación en el sabor o en la textura, ya que puede volverse más líquido, pero es igual de seguro su consumo”, explican en la empresa.
Danone ya ha eliminado la fecha de caducidad en los envases de Actimel, Danacol y Alpro, su marca de alternativas vegetales al yogur lácteo. A lo largo de este trimestre se sumarán a esta estrategia Vitalínea y Densia, mientras que en septiembre llegará la migración para Activia, Oikos, Danonino y toda la línea con marca Danone. El objetivo es que a finales de 2021 el 78% de todos los productos de Danone en España cuenten con fecha de consumo preferente. El otro 22% seguirá indicando la fecha de caducidad, ya que se trata de productos no indicados para este cambio al no ser fermentados, como los postres, es decir, los flanes y natillas.
Un equipo transversal de 20 personas de una decena de departamentos —como producción, legal y márketing— han trabajado en este proyecto, que también han ejecutado las filiales de Danone en Reino Unido y Alemania. Ahora, se trabaja también en la eliminación de la fecha de caducidad en Francia y Bélgica. Presente en más de 120 países, Danone facturó en 2020 un total de 23.620 millones de euros a nivel global.
“Se calcula que un tercio de la comida se desperdicia en el mundo. En España, cada persona tira a la basura 77 kilos de alimentos al año, de los que el 42% se generan en los hogares. Además, el desperdicio alimentario es el responsable del 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero: algo tiene que cambiar. Por eso en Danone hemos decidido movernos hacia el consumo preferente, es una noticia importante para el grupo, para el Planeta y para la sociedad”, afirma Paolo Tafuri, director general de Danone España. El ejecutivo subraya que esta apuesta por la sostenibilidad y por evitar el desperdicio alimentario en plena crisis económica y social se ha realizado sin perjudicar los máximos estándares de calidad y seguridad alimentaria.
Según Helena Calvo, del movimiento de lucha contra el desperdicio de alimentos Too Good To Go, “más de la mitad de los españoles tiran la comida cuando ven que ha pasado la fecha de caducidad“. “Lo que tenemos que hacer es antes de tirar es mirar, oler y probar. Si está en buen estado, es mejor consumirlo para evitar que 10.000 kilos de yogur al año se vayan a la basura”, destaca Calvo, tras señalar que la población está cada vez más concienciada, aunque todavía hace falta mucha pedagogía para aprender a diferenciar entre fecha de caducidad y de consumo preferente. Se calcula que salvar un kilo de yogur (8 unidades) de la basura permite evitar 1,8 kilos de emisiones de CO2.
El centro de I+D Isaac y Daniel Carasso se inauguró en 1982 en el lugar que había ocupado la primera fábrica de Danone en la ciudad de Barcelona. La marca, nacida en 1919 en el Carrer dels Àngels de la capital catalana —en el Raval—, puso en marcha la fábrica de la calle Córcega en los años 40, pero en 1982 trasladó la producción a Parets del Vallès y se destinaron esas instalaciones al centro de I+D, que trabaja en red con el resto de instalaciones científicas de la multinacional, lideradas por el laboratorio central de Palaiseau, a 30 km de París, donde se conserva la colección de fermentos lácteos más importante del mundo. Danone tiene clasificadas más de 4.000 bacterias (las básicas para elaborar un yogur son la Streptococcus thermophilusy la Lactobacilus bulgaricus), y su colección propia la integran unas 1.800, aunque en sus fábricas sólo utiliza unas 36, en función del tipo de producto (bífidus para Activia o casei para Actimel, por ejemplo).