En 2009 Wynwood Walls se convertía en el proyecto de arte urbano más transformador del mundo, al convertir un barrio degradado de Miami en un destino turístico y artístico internacional mediante la puesta a disposición de más de 7.000 metros cuadrados para la realización y exhibición del mejor arte urbano. De entonces cientos de artistas han participado en el espacio transformando aquellas paredes vacías en una gran galería al aire libre.
En Berlín, el East Side Gallery ocupa una sección 1.300 metros en la cara este del Muro, que se salvó del derribo para este fin. Hoy se considera la galería de arte al aire libre más larga del mundo, que contiene 103 murales pintados por artistas de varios continentes, entre ellos el famoso “beso” entre Honecker y Brezhnev.
En 2015 se fundó el efímero Dismaland, una idea loca del artista urbano Banksy consistente en un particular parque de atracciones ubicado en Somerset, Inglaterra, donde participaban más de 58 artistas invitados personalmente por el autor con obras que expresaban un espíritu crítico con los parques de Disney.
Ahora es el turno de Barcelona. ¿He dicho Barcelona? Perdón: quería decir Santa Coloma de Gramenet. Dado que es este municipio quien tiene las competencias sobre el terreno aquífero del río Besòs, más allá de cómo se pueda expandir el proyecto hacia Sant Adrià o en dirección al Vallès, la iniciativa municipal del proyecto la ha liderado la alcaldesa Núria Parlón (y sin tener que condicionar, como han hecho otros, su construcción a que su partido gane las elecciones al municipio). Así lo expresó en la inauguración del acto, donde se le preguntaba no sólo por la referida polémica sino también por la implicación de Santa Coloma en el proyecto, que es rotunda y total.
El área metropolitana de Barcelona lleva tiempo intentando cooperar en aspectos que vayan más allá de líneas de metro o de servicios básicos compartidos, e impulsar algún proyecto que realmente vuelva a situar esta área en el mundo. El proyecto BesArt, el “museo de arte urbano más grande del mundo” (con más de 18 kilómetros de recorrido desde el Vallès hasta el Mediterráneo), no sólo es un proyecto para desarrollar la zona: es probablemente la pieza que faltaba a “Barcelona” (entendida en sentido amplio) para reconciliarse con el arte contemporáneo más allá de Macbas, de Plensas y de Mocos. Algo grande, por favor. Algo que no sea testimonial ni de postureo, que esté vivo, que sea mínimamente vanguardista y mínimamente conectado con la creatividad más popular. Pues ya lo tenemos aquí.
Durante la era industrial las ciudades vivieron de espaldas a las desembocaduras de sus ríos, depositando ahí todo lo que les sobraba. Ahora, los ríos de las ciudades desembocan en espacios recuperados para la naturaleza, pero también para el uso humano. El Besòs ha pasado de ser el río más contaminado de Europa en los años 70 y 80, en todo un parque fluvial protegido medioambientalmente y administrado desde la colaboración interinstitucional. Pero el proyecto Besart pretende ahora llenar el parque fluvial de las más reconocidas firmas de arte urbano a nivel mundial y, al mismo tiempo, abrir el espacio a toda la ciudadanía para desarrollar su creatividad.
El área metropolitana de Barcelona lleva tiempo intentando cooperar en aspectos que vayan más allá de líneas de metro o de servicios básicos compartidos
Si Heráclito decía que “no puedes bañarte dos veces en el mismo río”, ahora la idea es que no puedas ver el mismo BesArt dos veces: sus promotores (el Real Círculo Artístico de Fèlix Bentz, el Ayuntamiento de Santa Coloma de Núria Parlón y la Asociación Mediterranean Street Art, con David Hernández como ideólogo y Beto Agustí como indispensable facilitador) pretenden que la expresión diversa del arte urbano conforme en la zona una corriente constante de cambios, siguiendo el curso de la sensibilidad variable de nuestro tiempo. De acceso gratuito y con un contenido mayoritariamente fluido, con obras tanto de pintura como de grafitti, como de escultura, artes escénicas, deportes, obras permanentes y obras efímeras, y todo ello en un entorno recuperado de protección natural, con plena convivencia entre actividad humana y biosfera mediterránea.
Si sale adelante, se tratará de un proyecto al mismo tiempo metropolitano, cosmopolita, ultralocal y planetario. Hacía tiempo que se hablaba de la necesidad de una feria de arte en Barcelona, o al menos de un gran festival de arte contemporáneo, en una ciudad que parece perder el ansia de contemporaneidad con la última pincelada de Miró o de Tàpies. No arreglaremos nuestra desidia encargando a Jaume Plensa unas puertas aquí u otra cabeza pensando allí, sino conectando con las expresiones más espontáneas e innovadoras de los artistas urbanos conocidos o emergentes. De una “tierra de nadie” se podría pasar a unas “aguas de todos”, y diría que sólo por la idea, que es de esas que parece mentira que no se hayan planteado antes, todo el mundo debería intentar colaborar al máximo. A ver si por una vez sabemos volver a poner el Mediterráneo en el centro, de donde no debería haber salido, y sin tener que invocar proyectos artificiales como la nieve de unos Juegos fantasma. A ver si sabemos reconectar de forma natural con nuestra contemporaneidad, perdida desde hace demasiados años. Y a ver si Barcelona, esta vez y por cierto, aprende de la proactividad de las ciudades de su extrarradio.