Yacimiento UB
Grupo de visitantes en el yacimiento de la Facultad de Geografía e Historia.
IN THE STREAM

Arqueología a pie de aula en la UB del Raval

La Facultad de Geografía e Historia ha convertido los restos de un taller cerámico del siglo XVIII en un yacimiento de prácticas único para los alumnos en la propia universidad

Cientos de personas acuden a diario a la Facultad de Geografía e Historia de la UB en el Raval para recibir la vacuna contra la covid. Lo hacen justo enfrente de un solar vallado en el que tiene lugar una actividad universitaria en unas condiciones únicas para el alumnado que lo disfruta. La mayoría de quienes acuden a recibir su dosis contra el virus apenas se percatan de su existencia. Solo los más curiosos echan un vistazo y descubren lo que allí se cuece.

Se trata de un yacimiento de prácticas arqueológicas, en el que los estudiantes aprenden a excavar, extraer, identificar y más tarde clasificar todas las piezas de interés histórico que hallan. Por supuesto, existen más campos de prácticas, pero ninguno está, como quien dice, a la puerta del aula. Estos días, además, la universidad ha decidido volver a abrir el yacimiento al público, en una serie de visitas organizadas para dar a conocer la arqueología y abrir las actividades de la facultad a la ciudad.

La última visita tuvo lugar el pasado viernes y la próxima está prevista para mañana. El catedrático Josep Maria Gurt y las alumnas Carla Ferrer y Helena de Villasante hicieron de cicerones de una quincena de ciudadanos que previamente se habían inscrito. La excavación no descubre ningún espectacular resto romano, ni medieval, sino el taller del ceramista del siglo XVIII Antoni Tarrés, uno de los más afamados en la época en Barcelona, cuyo trabajo aún es posible seguir en la actualidad en muchos edificios cercanos del Raval.

Los hallazgos que se desentierran no dan de momento para una película de Indiana Jones, pero sí son una experiencia muy especial para los futuros arqueólogos y permiten documentar cómo era la vida en Barcelona a finales del siglo XVIII y principios del XIX y, sobre todo, desentrañar todo el proceso de fabricación de la cerámica.

Jaciment UB
La alumna Carla Ferrer, al lado de uno de los molinos.

El yacimiento se preparó para las prácticas en el 2014, cuatro años después de que se creara el grado de Arqueología. Se empezó a abrir al público en 2015. Se sabía de su existencia, de modo que la universidad decidió preservar en su día el solar sin edificar, pues era una oportunidad única de tener un campo para la práctica arqueológica dentro del propio recinto educativo. Durante la visita, Gurt y sus alumnas explican a los curiosos quién fue Antoni Tarrés —su hijo prosiguió su trabajo hasta que el taller pasó a tener un uso textil—, qué tipo de piezas cerámicas fabricaba y qué proceso seguía.

Pronto son visibles los restos de varias piscinas donde tenía lugar la decantación de la arcilla. Muy cerca, llama también la atención lo que queda de dos molinos que en su día eran accionados por asnos y que servían para preparar los elementos vidriados. Es fascinante, en buena parte por el entusiasmo con el que el catedrático, Carla y Helena consiguen contagiar a los profanos en esto de la arqueología. Consiguen que uno piense que está viendo trabajar en directo a Tarrés. Vaya, casi un viaje en el tiempo en toda regla.

De momento, del yacimiento se han extraído miles de piezas y fragmentos, gracias a que, cuando el local cambió la actividad cerámica por la textil, todo el material que los Tarrés dejaron acumulado en el almacén fue utilizado como relleno para nivelar el suelo. Es por eso que el nivel de hallazgos es altísimo y el cierto orden en que fueron arrojados permite documentar la evolución del proceso de fabricación. Han aparecido recipientes de todo tipo, tejas, balaustradas, elementos escultóricos, baldosas, y hasta un orinal en forma de cuña de aquellos que hoy, aunque de plástico, te dan en los hospitales para utilizar en la cama durante la convalecencia.

Jaciment UB
El catedrático Gurt muestra un orinal cerámico con forma de cuña.

No se pueden visitar, por motivos de seguridad, los dos hornos en perfecto estado de conservación hallados en el subsuelo. La visita termina en uno de los laboratorios, ya dentro de la facultad, donde se limpian y clasifican los restos desenterrados.

Al margen de la gran labor formativa que favorece este campo arqueológico a pie de aula, lo cierto es que Antoni Tarrés será sin duda el ceramista no actual —y barcelonés— mejor documentado de la historia.

Laboratori UB
Laboratorio donde se clasifican las piezas.