Agenda cultural Barcelona marzo 2022

AGENDA CULTURAL
por JACOBO ZABALO

Una selección mensual de conciertos,
artes escénicas y exposiciones.

MÚSICA Y
ARTES ESCÉNICAS

MÚSICA Y ARTES ESCÉNICAS

 01 / 03 / 22

'CRIMEN Y CASTIGO'

Teatre Lliure (Montjuïc), hasta el 3 de abril

El personaje de Raskólnikov es uno de los más apasionantes de la historia de la literatura por su carácter controvertido y la cuota de ambigüedad que arrastra su acto criminal. Como si a través de la experiencia de la culpa pudiera acceder a un lugar seguro y dotar de significado al acto más injustificable. Son memorables, en este sentido, las conversaciones que mantiene el personaje de Dostoyevski con el agente que investiga su caso. Entrevistas en que nunca queda claro lo que sabe uno acerca del otro, siendo esta incertidumbre -la intuición de la ignorancia real o fingida- lo que propicia el reconocimiento del acto cometido por Raskólnikov, y la pena que como tal le espera. En la sede de Montjuïc del Teatre Lliure, el director Pau Carrió realiza una adaptación de la conocida novela “explorando los límites de la ética” como una continuación de la reflexión que vertió en su Hamlet, acerca de la humana (im)posibilidad de cambiar el mundo. El protagonista de la ficción, el solicitadísimo Pol López, ha remarcado el paradójico “empoderamiento” que conlleva el acto de Raskólnikov. El personaje justifica su acto en diferentes ocasiones, ofreciendo al espectador una forma de comprensión que torna menos comprensible la necesidad de castigo. La novela es mucho más elíptica y descriptiva, pero se entiende que la teatralización de la trama -más explicativa y reivindicativa- requiera de una toma de posición con relación a algunos de los interrogantes que Dostoyevski deja voluntariamente en el aire.

Como muchos de los decimonónicos hombres del subsuelo la adaptación del Lliure aboca al protagonista al cinismo, víctima de la decepción en lo que respecta a la libertad de acción y al despliegue de una vida digna, a pesar de su capacidad para desvelar la mentira ajena con esa lucidez que Sloterdijk refiere con la expresión “falsa conciencia ilustrada”. Con una puesta en escena que se distancia del realismo y opta por una concepción alegórica, en que la sobriedad clásica alterna con elementos de estridencia perfectamente calculada -incluida la banda sonora, en directo, creada por Arnau Vallvé- la presente adaptación de Crimen y castigo puede leerse también en clave política. En palabras de los organizadores, “contempla varios niveles que analizan la presencia de la violencia en la sociedad y sus individuos. Desde cuestionar el uso lícito que el Estado puede ejercer de la violencia hasta meterse en la cabeza del personaje y en la fiebre que lo lleva a cometer un acto atroz”. A pesar del protagonismo indiscutible de Pol López (Raskólnikov), centro gravitacional en torno al cual giran el resto de los personajes, este Crimen y castigo es una obra coral que alcanza prácticamente las cuatro horas de duración, con intervenciones de altísimo nivel por parte del elenco de actores. En varios casos adoptan roles diferentes y exhiben registros contrastados, desde la gravedad axiológica a la celebración jocosa. En orden alfabético, participan en la función: Roser Batalla (Nastasia, Lizaveta), Oriol Guinart (Zossimov), Míriam Iscla (Porfirio Petrovna), Carlota Olcina (Dunia), Francesca Piñón (Pulkeria, Aliona Ivánovna), Albert Prat (Razumijin), Òscar Rabadán (Marmeládov, Svidrigáilov), Marc Rodríguez (Zamétov, Lujin) y Maria Rodríguez (Sonia).

ALONDRA DE LA PARRA Y MARIA DUEÑAS

Palau de la Música, 9 de marzo

Una de las fechas fundamentales -marcada en rojo en el calendario de marzo- es la que reúne a la directora Alondra de la Parra

y a la violinista Maria Dueñas en el Palau de la Música Catalana para afrontar un programa intenso y vistoso, que será interpretado por la Deutsche Kammerphilhamonie Bremen. Una orquesta familiar para la directora mejicana, pues -como recuerdan desde el Palau- ejerció de directora invitada durante la temporada 2017-2018. Caso aparte es el de la jovencísima violinista, una de las promesas más fulgurantes de los últimos tiempos. Su irrupción ha llamado la atención de promotores y de los responsables de las salas de concierto, habida cuenta del efecto que despierta en el público su asombrosa capacidad técnica. Y es que su arrojo como intérprete, como el derroche de expresividad que ofrece en cada una de sus actuaciones, parecen fuera de lo común. Aun conscientes de que la manida noción de “prodigio” puede sonar trasnochada, cuesta concebir de otro modo las intervenciones de María Dueñas. En el templo modernista afrontará una de las piezas más evocadoras para su instrumento, como es el Concierto para violín en Re menor de Jean Sibelius. Una obra de acusado lirismo, con pasajes exigentes para la protagonista y al mismo tiempo generosa en la escritura para orquesta, que esboza la inmensidad de la naturaleza nórdica. El conjunto alemán, que ya habrá podido lucirse en ocasión de la obra para solista y de las Variaciones concertantes de Alberto Ginastera, asumirá el pleno protagonismo con una de las composiciones para orquesta más espectaculares del repertorio, a pesar de no ser de las más conocidas. La Sinfonía nº7 de Antonín Dvořák es una fastuosa mostración de su imaginación creadora, erigida en cuatro movimientos que muestran las diferentes facetas del romanticismo, con el común denominador de la intensidad. Melodías de incuestionable hermosura, con reminiscencias al folklore, ritmos trepidantes o de un extatismo que emociona, cambios inesperados de humor… Todo ello conformando un tejido orquestal con diversas capas -las de las diferentes secciones de instrumentos- que interactúan magistralmente.

CURRENTZIS EN EL AUDITORI

L’Auditori, 29 de marzo

El “fenómeno Currentzis” no deja indiferente a nadie. El antiguamente considerado enfant terrible de la interpretación clásica, que se dio a conocer con unas maravillosas versiones de las óperas de Wolfgang A. Mozart

(sobre todo en los primeros paneles del tríptico realizado junto a Da Ponte que grabó al frente de la orquesta rusa MusicaEterna, Le nozze di Figaro y Cosí fan tutte), dio el salto a obras del repertorio romántico, al frente de orquestas sinfónicas con una historia y trayectoria renombradas, entre las cuales la SWR de Stuttgart. Con una gestualidad de bailarín, entre grácil y atormentada, promueve lecturas intensas, que acostumbran a agradar al público. Tras llenar la sala grande del Auditori y triunfar con su lectura de la Primera sinfonía de Mahler, vuelve en el marco del ciclo que Ibercamera dedica a las grandes orquestas para interpretar otra obra iniciática, en este caso la Primera sinfonía de Brahms. Una composición que tardó en hacerse pública, acongojado como estaba el creador alemán por la sombra de Beethoven. Parecería, de hecho, que intenta derribarla con los embates del primer movimiento, a través de la irrupción del timbal. Esta que vino a tildarse la “décima” -a tenor de la ascendencia del compositor de Bonn- carece de coro final pero invita, a través de la declamación emotiva de una melodía inolvidable, a la actualización vivificadora de un mensaje universal, como es el de la fraternidad entre seres humanos.

LUCIA FUMERO: ‘UNIVERSO NORMAL’

L’Auditori, 3 de marzo

Después de actuar en diversos escenarios de la capital para presentar su creación discográfica Universo normal, con un más que evidente éxito de convocatoria, Lucía Fumero visita la sala Tete Montoliu de l’Auditori. Una ubicación inmejorable,

para un concierto que explora las posibilidades musicales del jazz sin dar la espalda al equilibrio clásico o a la influencia folk, a partir del trío que completan, junto a la cantante y pianista, los instrumentistas Martín Leiton (contrabajo y leona) y Juan Rodríguez Berbín (batería y percusión). Es Universo normal un trabajo rico en contrastes, con temas muy variados y una consistencia de conjunto realmente notable, que en directo gana en intensidad. Anclada en el momento presente, la interpretación musical invoca recuerdos con una pregnancia tanto más impactante. Desde la suavidad onírica de la “Nana para Rita”, al rítmico y un punto surrealista “Quisiera ser un robot” -pasando por temas que irradian sutileza y magnetismo, como “Pichón” o “Extraterrestre”. Las melodías de Fumero embargan el ánimo y transportan, promueven secuestros emocionales con una delicadeza entrañable. Con los ojos cerrados parece expandirse el horizonte marino, siendo el oyente partícipe de una evocación altamente lírica, fomentada por la creatividad de la artista. Y es que la gama de registros que aborda Lucía Fumero se antoja fascinante, así como su natural capacidad para comunicar y suscitar afectos en el oyente.

LA AMÁLIA DE MARIZA

Palau de la Música, 17 de marzo

Un nombre sobresale, por encima del resto, en el mundo del fado. Por supuesto, se trata de Amália Rodrigues, cuya voz inconfundible es, para muchos, la que mejor condensa la esencia de este género sobreabundantemente nostálgico, emblema del folklore portugués.

En un no tan remoto 2003 una cantante de procedencia mozambiqueña sacudía los cimientos de la tradición con un disco que sería aclamado por la crítica y el público: Fado curvo, el segundo de su carrera, aportaba aire fresco y al mismo tiempo suponía un retorno a las raíces, tanto por la intensidad y poderío de la voz de la cantante, rica en matices, como por la selección de temas escogidos, entre los cuales algunos tan míticos como “Cavaleiro monge”, con letra de Fernando Pessoa. En su nuevo disco, 20 años después del inicio de su carrera, se cumplen asimismo los 100 años que hubiera cumplido Amália Rodrigues. Los organizadores del Festival del Mil·leni produndizan en los paralelismos de ambas: “Dos voces excepcionales. Dos carreras brillantes. En común, Fado, patrimonio eterno y universal de las músicas del mundo, ex-libris de Portugal. Pero también una conexión indeleble que trasciende. Cuando Mariza se propuso conquistar el mundo, arrebató públicos que, antes, solo Amália había logrado arrebatar”. El homenaje que rinde Mariza en el Palau es de algún modo el certificado de su propia grandeza y la muestra de la vitalidad de ese género en pleno siglo XXI, consiguiendo adoptar “el repertorio de la más legendaria de todas las fadistas a su manera, y llevarlo al siglo XXI sin quitarle el alma ni la identidad”.

'PELLÉAS ET MELISANDE'

Gran Teatre del Liceu, hasta el 18 de marzo

Inquietante, onírica, alusiva o enigmática. Son muchos los calificativos que pueden asignarse a la historia de amor que, inspirada en el mito tristaniano, recrea la ópera Pelléas et Mélisande de Claude Debussy, a partir del relato homónimo de Maurice Maeterlinck.

El carácter misterioso o incomprensible de la pasión amorosa se plasma en la puesta en escena de Alex Ollé, quien hace algunas temporadas triunfó precisamente con su espectacular Tristán e Isolda, asimismo dirigida por Josep Pons, como en la presente ocasión. Una alianza artística que ofrece altas garantías de éxito. Los organizadores del evento resaltan la extrañeza de la atmosfera recreada, en que “los personajes vagan silenciosos, ausentes y pasivos”. Apartado de la contundencia wagneriana, el lenguaje de Claude Debussy se presta a la ilustración musical del enigma que se resiste a ser resuelto, y cuya radicalidad es intuida a través de la introducción de elementos escénicos que llaman la atención y desconciertan a partes iguales, sin que pueda traerse a la luz su significado real. “Su propuesta -explican desde el Liceu- está concebida como una acumulación de preguntas y respuestas imposibles. La caja negra que preside la escena esconde el gran enigma; en realidad, es una metáfora moderna de la mente humana. Un gran bloque que esconde en su interior la complejidad de los códigos oníricos y la información sobre la trágica muerte de Mélisande y que, a su vez, se relaciona con el mundo exterior a través de un elemento fundamental: el agua”. El elemento simbólico ratifica la extraña presencia del significado que se manifiesta y oculta simultáneamente, como sucede en el curso de la actividad onírica. Junto a la influencia de las teorías psicoanalíticas que derivan de Freud se aprecia en esta puesta en escena un lenguaje próximo al surrealismo, que en nuestros tiempos -recuerdan los organizadores- cabe entender cercano a las propuestas de narradores audiovisuales como David Lynch o Lars von Trier, en que el deseo y la prohibición que lo aviva desafían toda forma de concepción diurna. El elenco vocal reunido en la ocasión, con el protagonismo de la pareja compuesta por Stanislas de Barbeyrac (Pelléas) y Julie Fuchs (Mélisande), cuenta asimismo con la participación de nombres de tanta relevancia como los de Sarah Connolly (Geneviève) o Simon Keenlyside (Golaud).

EXPOSICIONES

EXPOSICIONES

 01 / 03 / 22

LA MÁQUINA MAGRITTE

Caixaforum, hasta el 6 de junio

Absolutamente identificable por su lenguaje pictórico, por los enigmas que introduce en sus telas mediante un cromatismo primario y figuras sencillas, René Magritte ha sido reconocido como uno de los creadores más influyentes del siglo XX, trascendiendo el encasillamiento de “surrealista”. En la sede barcelonesa de Caixaforum puede disfrutarse hasta el 6 de junio de una retrospectiva organizada en colaboración con el Museo Thyssen-Bornemisza que reúne una significativa muestra de obras, el denominador común de las cuales es la plasmación de lo enigmático en forma de interrogante visual. Despierta el interés del espectador con una llamativa recurrencia en sus motivos, reconocida por el propio Magritte: “desde mi primera exposición, en 1926, he pintado 1.000 cuadros, pero concebido solo 100 imágenes. Estos mil cuadros existen porque he pintado variantes de mis imágenes; es mi manera para entender mejor el misterio, para poseerlo”. La paradoja acecha a esa voluntad de poseer lo que rehúsa ser poseído, manifestándose en forma de incomprensión -como acertijo en esencia irresoluble- desde su representación clara y distinta. La perplejidad que despiertan sus obras anima, por supuesto, algún tipo de resolución del problema visual planteado y, por tanto, de conciencia a propósito de la manera de comprender/representar la realidad. Para ilustrar ese proceso, la exposición de Caixaforum presenta la generosa cifra de 65 pinturas, además de materiales de gran relevancia que permiten seguir la trayectoria del pintor belga (una selección de fotografías y películas que reflejan su cotidianidad) y entender la “mecánica” de su proceso productivo. Los organizadores recuerdan que Magritte colaboró con la redacción, en 1950, de La Manufacture de Poésie, un catálogo de objetos imaginarios entre los cuales la “Máquina universal para hacer cuadros”. Artefacto que inspira el título de la presente muestra, y también, de hecho, la organización de la misma: “la exposición parte de la hipótesis de que esa Máquina Magritte existe y está compuesta por varios dispositivos interconectados correspondientes a conceptos recurrentes en la obra del artista, como el mimetismo y la megalomanía”. En la era de la reproductibilidad técnica, las “estampas” con variazioni de Magritte se empeñan en representar la imposibilidad de representación, figurativamente, con un descaro que no deja de sorprender. 

HISTORIAS LOCALES, DEBATES GLOBALES

Museu del Disseny

La magia de los objetos cotidianos radica, paradójicamente, en su carácter inadvertido. Quizá por su utilitarismo, o por el hecho de que -en no pocos casos- parece que “siempre hayan estado allí” desempeñando una función.

La cuestión es que alguien, en algún momento, hubo de concebir la necesidad o propiedad del “objeto común” -como reza el título de la exposición organizada por el Museu del Disseny- en un contexto dado, y lo proyectó con una finalidad bien clara y no un propósito meramente estético. El goce, con todo, que producen cuando los contemplamos en tanto que objetos bien pensados revela su carácter artificioso y artístico, una duplicidad que se distingue de la concepción desinteresadamente romántica de l’art pour l’art, pero que incide en las implicaciones vitales de todo artefacto, con un espacio asimismo para la aprehensión de la belleza, en gran medida promovida por aquella su “propiedad”. Los organizadores de la muestra sugieren el aura de autenticidad que se derivaría de su carácter práctico: “Asociamos el diseño a objetos que están presentes en nuestro día a día, pero también a unos objetos que tienen algo especial. Son unos objetos comunes a los que el diseño otorga un nuevo sentido gracias a los servicios que nos prestan, a la novedad de su aspecto, a las innovaciones que incorporan, a lo que comunican o a las emociones que nos despiertan”. Como fragmentos de la memoria colectiva, conforman una noción popular de cultura, con la posibilidad de contribuir a la integración de las personas en la sociedad: “son igualmente comunes -precisan desde el Disseny Hub- porque algunos son bienes compartidos y otros porque tienen una vocación social”. El subtítulo de la muestra permanente -Historias locales, debates globales- incide precisamente la integración de las dimensiones personal y universal a través de la realidad de aquellos objetos, en un contexto amplio, que trasciende las circunstancias particulares al tiempo que permite tomar consciencia de los hábitos comúnmente perpetuados.

FACE CONTROL

Foto Colectania, hasta el 20 de marzo

Últimas semanas para poder visitar la exposición colectiva en Foto Colectania que elocuentemente ha sido titulada con la expresión Face control. Una exposición que convive temporalmente con la que el CCCB dedica a la cuestión de la máscara, a propósito del carácter ambivalente de la apariencia reveladora/engañadora. Lo cierto es que vivimos en una época

de máxima exposición de la propia imagen, con la presencia de cámaras en cualquier lugar -también donde no se ven- y con la voluntaria -que no siempre consciente- narración de la propia vida a través de las redes sociales. Al mismo tiempo, y como una ironía del destino no especialmente agradable, la pandemia ha obligado y obliga a la reserva de esa parte que tradicionalmente se vincula a la identidad, a la seguridad que uno tiene de seguir siendo quien (cree que) es, de cara a los otros y sobre todo de cara a uno mismo. Hasta el 20 de marzo, la exposición reúne a más de 20 artistas, “tanto consagrados como emergentes, cuyas obras giran en torno al control bidireccional que recae sobre el rostro: por un lado, el que cada persona ejerce sobre la forma como desea que se perciba su cara, y por otro, el que procuran ejercer las fuerzas de poder sobre nuestra identidad”. La gestión -y control- de esa información vital se encara desde una perspectiva política, como da a entender su comisario Urs Stahel, que ha sabido hacer confluir fotógrafos tan importantes como Diane Arbus, Thomas Ruff o Richard Hamilton con otros contemporáneos, que exploran las posibilidades de la revolución digital y en suma de las nuevas tecnologías. Son los casos de Trevor Paglen, The Late Estate Broomberg & Chanarin o Shu Lea Cheang, “pasando por las de artistas emergentes -explican los organizadores- y propuestas extraídas directamente de internet y las redes sociales”.

VIAJE A ORIENTE

Museu Diocesà, hasta el 22 de mayo

La mirada de Marc Chagall sobre la espiritualidad judeocristiana, a través de la ilustración de algunos de los pasajes más llamativos de las Escrituras, ya motivó una interesante exposición en el Museu Diocesà, y en el presente mes -hasta el 22 de mayo- la muestra Viaje a oriente ofrece un diálogo no menos interesante, tematizando la mirada que muchos artistas europeos proyectaron sobre una cultura lejana y ancestral.

Los organizadores incluso se refieren a las “dos caras de una misma moneda” de la exposición, siendo la primera la que ofrece la pintura de finales de siglo XIX y principios del XX, con muestras de grandes maestros como Fortuny, Sorolla, Benlliure, Lluís y Francesc Masriera, Sánchez Barbudo o Agrasot. Por otro lado, la exposición se centra en las expediciones del Padre Ubach, monje que ejerció de documentalista en busca de una fidedigna plasmación de la realidad con una actitud pionera: “desconfiado de los juegos especulares de las fuentes intermedias, encamina sus pasos en el Sinaí y la geografía del Éxodo, el primer Gran Viaje”. No sólo se trata de una metáfora, más o menos gastada. El viaje, más allá del desplazamiento espaciotemporal que implica, constituye parte esencial de la vida, en la medida en que pone a prueba al viajero y lo torna consciente de la interpretación que proyecta en su cotidianidad. Especialmente en el momento en que se enfrenta a la extrañeza de quien no devuelve la propia mirada, ni comparte referentes. El desplazamiento externo revierte internamente en el viajero. Los organizadores explican, en este sentido, que “el viaje se configura como la transformación del propio viajero. Oriente, en la mirada occidental, siempre hace referencia al otro. Por tanto, de este viaje, deberíamos esperar la transformación del yo occidental”. Pero no cesa aquí el interés de una exposición como la propuesta por el Museu Diocesà. Desde una perspectiva actual, cabe “preguntarse si el cambio ya se ha producido, o si Occidente todavía no ha llegado al final de este viaje. Entonces, deberíamos cuestionarnos en qué punto del camino nos encontramos”.

LEE FRIEDLANDER

KBr de la Fundación Mapfre, hasta el 8 de mayo

La última exposición que ha programado el KBr de la Fundación Mapfre prosigue el camino iniciado hace apenas un par de años, ratificando el empeño de hacer ostensible al gran público la contribución de los principales nombres de la fotografía. Aquellos que han fomentado nuevas maneras de relacionarse con la imagen y la representación gráfica del mundo, infiltrándose en los medios de comunicación y la publicidad de manera más o menos consciente.

El caso de Lee Friedlander es paradigmático. Un artista precoz, con una carrera que se extiende a lo largo de varias décadas, caracterizada de inicio por esa voluntad documental que le inspira Walker Evans, participando de la denuncia de la injusticia social pero reflexionando asimismo acerca del hecho artístico. En la década de los setenta sus imágenes de la ciudad de Nueva York confirman su dominio de la técnica fotográfica, así como una sensibilidad especial en la captación de su medio circundante, con encuadres sumamente llamativos y diferentes juegos de espejos que promueven de forma premeditada la ambigüedad de lo representado, una evidente intención de renovar el lenguaje fotográfico. Los organizadores explican, en este sentido, que “como había ocurrido con los dadaístas y al mismo tiempo que el arte pop, el fotógrafo rompe con los medios de representación tradicionales y mira hacia la cultura popular en busca de inspiración. Para ello incorpora un repertorio banal, crea argumentos visuales confusos y sacude al espectador con un sentido de la ironía derivado de yuxtaposiciones de objetos e ideas aparentemente inconexos, que contrasta con la seriedad de los anteriores fotógrafos documentalistas”. La exposición de la Fundación Mapfre cuenta con unas 300 instantáneas, cronológicamente ordenadas, que incluyen por supuesto escenas urbanas, pero también paisajes y autorretratos. El visitante podrá asimismo consultar los diferentes proyectos concebidos por Friedlander hasta época reciente, en los libros de fotografía que muestran su plena conciencia de artista, así como la evolución de sus intereses y de su estética, que de algún modo culmina con el cambio de cámara. A finales de los años noventa, el fotógrafo sustituye su cámara de 35 mm por una de medio formato, una Hasselblad Supervise, con un objetivo Biogon de 38 mm y película 6×6. Como especifican desde el KBr, debido a su formato cuadrado y a este objetivo desarrollado por Zeiss, desaparece prácticamente la distorsión, ofreciendo una imagen absolutamente nítida (hasta en las esquinas, donde también se reduce de manera considerable la pérdida de luz). La sensación de claridad, de una naturalidad extraña, se resumen en la expresión: “Todo está ahí, delante de nosotros, con la misma densidad y presencia”.

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