Agenda cultural Barcelona febrero 2022

AGENDA CULTURAL
por JACOBO ZABALO

Una selección mensual de conciertos,
artes escénicas y exposiciones.

MÚSICA Y
ARTES ESCÉNICAS

MÚSICA Y ARTES ESCÉNICAS

 01 / 02 / 22

‘DESIG’ EN EL TNC

Teatre Nacional de Catalunya, del 27 de enero al 6 de marzo

El Teatre Nacional ha programado durante todo el mes de febrero la representación de una obra de Josep Maria Benet i Jornet dotada de un título inequívocamente frontal, que aborda sin embargo una de las cuestiones más complejas e inexpresables de la naturaleza humana. Quizá por eso -precisan los organizadores- la elección de una “atmósfera fantasmagórica y onírica” en la presente puesta en escena, un rasgo común a una de las más llamativas narraciones del enigma que constituye el deseo durante el siglo XX, como es la película Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick. Una obra inspirada por el Relato soñado del novelista y dramaturgo vienés, que a su vez había sido admirado por el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Volviendo, con todo, a la sala grande del TNC, la obra de Benet i Jornet -concebida unos diez años antes que aquella producción cinematográfica- cuenta con un elenco de artistas dignos de reseña, comenzando por su directora Sílvia Munt, que ha escrito al respecto que se pone en escena “un mundo en que lo que es verdad y lo que es sueño, deseo, se cruzan constantemente. Continuamente se juega con un doble lenguaje y también en un doble universo: lo que nos pasa y lo que querríamos que nos pasara. Como en la vida, si pudiéramos escucharnos sin filtros descubriríamos que muchas veces hay un doble juego en nuestras decisiones del que ni siquiera somos conscientes (…). El deseo nos hace caminar, nos hace volar, nos hace salir del aburrimiento, y, a pesar de querer esconderlo, se obstina en existir”.

La directora tiene asimismo palabras de agradecimiento hacia el creador de la obra, fallecido en 2020. Se refiere al “paso hacia el abismo” que él dio con valentía en 1989, “cuando aún todo era más difícil. Este empujón en la espalda que te hace saltar y te hace ser más valiente, sumergiéndote en lo que no es evidente”. La trama de esta obra puede parecer sencilla, algo que su redunda en la simplicidad de la escenificación (“Desig es la inquietante historia de un matrimonio que ve interrumpida su vida rutinaria. Llamadas anónimas y un coche que hace señas al lado de una carretera. La misteriosa conexión con una pareja de desconocidos. Los recuerdos de una noche que casi se habían borrado”) y, sin embargo, se percibe una profundización de calado psicológico gracias a las actuaciones de Laura Conejero, Carles Martínez, Raimon Molins y Anna Sahun. Abismándose a la realidad del deseo el espectador se impregna de su real complejidad, viéndose acaso reflejado en los pormenores de situaciones que se imponen desconcertantes. Reveladoras e inquietantes, diluyen las fronteras entre el sueño y la vigilia.

RECITAL DE PIOTR BECZALA

Gran Teatre del Liceu, 3 de febrero

Uno de los cantantes más solicitados del panorama operístico internacional, que el público barcelonés ha tenido el gusto de disfrutar en diferentes escenarios, vuelve en este caso al Gran Teatre del Liceu,

con un programa extenso y variado, que permitirá que sus mejores artes salgan a flote, desde la inaugural aria “Questa o quella”, extraída de Rigoletto, hasta la romántica “La fleur que tu m’avais jetée”, que en la ópera Carmen Don José le dedica a la protagonista homónima. Entre ambas, el tenor polaco, acompañado por la pianista Sarah Tysman, cantará cuatro canciones de Sergei Rachmaninov y cinco de Piotr I. Chaikovski, así como otros temas de Verdi, procedentes de su popular Il Trovatore. También algunas piezas menos conocidas por el gran público, como las tres canciones de Francesco Paolo Tosti o el aria con carillón del polaco Stanisław Moniuzsko, ya en su idioma materno. Un recital, como decíamos, enjundioso en extensión y contenido, a tenor de las piezas seleccionadas. En palabras de los organizadores, se tratad de “una ocasión para disfrutar de uno de los mejores tenores del mundo que, en los últimos años, ha crecido en volumen y densidad vocal, y una oportunidad para valorar la galería de personajes que crea en cada aria. Un compromiso personal con cada rol y el inmenso placer de escuchar, con su arte, a un intérprete en su plenitud de facultades”.

MANEL CAMP: PIANO Y CÍA

L’Auditori, 4 de febrero

Manel Camp es uno de los principales nombres del jazz catalán desde hace décadas. Uno de sus últimos discos, Tangram, mostraba la bien medida mezcla de experimentación y clasicismo

-respeto a la tradición sin renunciar a la creatividad- en una muestra de versatilidad que mantiene en cada una de sus intervenciones en directo. En la sala Oriol Martorell de l’Auditori, acogedora y de acústica notable, se acompañará de algunos de sus compinches habituales y de otros menos frecuentes. La lista es larga, pero incluye nombres como los de Ignasi Terraza, Elisenda Duocastella, Joan Monné o Elisabet Raspall, entre muchos otros, con una clara abrumadora -y fascinante- presencia del piano: “La imagen de Manel Camp -explican los organizadores- está siempre asociada al piano. Para piano ha compuesto buena parte de su obra y esta tarde la pone en las manos de quince grandes pianistas y buenos amigos. Será un (re) encuentro personal y profesional en el que podremos disfrutar de interpretaciones y reinterpretaciones y en los que los pianos y pianistas, con múltiples combinaciones, serán los protagonistas”.

SINFÓNICA DE VIENA

L’Auditori, 28 de febrero

Con un programa dedicado íntegramente a Ludwig van Beethoven, el compositor clásico más revolucionario en su época -y, seguramente, más popular de todos los tiempos-, la Orquesta Sinfónica de Viena se presentará de nuevo ante el público barcelonés bajo la dirección del maestro Andrés Orozco-Estrada.

En la sala grande de l’Auditori, que dos años atrás acogió un concierto excelentemente recibido, tendrá lugar la interpretación del Concierto para violín en re mayor, op. 61, con el protagonismo de la violinista noruega Vilde Frang. Una intérprete que ha actuado en los principales escenarios, y que destaca por la expresividad de su fraseo y la precisión de su afinación, proporcionando lecturas sumamente comunicativas, alejadas de los alardes de virtuosismo. A propósito de la pieza seleccionada, el único concierto que compuso Beethoven para violín -lo cual contrasta con los cinco que compuso para piano, a los que incluir una transcripción poco conocida del presente- decir que se convirtió en obra de referencia para otros compositores románticos, como en el caso de Johannes Brahms. A pesar de que en tiempo de vida de Beethoven el concierto no fue especialmente apreciado, la posteridad lo encumbró en gran medida gracias a su popularización por el prodigio Joseph Joachim, que con solo 13 años (décadas después del fallecimiento de Beethoven) lo interpretó y calificó como “el concierto de los conciertos”. Brahms debió tomar buena nota pues imitó su estructura tripartita, y lo compuso pensando en aquel mismo virtuoso, a la postre amigo personal. Compuesto en la época de su Cuarta sinfonía, la pieza se inicia con una larga instrumentación orquestal, marcada por el timbal de inicio, que prepara el terreno para la entrada del verdadero protagonista, tras la introducción de las maderas y cuerdas. Para que la emancipación del solista sea una realidad completa es requerida asimismo una entidad orquestal que le oponga resistencia o la acompañe desde el contraste dialéctico. El virtuosismo del violinista se eleva estimulado por el conjunto, con la brillantez y nobleza de un tema memorable -el del Allegro non troppo- que parece afirmarlo en un nuevo plano ontólogico, como sujeto sometido al vaivén de las circunstancias y al mismo tiempo emancipado, libre en sus filigranas. La emotividad de un Larghetto en forma de romanza dará paso al clásico movimiento de cierre en Beethoven, con aires de danza popular. Un Rondó (Allegro) conducido de comienzo a fin por el solista, que funciona como tercer panel de un tríptico perfectamente diferenciado. El carácter danzabile de ese último movimiento es solo una muestra de la expresividad rítmica que se encuentra en otras composiciones de Beethoven, paradigmáticamente en su Séptima sinfonía -que será interpretada por la Sinfónica de Viena en la segunda parte del concierto en la sala grande de l’Auditori- y de la cual ha trascendido el apodo que le aplicó Richard Wagner: “apoteosis de la danza”. Pero, como se ha destacado no todo es baile en esta imponente sinfonía. De su movimiento lento, el Allegretto, emana una profunda melancolía, trasladada eso sí gracias a un patrón rítmico que parece animado por la fuerza del destino.

‘QUINTA’ DE MAHLER

Palau de la Música, 24 de febrero

La otra Quinta sinfonía que ha trascendido en clave de popularidad por detrás de la de Ludwig van Beethoven, gracias a sus innovaciones formales y al consiguiente impacto en la conciencia de los oyentes, es sin duda la del bohemio Gustav Mahler. Quizá su sinfonía no posee -al menos de inicio- un tema tan espectacular como aquel que la mentalidad romántica asoció desde el siglo XIX a la irremediable presión del destino, ni es su figura comparable a la revolución protagonizada por Beethoven.

Con todo, los revolucionarios de la segunda escuela de Viena -Arnold Schönberg, Alban Berg, Anton Webern, por mencionar sólo al conocido triunvirato- vieron en él una especie de padre fundador, o quien realiza la difícil tarea de punto de inflexión entre un antiguo régimen compositivo y la liberación de la tonalidad por ellos desplegada. Además, consciente acaso de la coincidencia numérica, Gustav Mahler optó por abrir su monumental obra con un toque de trompeta llamativo -comparable, si bien desde la irónica distancia de su minimalismo solista- que en este caso no reproduce los embates violentos ni suscita la experiencia del destino, sino que preludia el majestuoso y desesperanzado despliegue de la subsiguiente marcha fúnebre (Trauermarsch). Por supuesto, no es ese primer movimiento el único que genera una honda impresión en el oyente, gracias a sus masas de sonido y los estallidos de una gloria ya imposible que propician los metales: el siguiente, de hecho, irrumpe tempestuoso y marcadamente vehemente (Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz). Un aparente lugar de remanso se alcanza con el jocoso Scherzo, que antecede al momento más sublime y extático: el célebre Adagietto, que copó la atención del gran público -melómano o no- a raíz de La muerte en Venecia de Luchino Visconti. La película, inspirada por el homónimo relato de Thomas Mann, la protagoniza en este caso un compositor, retrato vivo de la decadencia y las contradicciones más siniestras en un marco bellísimo. El final de este enorme políptico sinfónico -este mundo completo, con reglas propias, que es toda sinfonía mahleriana, como ha escrito Theodor W. Adorno en su maravillosa monografía, extrañamente agradable de leer- se culmina con un Allegro heroico, que transporta la noción clásica de Rondó a una dimensión completamente inusitada. La Orchestre de la Suisse Romande, bajo la dirección de Jonathan Nott, es el conjunto que el potente ciclo BCN Clàssics ha escogido para la interpretación de esta obra fundamental del repertorio clásico en el Palau de la Música Catalana. Un conjunto sinfónico de solera, con muchas décadas de trabajo a primerísimo nivel bajo el magisterio del director y erudito Ernest Ansermet. En la anterior visita del conjunto orquestal a este mismo escenario, hace ya casi una década, la sonoridad y entendimiento que demostraron los músicos sorprendió muy gratamente a la crítica, y el público quedó manifiestamente satisfecho. Así, este evento se plantea como uno de los indispensables del mes de febrero. Si hablábamos antes de la transformación del paradigma clásico -que Gustav Mahler conocía bien por su condición de director de la ópera de Viena- el programa del día 24 se completa con el juvenil y luminoso Concierto para flauta en sol menor, Kv. 313, de Wolfgang A. Mozart, protagonizado por el flautista Emmanuel Pahud, que durante buena parte de su carrera fue el solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín. El contraste entre ambas piezas será enorme, tanto en términos de formato como de expresividad, lo cual representa un aliciente más para no perderse el concierto que recomendamos.

BUNIATISHVILI Y SOKOLOV

Palau de la Música Catalana, 21 y 22 de febrero

Dos recitales de recomendación obligada, que se producirán en días consecutivos, el 21 y 22 de febrero en la sala noble del Palau de la Música Catalana, protagonizados por dos de los pianistas más importantes

de los últimos tiempos. Internacionalmente aclamados, han recibido en cada de una de sus visitas muestras visibles de afecto por parte del público barcelonés, que se frota las manos cuando se anuncia, finalmente, el programa que interpretarán. Se da la coincidencia de que ambos, tanto Khatia Buniatishvili como Grigory Sokolov atraen a sus incondicionales por la calidad de su pianismo, sin necesidad de precisar con mucha antelación las piezas escogidas en cada ocasión. Por eso se suele atrasar el momento hasta pocas semanas antes (como muestra de ello, el caso del segundo: a estas alturas, a finales de enero, aún no se sabe qué tocará). A propósito de Buniatishvili, desde hace poco que sí lo sabemos. Los organizadores del evento escriben: “Sus recreaciones de obras del repertorio pianístico se caracterizan por el apasionamiento con el que las defiende y el enorme virtuosismo con que afronta cada interpretación, llevando al límite las posibilidades físicas -¡e incluso acústicas!-, tanto de si misma como del espectador. No importa qué toque: Buniatishvili siempre sorprende y siempre emociona”. Y es que su personalidad interpretativa -no menos irrenunciable que la del carismático Sokolov- se mostrará con la pasión característica en un elenco maravillosamente contrastado de piezas, desde la meditativa Gymnopédie núm. 1 de Erik Satie a la vibrante y virtuosa Rapsodia Húngara núm. 2 de Franz Liszt. Entre ambos extremos, se escucharán diversas piezas del compositor romántico que más profundizó en el alma del piano, Friedrich Chopin, así como un Impromptu de Schubert y la emotiva transcripción de su serenata (Ständchen) por Liszt, de quien se interpretará asimismo su Consolation núm. 3. Una pieza de Couperin y dos transcripciones de obras de Bach, la primera la celebrada Aria de la Suite para orquesta, y la segunda el complejísimo Preludio y fuga para órgano BWV 543, realizada nuevamente por Liszt. Un recital intenso y ameno, generoso en emociones contrastadas -el de Khatia Buniatishvili-, que se producirá el día antes del programado por el ruso Grigory Sokolov. No sabemos qué nos deparará, pero -como en el día anterior- el compromiso con la música y la intensidad están garantizados.

L'ORFEO, POR BIONDI

Palau de la Música Catalana, 18 de febrer

Ópera fundacional del género, que tematiza la cuestión misma del canto dando a entender su poder taumatúrgico a partir del relato mítico, el Orfeo de Monteverdi

sigue siendo motivo de veneración por melómanos de toda estirpe. Con la recuperación de la música antigua y su interpretación con criterios e instrumentos de época -tradición interpretativa de la que Fabio Biondi es uno de sus nombres más ilustres- se ha vuelto a apreciar con la justa intensidad y dramatismo la historia que relata el descenso del cantor a los infiernos para conmover a las tinieblas y devolver a su amada a la vida. Al frente del conjunto Europa Galante, y con un elenco vocal digno de mención -con nombres como los de Roberta Invernizzi o Ian Bostridge- y la inestimable colaboración del Cor de Cambra del Palau de la Música, se podrá disfrutar de una versión en concierto de la atemporal favola in música, que una imponente fanfarria guiada por timbal y trompetas abre con magnificencia, y que conoce pasajes tan emotivos como el de la muerte de Euridice o, mucho más celebrativo, ese “Vi ricorda, o boschi ombrosi” que interpreta Orfeo.

EXPOSICIONES

EXPOSICIONES

 01 / 02 / 22

A TOUR DE FORCE

MEAM, hasta el 27 de marzo

El Museu Europeu d’Art Modern, que reconocidamente apuesta por las creaciones figurativas que se inspiran en la tradición -el caso de la exposición dedicada al italiano Roberto Ferri, discípulo lejanísimo de Caravaggio se antojaba antonomástico-, exhibe en su A Tour de Force un importante número de obras del artista norteamericano Shane Wolf. En total son unas 200, en diferentes tamaños, pero que tienen en común la representación del cuerpo humano, desde perspectivas insólitas o en contorsiones que podrían recordar a las de Egon Schiele, si no fuera por el exacerbado realismo de Wolf, en lo que respecta a las proporciones y a los matices de su trazo. El escorzo, frecuente y eventualmente exagerado, muestra lo que creíamos conocido desde puntos de vistas inusuales, dando un nuevo sentido al propio figurativismo. Los organizadores explican que en esta antología el artista “ha querido plasmar no sólo las obras finales sino todo el proceso de creación artística, desde la investigación compositiva abstracta inicial, las composiciones de valor, el guion gráfico y de colores, la investigación de posturas y los dibujos preparatorios finales, hasta llegar a la obra terminada”. En la línea de lo antes apuntado, prosiguen diciendo que “el estilo del pintor está inspirado en el clasicismo académico que venera tanto la belleza como el equilibrio. Asimismo, también está inspirado en un gesto muy contemporáneo, que se denota en el giro feroz de los cuerpos contorsionados”.

La representación artística deviene parte de la realidad, al alcance de los espectadores, y no una simple repetición. Es más, la selección artificiosa o focalización en determinadas partes de la anatomía humana, que podrían animar a una cosificación, de algún modo tematizan la cuestión de la propia mirada que realiza aquello que reconoce, en un sentido ya no meramente objetivo. En lo que respecta a la combinación de técnicas empleadas para suscitar ese efecto en el espectador, “la pintura de Shane Wolf transmite una sensación “táctil” de realidad. Los cuerpos se materializan mediante trazos de carboncillo, toques de sanguina y rayados de tiza blanca o Pierre noir. El artista utiliza esta técnica académica con destreza, combinándola con un toque contemporáneo muy audaz: el uso de colores deslumbrantes”. Se trata, por todo lo dicho, de una exposición que articula de manera soberbia la cosmovisión moderna del arte con algunas de las tendencias contemporáneas, en que se advierte la contemplación nunca completamente desinteresada de los cuerpos.

GAUDÍ EN EL MNAC

Museu Nacional d’Art de Catalunya, hasta el 6 de marzo

A lo largo del mes de febrero, y hasta el 6 de marzo, se puede visitar la exposición que el MNAC dedica al arquitecto barcelonés más icónico e internacionalmente apreciado. Con todo, la obra de Antoni Gaudí no son solo sus edificios, perfectamente identificables, que lo han confirmado como uno de los creadores más visionarios e influyentes. La exposición del MNAC

traslada una pregunta sencilla, pero de gran relevancia: “¿Podemos repensar hoy la imagen que tenemos de él?”. En efecto, la exposición, que entre otras cosas declina algunos de los clichés (“Gaudí no era un místico ausente del mundo”) pretende ser una aproximación más detallada sobre su vida y su obra, que los organizadores plantean como “un ejercicio de deconstrucción del mito, del artista y de su obra, a menudo reducidos y simplificados hasta convertirlos en una marca”. Con la intención, por tanto, de alejarse de los tópicos más manidos, se ha querido recrear el taller de Gaudí, para tratar de entender su forma de trabajar, concebir y en suma proyectar construcciones que, a la postre, trascenderían su época de un modo realmente impensable. Se reúnen más de 650 ítems -objetos arquitectónicos, de diseño y mobiliario, documentación, mapas y fotografías- que proceden de diversas colecciones, incluido el importante fondo propio del MNAC. Por si no es evidente, por lo anteriormente señalado, la importancia de esta exposición la ratifica el hecho de que esté programada para verse asimismo en el Musée d’Orsay del 14 de marzo al 17 de junio de 2022. Las conexiones que tenía Gaudí con otros creadores de la época se ponen de manifiesto en la exposición, que demuestra que el arquitecto “no trabajaba aislado del mundo” y, por tanto, “lo sitúa en el contexto internacional de la época con obras de Geoffroy-Dechaume, Thomas Jeckyll, William Morris, Auguste Rodin y Eugène Viollet-le-Duc”.

NAUFRAGIOS Y TORMENTAS

Fundació Vila Casas, hasta el 1 de mayo

Espais Volart de la Fundació Vila Casas acoge la exposición antológica de un enfant terrible de la escena artística barcelonesa, que dejó su existencia acomodada para sumergirse en ambientes menos

favorecidos y descubrir otras maneras de entender la vida; accediendo, al mismo tiempo, a la posibilidad de plasmarlos gráficamente, con un lenguaje intenso y personalísimo, de una expresividad que renuncia abiertamente a cualquier tipo de academicismo. Los organizadores de la exposición destacan la intensidad y dramatismo de sus creaciones -el título, en este sentido, busca ser profundamente sintomático de sus temas predilectos y experiencias vitales- así como algunas de las principales influencias que pudo experimentar en los primeros años de su carrera. Nombres tan diversos como los de Picasso o Munch, “pasando por Goya, Van Gogh, Gutiérrez Solana o Nonell”. Un artista que, no obstante, “gradualmente crea su propio imaginario expresionista -explican desde la Fundació Vila Casas- sirviéndose de un lenguaje cada vez más gestual o caligráfico. Flâneur incansable, extraía sus fuentes de inspiración tanto de la vida de la calle como de sus autores de cabecera, por ejemplo Stevenson, Conrad o Monfreid, todos ellos narradores de dramáticas aventuras en el mar vividas en primera persona, que el artista recreó de manera muy personal”. La muestra ha sido comisariada por Sílvia Martínez Palou y Àlex Susanna, y se organiza según la época y lugar de residencia a lo largo de un breve pero intenso y fructífero periplo vital. Las singladuras comienzan en Barcelona (1970-1985) y Sevilla (1985-1990), y prosiguen con frecuentes estancias en Marrakech y Madrid (1990-2000).

LA PRÓXIMA MUTACIÓN

Caixaforum, hasta el 17 de febrero

Últimas semanas para visitar una exposición de arte radicalmente contemporánea -desde su mismo título, de hecho- que interpela al espectador. A diferencia de tantas otras ocasiones, en esta difícilmente puede ser indiferente a la temática de la muestra, concebida en el marco del programa Convocatoria de Comisariado, como invitación a pensar

el mundo a partir de la interrelación de actores nunca del todo ajenos, es decir, como una colaboración constante y necesaria. El comisario de la misma, Xavier Acarín Wieland, reúne a creadores de generaciones distintas -como Nacho Criado, Eva Fàbregas, Dora García, Wolfgang Tillmans, Félix González-Torres, Antoni Llena, Àngels Ribé o Francesc Torres, entre muchos otros- que convergen en la intención de aportar, con sus respectivos lenguajes, nuevas pautas para la comprensión personal de la actualidad. Junto a la sensibilización ecológica, y la comprensión orgánica de la vida, aparece en primer plano la cuestión de la pandemia. Manifestación sintomática de un anhelo por comprender -constitutivo del ser humano, decía ya remotamente Aristóteles- que la actual crisis sanitaria apunta desde la necesidad de encontrar puentes, y profundizar en la interrelación de personas y culturas con una urgencia nueva -para la mayoría de nosotros-, incluso si no es realmente nueva. Basta con pensar en los desastres perpetrados por el hombre durante el siglo XX. En palabras de los organizadores, el virus puede ser entendido como “un agente subversivo surgido de las profundidades de la historia genética, acecha y revela un mundo frágil e incierto, entramado de ecosistemas al borde del colapso”. Con esta cuestión en mente, y desde la pluralidad e interdependencia -antes mencionadas- “la exposición traza cómo los artistas han trabajado el objeto desde lo sensorial, íntimo y efímero, para involucrar afectivamente al público. Al rastrear la performatividad del objeto, la exposición busca cómo las zonas de contacto y proximidad nos posicionan como entidades partícipes, latentes y situadas con y en lo circundante”.

BANKSY: THE ART OF PROTEST

Disseny Hub de Barcelona, hasta el 13 de marzo

Paradójicamente se ha convertido Banksy en parte del imaginario colectivo que, al menos en contexto urbano, ejemplifica lo que -se supone- ha de ser o hacer un “artista”. Su arte de la protesta -según reza el título de la exposición- circula perfectamente adaptado al mercado y a la apreciación de lo artístico.

Una posibilidad, de hecho, que el misterioso artista había ya anticipado en diferentes ocasiones. Por quedarnos con las más memorables, recordemos solo un par: por un lado, su falso documental Exit Through the Gift Shop de 2010. Una película en que el artista original, pero siempre de incógnito, se confronta con la posibilidad de imitadores menos sutiles y aun así comparablemente mediáticos -en la exhibición de mensajes subversivos, o contestatarios- que se convierten en objetos de consumo como cualquier otro producto. La otra situación que confirma la conciencia de Banksy a propósito de la problemática valoración de las formas de artes subversivas -tanto más inocuas, desprovistas ya de su mordiente- la encontramos con su intervención en el contexto de una conocida casa de subastas, con la autodestrucción programada de una de sus obras, una vez fue adjudicada al mejor postor. El arte pop ya había participado de una paradoja parecida a la que amenaza a Bansky, si bien el artista anglosajón se muestra más incisivo y pertinaz en el señalamiento de la contradicción. La muestra que hasta el 13 de marzo ofrece el Disseny Hub de Barcelona compila más de 70 obras, que en su gran parte proceden de colecciones particulares. Los formatos y las técnicas empleadas son sumamente diversos: óleo, acrílico o espray sobre lienzo y madera, serigrafías de edición limitado, esténcil sobre metal o hormigón, esculturas, instalaciones, vídeos y fotografías. Para no ser ajenos a la actual moda de las experiencias inmersivas advierten los organizadores que la exposición se inaugura con una instalación multimedia “especialmente creada para esta muestra dará la bienvenida al visitante, desvelando pistas sobre el misterioso artista, destacando sus piezas más importantes y enmarcando su insólita trayectoria, no exenta de polémica”.

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