El coCEO del grupo, Jordi Brau. © Miquel Gonzalez

La pirotecnia de La Traca crece con su expansión internacional y su gama ‘low noise’

El grupo, que vende sus petardos en su red de establecimientos y al por mayor, aspira a facturar 20 millones de euros este año

Después de años dedicados a la pirotecnia, Jordi Brau quedó impactado con el miedo que sintió su hija de dos años ante el estruendo de un petardo. Esa reacción fue el desencadenante de una reflexión que inició Jordi hace diez años en la empresa fundada por su padre décadas atrás: ¿hasta qué punto es realmente necesario que los petardos hagan ruido?

A raíz de esa reacción, el grupo de La Traca empezó puso en marcha un proceso para categorizar sus petardos en función del nivel de ruido, y se propuso revisar sus productos para rebajar su sonoridad, y apostar por efectos auditivos más suaves; todo depende de la composición química. Desde entonces, el grupo ha ido ampliando su oferta de productos low noise: más de la mitad de su catálogo tiene baja sonoridad —el 5% la tiene alta, mientras que el 45%, media—.

Ahora, estos productos de sonoridad baja representan el 55% de la facturación global del grupo Cialfir, que el año pasado ascendió hasta los 17 millones de euros. Este año, se propone llegar a los 20 millones, como destaca Brau, también presidente de la Asociación de Comerciantes de Fuegos Artificiales de España y secretario de Asociación Española de la Pirotecnia, además de tesorero de Comertia, que acumula décadas en una empresa que impulsó su padre en los años 80.

De hecho, lo que es ahora el grupo Cialfir tiene su origen en un hecho casual y en la capacidad de detectar oportunidades. En 1982, Rosa Estrada gestionaba un colmado en Palau-solità i Plegamans, y su marido, Rafael Brau, decidió un día comprar algunos petardos con el dinero que le sobró al comprar fruta para la tienda. Los petardos se vendieron rápidamente, y vieron una oportunidad de negocio. Un año después, abrieron una tienda de petardos en el mismo municipio, que tuvo una buena acogida.

Como explica su hijo, ahora al frente del grupo con su hermano Jaume, poco después Rafael Brau tuvo una nueva idea. En un momento en el que los petardos de Sant Joan se vendían por la calle sobre mesitas de camping —cual rosa de Sant Jordi—, Brau “se inventó las casetas metálicas” para venderlos, y se fue a convencer a la administración de que era necesario regular la venta por motivos de seguridad, a través de “una serie de medidas que todavía perduran”.

Desde entonces, los Brau empezaron a montar casetas, ya no solo en Catalunya, sino también en otras ciudades, aprovechando las distintas fiestas en la que los petardos tienen su papel a lo largo del calendario. A raíz de esta expansión, empezaron a llegar las tiendas físicas y, luego, se lanzaron al diseño del producto a través de fabricantes externos, y a venderlos también al por mayor. Ahora, trabajan con fabricantes sobre todo en China, pero también en España, Suiza y Albania.

“Lo que estamos haciendo es transformar la gama de productos para no tener que cambiar las tradiciones”

El grupo lleva sus petardos a las más de 50 tiendas que tiene abiertas durante todo el año y siete almacenes a nivel estatal, así como a los centenares de casetas que montan temporalmente —incluidas las 200 de Sant Joan, diversas de las cuales venderán sólo productos low noise—. Pero sus productos no se quedan en el grupo, y es que ejerce también de mayorista. De hecho, el 60% de su facturación proviene de retail, mientras que el 40% se corresponde a la venta al por mayor. Del total, el 10% proviene de la exportación, que ahora se acelera con el éxito de un producto del que el grupo tiene la patente mundial, y que se sale de la pirotecnia habitual: una bengala diseñada para cumpleaños, en la que las propias chispas encienden una vela con el número correspondiente: “Lo sacamos al mercado hace tres años, y está contribuyendo a la desestacionalización y a buscar una línea diferencial”.

Esta línea diferencial del grupo va más allá: también ha modificado las composiciones químicas de sus productos para reducir la contaminación que generan, y lleva tres años plantando árboles para contrarrestar la que no se puede evitar. “Lo que estamos haciendo es transformar la gama de productos para no tener que cambiar las tradiciones”, destaca Brau, también en referencia a la apuesta por la baja sonoridad y, especialmente a Sant Joan.

Petardos La Traca.
Caseta de petardos de La Traca.

“Es una noche mágica que queremos mantener, y tenemos que transformar los productos precisamente para mantenerla”, en una sociedad “cada vez más madura y cívica” que debe tener en consideración cómo afecta el comportamiento propio a los demás —como, en el caso de los petardos, a niños y niñas, personas con sensibilidad auditiva o perros y otros animales—.

La voluntad de mantener la tradición se hace patente con los datos: de los 40 millones que factura anualmente el sector de la pirotecnia en Catalunya, 15 se venden por Sant Joan, sobre todo en casetas como las de La Traca. El grupo lo nota no sólo en ventas, sino también en personal: Cialfir cuenta con una plantilla estable de 80 personas, que se multiplica hasta las 500 para estas fechas de fuegos artificiales.