Soldados alemanes arrestando judíos durante el levantamiento del Gueto de Varsovia (mayo de 1943)

1918-1943: 25 años cambian la historia de Polonia

En 2018 en Polonia se conmemora el centenario de la recuperación de la independencia en 1918 y el setenta y cinco aniversario de la revuelta del Gueto de Varsovia en 1943. Es un cuarto de siglo sin el que es imposible entender ni la Polonia ni la Europa actual porque buena parte de los problemas de la Unión Europea provienen del desconocimiento mutuo entre sus miembros

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n 2018 en Polonia se conmemora el centenario de la recuperación de la independencia en 1918, así como el setenta y cinco aniversario de la revuelta del Gueto de Varsovia en 1943; los veinticinco años que median entre una y otra fecha suponen un cuarto de siglo sin el cual no solo no es posible entender la Polonia actual: tampoco la Europa actual. El 7 de octubre de 1918, el Consejo de Regencia polaco declaraba la independencia del país. Las fronteras de la nueva Polonia tardarían, sin embargo, algunos años en consolidarse: por el conflicto de Alta Silesia; pero, ante todo, por la guerra con la Rusia soviética —1919-1921—, concluida por el Tratado de Riga, que restableció la antigua frontera oriental polaca. Así, pues, con la recuperación de la soberanía y la consolidación del territorio, se ponía fin a casi ciento cincuenta años de partición de Polonia por Rusia y los imperios centrales: Austria y Prusia; un siglo y medio jalonado por revueltas infructuosas —destacan las de 1794, 1830 y 1863—, lo que no logro extinguir el sentimiento de los polacos de uno y otro lado de pertenencia a una misma nación.

Soldados alemanes arrestando judíos durante el levantamiento del Gueto de Varsovia (mayo de 1943)

A su vez, el 19 de abril de 1943 estallaba la revuelta del Gueto de Varsovia, el perímetro, encerrado por un muro, donde, a partir de octubre de 1940, los alemanes confinaron a los judíos de Varsovia —450.000 personas—, para su progresivo envío al campo de exterminio de Treblinka. Reducida la población inicial del Gueto en un 80%, sus últimos habitantes se organizaron y se enfrentaron a los alemanes. Fue una acción desesperada, condenada al fracaso; una manifestación de protesta contra el trato inhumano, que termino siendo brutalmente aplastada.

Al inicio de la Gran Guerra, en 1914, muchos polacos comprendieron que el enfrentamiento entre Rusia y los imperios centrales era una oportunidad para recuperar la independencia de Polonia. Unos sostenían que la vía para lograrlo pasaba por apoyar a Rusia, caso del interesante poeta y dramaturgo Tadeusz Miciński, firme defensor del paneslavismo, quien, en el relato de 1911 Los robles de Chernobil, evoca la revuelta polaca de 1863 y se declara partidario de una alianza espiritual entre polacos y rusos. Otros, por el contrario, opinaban que la independencia solo se lograría formando tropas que liberasen el país ante el derrumbe tanto de Rusia como de los imperios centrales —como termino sucediendo—, caso, este, el del pintor y arquitecto Stanisław Witkiewicz.

El restablecimiento de la independencia y el desarrollo de un Estado moderno, con una diversidad de minorías y de confesiones, bajo la guía del artífice del éxito, el primer mariscal de Polonia y presidente de la Republica, Jozef Piłsudski —1867-1935—, dio paso a una etapa de bonanza para las comunidades judías, que, bajo la protección del mariscal, iniciaron un proceso de integración en la sociedad polaca.

Durante la Segunda Guerra Mundial, gran parte de las elites polacas, incluidos los judíos —“pues los judíos también eran polacos”, como nos recuerda el poeta Adam Zagajewski—, fue asesinada bien por los alemanes bien por los soviéticos. La experiencia terrible de la última guerra pone sobre la mesa la cuestión de Adorno acerca del sentido de la poesía después de Auschwitz y hace palidecer el proyecto de pensadores como Miciński, de una alianza entre los pueblos polaco y ruso sobre la base del Evangelio común.

El siglo XX ha sido el siglo de la mecanización, de las ideologías y de la aniquilación intelectual y física masivas; el siglo que oriento las conciencias de los europeos hacia un pensamiento más cínico y materialista; el siglo, en fin, del triunfo de la mediocridad. Por ello es por lo que las dos fechas que en 2018 se conmemoran en Polonia chocan —en apariencia— estrepitosamente. Pues, si nos trasladamos a 1918, los ideales de los hombres de aquel entonces, herederos del siglo XIX, se nos antojan irreconciliables con la abrumadora experiencia de la Segunda Guerra Mundial y posterior.

El proyecto de Gorbachov y de Kohl de una “casa común europea” bajo la forma de una unión de Estados con una relación privilegiada con Rusia, no pasa hoy por sus mejores horas y son, precisamente, los miembros más recientes de la Unión Europea los más sospechosos de euroescepticismo a los ojos de las sociedades de la Europa occidental. El historiador checo Jan Klima mantiene, sin embargo, en una entrevista reciente, que “la Unión Europea se preocupa por estos países, porque no los conoce; sin embargo, son estos países los primeros interesados en que la UE funcione”. Y remacha: “los cambios en los equilibrios de poder van conformando un orden mundial que tiene su correlato en las historias que más tarde cada país considerará como nacionales, pero que, al fin y al cabo, son el producto de lógicas que escapan a su control”. En efecto, buena parte de los problemas de la Unión Europea radica en el desconocimiento mutuo entre sus miembros, así como en el intento vano de explicar hechos en clave local inabordables. El doble aniversario que en 2018 se conmemora en Polonia es una buena ocasión para reflexionar sobre la posibilidad —!más bien la necesidad!— de alcanzar, a pesar de todo, un entendimiento.

Tropas alemanas en la calle durante la quema del Gueto (abril de 1943), autor desconocido