Pasar el verano en Barcelona es sinónimo de descubrir rincones de la ciudad que a menudo quedan cubiertos por el polvo de la rutina, la falta de tiempo y el estrés del día a día, especialmente cuando cae el sol y el día se alarga, igual que las ganas de aprovecharlo.
Aunque sea de Barcelona y me pasee más por el centro de la ciudad que la mayoría de los barceloneses, nunca dejaré de sorprenderme de la cantidad de turistas que miran embobados la fachada de la Casa Batlló de Gaudí y pasan de largo por la Casa Amatller, situada justo al lado de la anterior y formando parte del llamado cuadrado de oro o ‘manzana de la discordia’ del Eixample.
La Casa Amatller fue remodelada por el arquitecto, político e historiador del arte Josep Puig i Cadafalch (1867-1956). El edificio, que ya existía previamente y era conocido como Casa Martorell, había sido construido en el año 1875 en estilo neoclásico, propio de la etapa del Pla Cerdà. Además, el edificio contaba con una ubicación estratégica y muy demandada en ese momento, ya que el actual Paseo de Gràcia era un nuevo eje urbano, el gran boulevard catalán que unía el antiguo centro amurallado de la ciudad con el actual barrio de Gràcia.
Así pues, la reforma de Puig i Cadafalch se efectuó entre los años 1898 y 1900, cuando Antoni Amatller adquiere la propiedad y encarga al arquitecto la reforma de la planta noble (que tenía que usarse como domicilio habitual de la familia), el vestíbulo principal y la escalera de honor, cubierta por una imponente claraboya de cristal. El resto de los pisos tenían que destinarse al alquiler igual que el local comercial ubicado en los bajos del edificio.
En primera instancia, si observamos la fachada, vemos que destaca el uso de elementos como la cerámica, el hierro, los esgrafiados y los vitrales que se organizan al entorno del balcón principal, que corresponde con la planta noble. Como novedad, Puig i Cadafalch diseña un programa iconográfico relativo a la familia de Antoni Amatller en forma de esculturas, situado en la puerta principal de la vivienda y también en las ventanas del primer piso, evocando las actividades del empresario: industria, artes y coleccionismo. Completan la fachada los esgrafiados con ramas de almendros, símbolo del apellido familiar. Además, coronando la fachada encontramos diversas almenas en forma de escalones, que son el colofón del edificio y una clara muestra de la exaltación de la época medieval propia del momento histórico, pero también del especial interés del arquitecto por esta etapa.
Accedemos al edificio por una entrada opulenta, que me da la sensación de viajar en el tiempo sin salir de Barcelona, un vestíbulo a pie de calle cubierto de detalles que dan testimonio del nivel económico y cultural de la familia. Este vestíbulo se estructura al entorno de una imponente escalera noble que nos conduce hasta el primer piso, el domicilio de los Amatller, y queda cubierta por una gran claraboya luminosa, obra de Joan Espinagosa (1858-1931), un artesano del vidrio de gran renombre durante la etapa Modernista.
En la entrada del piso noble, encontramos situado estratégicamente el despacho de Antoni Amatller, lo que permitía al empresario recibir visitas de una manera práctica y discreta para el resto de los familiares, pero a la vez ostentosa para los visitantes, ya que nadie quedaba indiferente delante de la magnificencia del edificio. La posición del despacho también le permitía controlar la entrada y salida del servicio y la escalera de vecinos, ubicada en el vestíbulo de una manera mucho más discreta que la principal, junto a un ascensor de la época que aún está en funcionamiento. En esta habitación, Puig i Cadafalch combinó el esgrafiado con la cerámica policromada que recubre las vigas del techo y los vitrales emplomados situados a ambos lados.
Antoni Amatller nace el año 1851 en una familia dedicada al negocio del chocolate que inició su abuelo, Gabriel Amatller, y continuaron su tío y su padre: Domingo y Antoni Amatller. Antoni, desde joven, aprende el oficio y visita las fábricas de chocolate de países como Suiza y Francia para importar los avances técnicos en la nueva fábrica que mandó construir en Sant Martí de Provençals en el año 1878.
Antoni Amatller se dedicó al negocio del chocolate que había iniciado su abuelo y se convirtió en un visionario de las técnicas publicitarias
Amatller no es solo un empresario, sino también un visionario respecto al mundo de la publicidad, ya que desde el primer momento entiende que es tan importante la buena calidad del producto como la presentación y promoción de este y encarga a los mejores artistas nacionales e internacionales de la época que diseñen los envoltorios, los carteles y todo tipo de elementos publicitarios que hacen de los chocolates Amatller una empresa pionera e icónica a nivel publicitario. Entre estos artistas encontramos nombres como Alphonse Mucha o Apel·les Mestres.
Continuamos nuestro viaje en el tiempo por el resto de las estancias y llegamos al comedor de la planta, donde es inevitable fijarse en los suelos del mármol y, sobre todo, en la gran chimenea ubicada en el corazón de la habitación y decorada profusamente con una alegoría al comercio entre Europa y América a través de la proa de un barco, una clara referencia al negocio (la producción de chocolate) que es obra de Eusebi Arnau (1863-1933), uno de los escultores más representativos de la época.
Más adelante, encontramos el salón de la casa con la colección de cristales de época antigua que reunió Antoni Amatller (cerca de trescientos), completada por la colección de su hija, Teresa Amatller, que se corresponde a la época moderna. Ambas colecciones se encuentran expuestas en unas vitrinas que también fueron obra de Puig i Cadafalch y una gran lámpara que preside la estancia.
Hacemos una parada en la habitación de Teresa Amatller (1873-1960), la hija de Antoni Amatller y Cándida Cros, de quien se divorció cuando Teresa aún era una niña. La habitación, con increíbles vistas al Paseo de Gracia, se ha conservado con el mobiliario del conocido ebanista modernista Gaspar Homar (1870-1953).
Teresa Amatller es la gran protagonista de esta historia, ya que vivió en este edificio hasta su muerte el año 1960. Además, se hizo cargo del negocio familiar desde el año 1910, cuando murió su padre Antoni Amatller.
Antoni Amatller escribe en su testamento que la casa y las colecciones pasen a manos del Ayuntamiento en caso de que Teresa muera sin descendencia (tal como sucedió). Por este motivo, Teresa crea en el año 1942 la Fundación Instituto Amatller de Arte Hispánico para preservar su patrimonio y gestionar el inmueble. Encarga la redacción de este proyecto al historiador del arte y arquitecto Josep Maria Gudiol, que se inspira en la solución que adoptó la coleccionista americana Helen Clay Frick para administrar la colección de arte familiar (Frick collection) que está abierta al público y se puede visitar en la ciudad de Nueva York.
De esta manera nace la Fundación, con la voluntad de conservación de la casa y de las colecciones, pero también con el objetivo de potenciar la investigación en Arte Hispánico a través de la Historia del Arte. Con este segundo fin se crea una biblioteca que hoy cuenta con unos 30.000 libros de arte español y una fototeca con más de 350.000 fotografías de patrimonio. La sede del Instituto funcionó como biblioteca especializada en arte español y estuvo abierta al público de forma ininterrumpida en la planta noble de la Casa Amatller desde la muerte de Teresa el año 1960 hasta el año 2009, cuando se decidió abrir el inmueble como casa museo.
La Casa Amatller guarda una biblioteca que cuenta con unos 30.000 libros de arte español y una fototeca con más de 350.000 fotografías de patrimonio
Entre los años 2010-2014, la sede de la Fundación se traslada a la segunda planta del edificio. Toda la casa se rehabilita con el objetivo de recuperar y seguir la línea del proyecto original de Puig i Cadafalch, donde la arquitectura y el mobiliario se complementan el uno al otro para formar este conjunto armónico excepcional.
En definitiva, visitar la Casa Amatller es un viaje en el tiempo sin salir de la ciudad, una gran opción para una noche de verano en Barcelona, ahora que cada viernes y hasta finales de septiembre la Casa ofrece visitas comentadas con copa de vino incluida.