Con el golpe de estado de julio de 1936 se dio el pistoletazo de salida a tres años de conflicto bélico entre los defensores del Gobierno de la República y las fuerzas de derechas. Tres años de ataques militares que no solo se produjeron en las trincheras, sino que también afectó a la población civil y al patrimonio artístico. Para proteger y salvaguardar este patrimonio, la Generalitat creó la Junta del Tesoro Artístico que se encargaba de confiscar miles de obras, provenientes de colecciones privadas, iglesias o museos, para trasladarlas a diferentes depósitos repartidos por el territorio republicano, en València, el norte de Catalunya y, con el avance de la guerra, también en Ginebra.
Cuando el bando franquista ganó la guerra, los republicanos entregaron estas obras de arte al denominado Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) que empezó a devolver estas piezas a sus propietarios, desde grandes museos como el Museo de Prado hasta iglesias o particulares. Sin embargo, en algunos casos este proceso de retorno no se culminó nunca, ya que se desconocía su procedencia. De este modo, alguna de las obras confiscadas durante la Guerra Civil nunca fueron devueltas a sus propietarios originales y se repartieron entre centros e instituciones, desde museos hasta universidades.
En total, fueron ocho universidades españolas las que recibieron obras provenientes del SDPAN, como la Complutense de Madrid o la de Oviedo. Así, en enero y junio de 1942, la Universitat de Barcelona (UB) recibió dos depósitos con más de una veintena de objetos, entre pinturas, esculturas y piezas de orfebrería, que se utilizarían principalmente para decorar la nueva capilla del edificio. El centro ha iniciado ahora un proceso para reseguir el rastro de estas obras donadas a la universidad e intentar aclarar su propietario original.
El resultado de esta investigación es la exposición Arte dispersado por el franquismo. Las obras depositadas en la Universitat de Barcelona, comisariada por los catedráticos Arturo Colorado y Santos M. Mateos, y que se podrá ver hasta el 18 de julio en el Aula Capella del Edificio Histórico. Del conjunto patrimonial que fue donado a la institución, la UB todavía conserva once objetos —nueve pinturas y dos esculturas— que decoran diferentes espacios del centros, nueve de los cuales forman parte de esta nueva muestra. Una muestra donde lo más importante, como relata el doctor en historia del arte Santos M. Mateos, no es tanto la obra de arte en sí misma, sino lo que normalmente queda oculto, como son las etiquetas o la historia detrás de la pieza.
Para reseguir esta historia que esconde cada pieza, se ha llevado a cabo una “extensa y ardua tarea documental para aclarar quién era su propietario”, según su comisario, a partir de documentación procedente del Archivo de la Corona de Aragón, el Archivo Nacional de Catalunya y el Archivo Fotográfico de Barcelona. Como mínimo en uno de estos casos, la investigación documental ha dado sus frutos y se han podido establecer sus orígenes.
Se trata de la escultura de la escultura Sagrat Cor del escultor catalán Josep Llimona, el autor de la reconocida obra El desconsol, que actualmente se conserva en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), y es una réplica de esta obra la que preside la fuente del Parlament de Catalunya en la Ciutadella. A partir de fotografías, se ha podido averiguar que la obra Sagrat Cor decoraba, hasta el estallido del conflicto, la escalinata principal del Foment de la Pietat Catalana, entidad a la cual el SDPAN devolvió algunas obras pero no esta de Llimona. Dada por desaparecida durante ochenta y cinco años, en realidad había sido depositada en la UB, y ahora su historia se recupera mediante esta exposición.

En los otros casos, de momento, la investigación no ha podido reseguir su trazabilidad y averiguar sus orígenes. A pesar de que casi todas las obras depositadas en la UB conservan su etiqueta, la información que estas facilitan no permite descubrir su procedencia antes de la Guerra Civil, sino solo conocer el depósito en el que se guardaron, como lo del monasterio de Pedralbes, el del palacio del duque de Solferino, el del palacio Mercader de Cornellà de Llobregat o el del Foment del Treball.
Además de la escultura de Llimona, también se exponen otras piezas relevantes como el óleo sobre lienzo La continencia de Escipión, del siglo XVII y atribuida a la escuela de Luca Giordiano, o la copia de la Sagrada Familia del pajarito de Murillo, pintada por Antonio Estrada. A pesar de desconocer el origen de estas obras, y para poder contextualizarlas, la exposición no solo muestra estas piezas de arte —que durante años han decorado varios espacios de la universidad— sino también documentos de archivo, etiquetas originales, números de registro y otros elementos que revelan la trazabilidad de las piezas y su uso institucional.

“Lo más importante es dar a conocer la procedencia del conjunto de obras, pero también la tarea documental que permite determinar todo su itinerario”, sostiene Mateos. Por este motivo, la muestra no solo se podrá visitar físicamente en la universidad, sino también recorrer virtualmente dentro del Museo Virtual de la UB. Asimismo, está previsto que este conjunto de obras forme parte del segundo volumen del catálogo de pinturas del centro académico, con el objetivo de poner al alcance de la ciudadanía su legado artístico.