Salvador Rueda
Salvador Rueda, durante la conferencia organizada por RethinkBCN.

El ideólogo de la supermanza pide más ambición al Ayuntamiento

Salvador Rueda plantea un modelo para transformar 2.000 calles de la ciudad, reduciendo el 15% de los coches circulantes

A pesar de que las supermanzanas sean un concepto del que todo el mundo habla en Barcelona en los últimos años, se trata de una filosofía que hace décadas que está definida y se está aplicando. Fue el ecólogo urbano Salvador Rueda quién la ideó a finales de los años 80, empezando a probar estas áreas en el Born. Después vendrían la peatonalización de Gràcia y la supermanzana del Poblenou. En todo este tiempo, el término que Rueda pensó ha ido evolucionando y se ha ido replicando en muchas otras ciudades del mundo.

Actualmente, el consistorio está impulsando el programa Superilla Barcelona, una iniciativa que para Rueda solo incluye el nombre de supermanzana, pero no hace justicia a su significado. “La palabra supermanzana la utilizan como márketing”, ha expuesto Rueda en una conferencia organizada por RethinkBCN, órgano impulsado por Foment del Treball. “No son supermanzanas, son ejes verdes”, ha remarcado, añadiendo que el centenar de calles que el Ayuntamiento quiere peatonalizar en los próximos años sirven para “definir unas líneas y poca cosa más” y no atacan todos los problemas que sufre la ciudad, como la contaminación ambiental y acústica o la baja habitabilidad.

El modelo que Rueda planteó y que no está siguiendo el gobierno actual supone una transformación a gran escala de Barcelona y se aplica sobre todo el conjunto de la ciudad, sin concentrarse en el centro. En una urbe donde el 85% del espacio está dedicado a la movilidad rodada, el ecólogo urbano propone liberar el 70% del espacio, actuando sobre 2.000 calles y reduciendo el 15% de los vehículos que pueden circular. “Es cambiarlo todo sin cambiar nada”, ha expuesto. Según él, el coste de este plan se situaría alrededor de los 300 millones de euros si se ejecutara siguiendo un formato de urbanismo táctico.

Estas “pequeñas ciudades” que Rueda defiende servirían para incluir más derechos en las calles que el único que hay ahora, el de la movilidad. Esto supondría hacer de las calles un lugar donde andar, pero también entretenerse y debatir. Para él, este modelo permitirá que todo el mundo pudiera continuar llegando a donde quiera y seguir cogiendo el coche cuando lo necesite. “No estoy en contra del coche, sino del mal uso del coche”, ha sostenido.

El problema no son los ejes verdes, remarca el experto, sino que el modelo poco ambicioso que está impulsando el Ayuntamiento en el centro se está replicando en algunos otros puntos de la ciudad. Así ha señalado que se constata en el nuevo plan para el 22@, donde se definen ejes verdes y no supermanzas. “No entiendo por qué no lo estamos haciendo en Barcelona, cuando en otras ciudades sí que se hace”, ha señalado.

Para Rueda, el problema de aplicar su modelo no es un problema de tráfico —solo se reduce el 15%— ni económico —otras supermanzanas desarrolladas han supuesto un incremento como mínimo del 15% de la actividad económica—, sino político y de hábitos. “No estigmaticemos las supermanzanas, son nuestra solución y pueden proyectar a Barcelona como lo hicieron los Juegos Olímpicos”, ha subrayado.