Después de 15 años en el mercado español y de viajar por Europa y Asia, a los envoltorios sostenibles y reutilizables para alimentos Roll’eat les toca el turno que conquistar Estados Unidos, adentrándose en el día a día de las familias estadounidenses. Pero para ello ha sido necesario que el equipo de ocho personas que dirige la emprendedora Meritxell Hernández, en Barcelona, asimilara los hábitos y costumbres americanas.
El rectángulo de tela del Boc’n’Roll que la marca comercializa para envolver los bocadillos, mide 25 centímetros, y se quedaba pequeño para el típico sándwich americano, preparado con dos o tres rebanadas de pan de molde, tomate, lechuga, huevo duro, beicon y, tal vez, alguna pequeña hamburguesa. Ante esto, no ha habido más remedio que diseñar y producir unas envolturas de mayor dimensión y mejorar su cierre con una cinta adherente más ancha y resistente para sujetar mejor el contenido del paquete.
“Ha sido un trabajo de mejora de producto que también hemos tenido que hacer con los Snack’n’Go, ya que los americanos tienen por costumbre llevarse para comer un sándwich, pero también un snack“, explica la también fundadora y creadora del producto y de la empresa.
De momento, medio año después de la llegada de Roll’eat a EEUU, “la acogida ha sido favorable”. La compañía ha optado por la venta directa a través de un comercial que establecerá una red de distribuidores y que ha abierto un almacén en Pensilvania. “Necesitamos a un responsable que trabaje sobre el terreno porque es la mejor manera de recibir el feedback de los consumidores y adaptarnos aún más si cabe a sus costumbres”, comenta Meritxell Hernández.
Por ahora, la venta se realiza en tiendas o cadenas que atraen a clientes sensibilizados por el medio ambiente y la sostenibilidad, aunque también se ha abierto un portal específico para ese mercado. La previsión es facturar millón y medio de euros en el primer año de actividad, que se sumarán a las ventas globales de 2,2 millones con las que la firma cerró el 2021.
El objetivo final de Roll’eat es concienciar sobre la reducción de emisiones, dejando de utilizar materiales contaminantes para envolver los bocadillos y otros productos alimenticios y, hacerlo también, conquistando los niños. Cabe decir que la empresa asegura que una escuela consume en seis años una cantidad de papel de aluminio equivalente a 48 campos de fútbol.
Los diseños, sello de Roll’eat
Roll’eat sigue potenciando el mercado nacional —que supone el 50% de las ventas—, europeo y asiático —en Taiwán, Hong Kong y Singapur—, donde también hay que acondicionar los productos. Por ejemplo, para vender en Hong Kong las telas deben estamparse con diseños distintos, según las preferencias y la moda china. “Hay que tener en cuenta que, como política de empresa, rehuimos producir con o para licencias (tipo Disney, por ejemplo) porque enmascararíamos nuestra propia identidad y originalidad”, dice la emprendedora, que valora cómo la compañía es la responsable de toda la cadena de producción.
También a raíz de una necesidad surgida en Asia, donde las personas ponen en la fiambrera muchos alimentos líquidos, se incorporó a la gama de productos un smart bag, Grab’n’Go. Es una bolsa ecológica que aísla lo húmedo de la parte seca y protege todo lo que se puede derramar o gotear como los platos con salsa o la fruta pelada.
El cuarto producto que fabrica son las bolsas porta alimentos Eat’n’Out, que sustituyen a las de plástico o las grandes fiambreras para llevar los túpers o que sirve como bolsa para la compra diaria mínima.
Desde sus inicios en 2006, Roll’eat ha vendido más de 10 millones de productos a través de Internet y, de forma presencial, en los más de mil puntos de venta donde se puede encontrar el producto, en un total de 25 países. Esto ha contribuido, según datos de la empresa, a un ahorro de emisiones de C02 equivalente a las que produce un turismo si da 20 vueltas al mundo.
La nueva apuesta a futuro, la producción local
En pro de la sostenibilidad, desde finales de 2021, la marca Roll’eat también tiene una línea de productos bio, minimizando aún más el impacto ambiental. “Ya no podíamos reducir más la cantidad de residuos que ahorrábamos con el uso de nuestros productos, porque con ellos conseguíamos el residuo cero. Pero sí podíamos mejorar sus materiales. Y es lo que hemos conseguido: un producto 100% biodegradable, que sigue siendo reutilizable y duradero”, es el objetivo de la compañía.
Se ha empezado con la producción local de una gama de Boc’n’Roll y el Snack’n’Go —hasta ahora la compañía sólo fabricaba en China, a través de terceros— que incorpora materiales cien por ciento biodegradables, con un tejido llamado film biobasado y con un cierre de botón, hecho con cáscara de coco. Por este motivo, las líneas bio se fabrican en los municipios de Deltebre (Tarragona) y La Fuliola (Lleida).