Geni Camuñez Rodalies
Geni Camuñez, maquinista de Rodalies de la R1. © theNBP

Las maquinistas se ganan su hueco en Rodalies

Trabajadoras como Geni Camuñez representan el 14,5% de la plantilla total, proporción que ha crecido considerablemente en los últimos años, a pesar de que todavía esté lejos de la paridad

Cuando Geni Camuñez empezó a trabajar como maquinista en Rodalies en el año 2010, solo había un baño para todos los empleados en una estación cabecera de múltiples líneas como la de L’Hospitalet de Llobregat. Recuerda que había una compañera sevillana que cada vez que se cruzaba con otra saludaba efusivamente porque aquello no era nada habitual. “Te sorprendías mucho cuando te encontrabas con una”, sostiene Camuñez. Ha habido señoras que le han dicho que no podía entrar a la cabina, que aquel lugar era solo para el maquinista.

Han pasado 15 años y las cosas han cambiado, pero aún queda mucho por recorrer. Ya hay baños, duchas y vestuarios diferenciados, y no es tan raro ver a una maquinista en los trenes con los que se cruza durante la jornada. Ahora las trabajadoras piden tener una sala de lactancia. Aun así, la proporción de maquinistas sigue siendo baja, solo representan el 14,5% de la plantilla total de Rodalies, pero nada que ver con el 3,4% que había en 2010.

Como tantos otros trabajadores de Rodalies, Camuñez viene de familia de maquinistas, la suya, del Poblenou. En su casa, su padre lo era. Ella empezó trabajando en taquillas y su padre no la presionó para que siguiese su camino, dejó que fuese a ella a quien le apeteciese. “Me lo dejó caer y pensé, dentro de donde estoy, dónde puedo estar mejor. Era una oportunidad para mejorar”, señala. Ahí fue cuando se tuvo que poner a estudiar conceptos técnicos sobre trenes y vías. “Decían muchas palabrotas en clase”, bromea. El curso para maquinista lo combinó con trabajar por las tardes en taquillas hasta que se sacó la licencia. Aquí también se nota la brecha de género, con tan solo un 20% de chicas inscritas a día de hoy, por encima del menos del 10% que había hace una década pero lejos de llegar a la paridad.

Para ella, ser maquinista no fue vocacional y el mundo de los trenes no le apasionaba, como le pasa a muchos amantes del sector, como su padre y su hermano, quien ahora también está estudiando para sacarse la licencia. Pero le gusta que sea un trabajo que puede dejar en la cabina, sin llevarse dolores de cabeza a casa. “Te da libertad y es agradecido. Es un trabajo con vistas y no estás encerrada en una oficina”, defiende. Más ella que hace la R1, que conecta L’Hospitalet con Maçanet. Es la que va por la costa en la mayoría del trayecto, entre Badalona y Malgrat de Mar, por lo que siempre hay que tener las gafas de sol a mano. “Es una línea muy fácil, muy agradable y llana”, remarca, “la temporada de playa es la más complicada porque hay gente por todas partes”.

Eso sí, la conciliación no es fácil. Lo saben los que vienen de familia de maquinistas, con padres o madres ausentes durante Nochebuena o Reyes mientras pasan la noche en un hotel de Lloret para preparar los trenes para el día siguiente. Y se trabaja muchos fines de semana. Hay que decir que la tensión que se vive en el día a día de Rodalies también la sufren los maquinistas. Desde usuarios en el andén que les señalan el reloj cuando le ven llegar hasta aquellos que pierden los papeles. “Cuando hay una incidencia, yo también quiero plegar y llegar a casa”, subraya, sin olvidar que los maquinistas están preocupados por cómo se hará el traspaso del servicio a la Generalitat.

Cabina tren Rodalies
Vista desde la cabina de un Rodalies a su paso por las Tres Xemeneies de Sant Adrià de Besòs. ©theNBP

Pero no todos son quejas. Los usuarios se convierten en parte de la rutina y hay los que saben hasta cuándo se va de vacaciones. “Como si estuviéramos en la oficina”, dice. También están los que dan las gracias, “solo falta la propina”, apunta. Luego vienen las situaciones complicadas como cuando hace unas semanas un niño se quedó solo porque su madre se bajó del tren sin él y Camuñez lo entró a la cabina. De momento, aún no ha tenido ningún arrollamiento, algo más habitual de lo que parece para los maquinistas, y toca madera.

Desde hace un tiempo, Camuñez, jefa de tren, hace jornada reducida y sus turnos son más fijos. Vive en Argentona y deja a sus hijos en el colegio antes de ir hasta Mataró. Ahí coge el tren de la R1 que la lleva hasta Sants, donde hace el relevo con un compañero para completar el trayecto hasta L’Hospitalet (una parada). Cada día, hace tres veces el recorrido entre L’Hospitalet y Mataró. De momento, sus hijos no le piden ir a ver trenes, como hacen muchos. “Yo quiero que sean notarios. Si les gusta ser maquinistas, no les diré que no porque no se vive mal, pero me gustaría que tuvieran un trabajo de lunes a viernes”, recalca.