El Museu Marítim ha organizado dos nuevas exposiciones. La primera se puede visitar desde el pasado 6 de junio. Se titula Competir a mar. Regates de vela a Catalunya, y es una retrospectiva sobre la historia de las competiciones de vela en las costas catalanas. La segunda se ha estrenado esta semana con el nombre de Penèlope. La mar és teva, y se centra en la trayectoria de seis mujeres de distintas generaciones que destacan en la práctica de este deporte. Ambas muestras tienen en común la reivindicación histórica de la vela en Catalunya, que es una realidad desde un siglo antes de la presente irrupción de la Copa del América en Barcelona, donde se celebrará entre agosto y octubre próximos.
Competir a mar está organizada de forma cronológica. En Catalunya, la competición entre embarcaciones se remonta a principios del siglo XIX. El 10 de junio de 1821 es cuando se tiene constancia de la primera competición de embarcaciones de remo en aguas catalanas. En 1878, se fundó el Club Nàutic Tarragona, el más antiguo de Catalunya y segundo de España. En 1979, se fundó el Club Catalán de Regatas de Barcelona, y en 1881, el Club de Regatas de Barcelona. Fueron los embriones de los actuales Reial Club Nàutic de Barcelona y el Reial Club Marítim de Barcelona. En su origen, estos pioneros se dedicaban al remo, y fue ya en años posteriores que incorporaron la vela.
En el centro de la exposición, se exhiben dos pequeños veleros históricos que forman parte del patrimonio del museo. Uno es una embarcación de clase optimist fabricada en madera. Se trata de un velero para un solo tripulante utilizado para la iniciación de los más jóvenes. Junto a este, el patín Helvetia, fabricado también en madera en 1932. Este tipo de embarcación muy popular en las playas nació en las de Barcelona. Inicialmente, era un catamarán con remos que los nadadores utilizaban para alejarse de la contaminación de la costa en busca de aguas limpias. Con posterioridad, se añadió un palo y una vela. Una de las características del patín es que no dispone de timón y se gobierna desplazando el peso del navegante. Los patines forman parte del patrimonio marítimo autóctono catalán.
La vela vivió su gran momento de expansión en Catalunya tras la guerra civil, momento en que se reanudaron las competiciones y se crearon nuevos clubes náuticos por todo el litoral. En la década de 1970, Miquel Company, entonces presidente de la Federación Española de Vela, creó la Escola de Vela de Palamós, con la misión de formar regatistas olímpicos. Fue el inicio de la época dorada de la vela ligera en España, que proporcionó grandes medallistas en los Juegos celebrados desde entonces. Pero antes, estuvo Santiago Amat, al que la muestra presta una especial atención. A principios del siglo XX, empezó a practicar la vela y participó en los Juegos de París 1924, Amsterdam 1928 y Los Ángeles 1932, donde ganó la medalla de bronce. Años después, el éxito de la vela en Barcelona 92 dejó como herencia el Centre Municipal de Vela de Barcelona, en el Port Olímpic. Desde entonces, miles de personas de todas las edades se han formado en este deporte.
La segunda exposición, Penèlope, es la vista femenina de la vela a través de seis deportistas de distintas edades. Abril Marfà es la más joven, con 11 años, y Ana Pujol, la más veterana, con 68. El resto son Nora Garcia (18 años), Andrea Emone (28), María Torrijo (49) y Natàlia Via-Dufresne Pereña (51). La muestra se articula a través de una entrevista común a las seis en las que comparten sus experiencias y desafíos.
Ambas exposiciones forman parte de la Regata Cultural, el programa de actividades que acompañará la celebración de la Copa del América. El Museu Marítim demuestra que la tradición de la vela en Catalunya viene y va mucho más allá de la prestigiosa competición que tendrá lugar este verano. Inicialmente, se contaba con que las Drassanes, donde tiene su sede el museo, fuera uno de los escenarios institucionales y de actividades por parte de la organización de la regata. Se trata de un edificio único en el mundo y máximo exponente de la relación de Barcelona y la Corona de Aragón con el mar. Pero Copa América ha decidido apostar por centrar su actividad en el puerto. De hecho, en las dos exposiciones estaba prevista su participación, que al final no ha tenido lugar.
Barcelona confía en que la celebración de la Copa del América en la ciudad sea un catalizador en el desarrollo de la llamada economía azul, una de las grandes líneas estratégicas del desarrollo económico del área metropolitana. La capital catalana confía en atraer talento vinculado a la tecnología de este sector que la convierta en el gran hub del Mediterráneo. La Copa del América, desde su origen en 1851, es más una competición tecnológica que deportiva, pues el diseño del America, el navío que lo inició todo, ya obedeció a la ambición del New York Yacht Club de construir un velero ganador empleando lo último de la ingeniería marítima del momento.
Aquel año, el America venció en una carrera a otras 14 embarcaciones británicas. Hoy, la tecnología puntera sigue siendo la gran protagonista de la regata, que la sitúa como referente de la citada economía azul por las soluciones de navegación y maniobrabilidad de nueva generación que proporciona a la industria marítima. Esta es la gran apuesta de Barcelona al acoger este acontecimiento, convertido en una de las grandes citas mundiales del deporte. Y de la tecnología.