El fenómeno de las redes sociales es uno de los grandes frentes disruptivos aparejados a la revolución digital. A través de los perfiles en Facebook, Twitter o Instagram, miles de millones de personas interactúan de manera constante compartiendo informaciones de todo tipo. Se trata de unas relaciones anárquicas y voluntarias, pero que siguen ciertas normas y patrones -no escogemos por azar a quién seguimos-, y que de manera creciente tienen un influencia definitiva en una gran variedad de temas, hasta el punto que la elección de Trump en 2016 no puede entenderse sin el poder de las redes sociales y la posibilidad que estas ofrecen a los políticos de conectar con el votante de manera directa.
En su último libro, La plaza y la torre (Debate, 2018), el historiador escocés y profesor en Stanford Niall Ferguson se propone explorar la interacción entre el poder jerárquico, vertical, ejercido por Reyes, gobiernos y partidos; y el poder de la red, horizontal, ejercido por organizaciones y movimientos más planos, sin un nodo claro de mando. De ahí también la metáfora entre la torre, símbolo del poder vertical, y la plaza, símbolo de este poder horizontal, donde comerciamos y nos comunicamos. El propósito de Ferguson es doble. Por un lado, realiza un interesantísimo análisis sobre la teoría de redes -es decir cuáles son las dinámicas y normas que explican su comportamiento- y cómo ayuda a explicar la historia; y, segundo, da perspectiva sobre el fenómeno de Facebook y otros similares cuyas dinámicas y consecuencias se han dado antes en la historia. Como ha resumido Eric Schmidt, “Niall Ferguson le ha dado a Silicon Valley la clase de historia que necesitaba”.El texto arranca con el caso de los Illuminati, una de las primeras redes –en este caso en forma de sociedad secreta– que cuestionó y puso en jaque algunas las instituciones clásicas de poder. También, el autor, aborda otras potentes analogías para ejemplificar los efectos de las redes, especialmente a la hora de ejercer el poder político, pero no solo. Ferguson utiliza los fundamentos de la teoría de redes para comprender mejor fenómenos como la revolución americana, la caída de Nixon, también del éxito en el ámbito internacional de su secretario de Estado, Henry Kissinger (de quién el autor está en proceso de escribir una biografía en dos tomos), entender mejor la trama de la compleja obra de Shakespeare Hamlet, o cómo compara la invención de la imprenta de Guttenberg con el Facebook de Zuckerberg.
La dialéctica que establece Ferguson entre la torre y la plaza transita por algunos senderos comunes relacionados con la contraposición clásica entre Estado (vertical) y mercado (horizontal), incluso con las tesis frágil/antifrágil expuestas por Taleb. Sin embargo, el autor establece una distinción clara entre ambos términos, siendo este último, los mercados, un tipo particular de red, de las más sofisticadas. Pero hay muchas otras redes cuya dinámica no depende de los precios. Al Qaeda, por ejemplo, o los ya mencionados Illuminati, son potentes fuerzas reticulares que nada tienen que ver con los mercados descritos en los libros de economía.
Quizás una de las partes del libro más potentes e iluminadoras para con el momento actual es cuando a través de poner el foco de estudio en estos poderes informales se analizan fenómenos como el auge de Trump, cuya elección (ya en las primarias) no se entiende sin su ya famosa cuenta de Twitter que le permitió sortear, primero al aparato del partido republicano, y después, ya como candidato a la Casa Blanca, a los mass media americanos. El equipo de Trump supo sacar rédito del uso ventajoso de las redes sociales dominadas por el sentimentalismo y por mensajes claros y contundentes donde las conexiones están determinadas, principal y básicamente, por filias y fobias, reforzadas por el propio funcionamiento de los algoritmos que controlan dichas redes digitales. En este sentido, las redes sociales ayudan a polarizar el debate y generan un marco fértil para que políticos como Trump (o como Rufián o Iglesias en España) tengan mucho más gancho que aquellos que buscan el matiz y la verdad de las cosas.
En definitiva, un refrescante libro que invita a reflexionar sobre las implicaciones de un mundo cada vez más complejo e interconectado, al tiempo que arroja luz sobre la importancia de los poderes horizontales suele quedar fuera de plano, su influencia deja menos pistas y registros en archivos y bibliotecas en contraste con los más evidentes poderes jerárquicos, pero su influencia es fundamental para entender nuestro pasado y presente. Libro divertido y clarificador.
‘La plaza y la torre’: Niall Ferguson en Barcelona
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