Hace un año, a Daniel Vázquez Sallés, hijo de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Bangkok, 2003), le llamó un buen día José Colmeiro, experto en la obra de su padre. Le dijo que tenían que verse y no le quiso avanzar nada. Quedaron un viernes, recuerdan, para tomar un café cerca de la Biblioteca de Catalunya, donde el profesor de Filología Hispánica estaba procesando todo el material del escritor que la familia había cedido y se había puesto a disposición de los investigadores. Fue entonces cuando le contó que había encontrado una novela inédita de Vázquez Montalbán.
“Para mí fue una sorpresa”, recuerda Daniel, teniendo en cuenta que nadie tenía constancia de su existencia, ni la familia, ni los amigos, ni la agencia literaria. Asimilado el asombro, el hijo de Manuel Vázquez Montalbán se encontró con una novela escrita antes de que él naciera y pudo adentrarse en un universo que solo conocía de oídas, abriéndosele la oportunidad de descubrir qué libros leía su padre y qué canciones escuchaba en aquella época. Pero también de entender lo que significó para él la lucha clandestina contra la dictadura y cómo se las amañaba para sortear la censura en los sesenta. “Es como encontrarte con tu padre de 24 años. Es más que una fotografía que has visto mil veces, es una fotografía explicada. Como si cogieras la máquina del tiempo”, sostiene.
El descubrimiento de la novela inédita se ha revalorizado aún más con el hecho de que se trata de la primera novela de Manuel Vázquez Montalbán, muerto hace ya 20 años. Según Colmeiro, se escribió entre los años 1962 y 1965. Se inscribe de pleno en su paso por la cárcel, donde estuvo tres años por haber participado en las manifestaciones estudiantiles de apoyo a las huelgas de los mineros de Asturias de 1962 y fue condenado por Rebelión Militar por Equiparación. Los primeros tres meses los pasó en la Modelo, incomunicado de su mujer, Anna Sallés, también detenida en las manifestaciones y condenada a seis meses de cárcel. Luego lo trasladaron a la cárcel de Lleida, donde pasó la mayor parte de la condena. No sorprende que esa ciudad aparezca recurrentemente en sus textos referida como Aridel (de Lérida).
Los papeles de Admunsen, presentada este lunes en la Modelo y ya a la venta, está protagonizada por un joven intelectual frustrado porque no puede convertirse en escritor tras pasar tres años en la cárcel. Llamarlo Admunsen es una de las trampas que usaba Manuel Vázquez Montalbán para despistar a la censura franquista, así como situar la historia en Leiden, una pequeña ciudad de Países Bajos que solo tiene el nombre y es claramente Barcelona, con su Raval, zona portuaria y feria. El primer alter ego de un escritor que tuvo muchos es un antihéroe, “un filtro para enfrentarse a la realidad”, señala Colmeiro, mezclando la ficción con elementos autobiográficos y poniendo las bases de lo que sería su literatura. Tiene una estructura compleja, remarca el profesor de la Universidad de Auckland, recurriendo a la crónica del día a día pero también a la introducción del mundo publicitario en el que empieza a trabajar: “Es muy pop”. Además, es muy moderna, hablando de temas que no se trataban en aquella época como la crítica a la sociedad patriarcal o el consumismo.
La editorial Navona ha sido la encargada de publicar el nuevo libro de Vázquez Montalbán. Sigue así con la tarea de recuperar sus obras, cuenta el editor Ernest Folch. Completamente esencial, más teniendo en cuenta que algunas son difíciles de encontrar. Así, ha vuelto a publicar títulos como Autobiografía del general Franco, Los alegres muchachos de Atzavara y El estrangulador. Este año también han publicado Crónica sentimental de la transición. El año que viene será el turno de Erec y Enide.
La novela se encontró entre las 70 cajas de documentos que acumuló el escritor y que ahora descansan en la Biblioteca de Catalunya. Se toparon con un manuscrito escrito con la Olivetti de Vázquez Montalbán, entero y encuadernado, incluso con correcciones hechas por el propio autor. Se cree que lo envió primero al editor José María Castellet y luego al Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, tal y como consta en las guardas. De hecho, el nombre de Castellet aparece tachado para poderlo volver a utilizar y presentarlo al galardón, ya que en aquella época no era tan fácil como ahora hacer copias. Seix Barral debió devolvérselo y fue entonces cuando lo revisó. Y lo acabó guardando en un cajón.
Para Colmeiro, no llegó el momento de su publicación. No fue posible durante la dictadura y, cuando la censura terminó, el escritor había cambiado su estilo inicial más experimental, autodenominado como subnormal, y ya estaba en otra fase protagonizada por Carvalho. Esta puede ser la explicación de que nunca nadie supiera nada de Los papeles de Admunsen, más teniendo en cuenta que Vázquez Montalbán trabajaba a diferentes velocidades y muchos de los libros que publicó los había escrito hacía tiempo. Lo más importante es que no lo destruyó, como hacía con lo que no le gustaba, por lo que quería preservarlo y, quién sabe, si enviar “un mensaje en la botella”, como dice Colmeiro, a sus lectores del futuro.
No se cree que haya una nueva novela entre las 70 cajas, pero sí que se están encontrando materiales personales como cartas dirigidas a Salvador Espriu o Sara Montiel. “Hay trabajo para muchos doctorandos del futuro”, advierte Colmeiro. Lo único que sería un milagro que apareciera, indica su hijo, sería un poemario que el escritor perdió hace tiempo en una playa griega.