Casanova Beach Club
El Casanova Beach Club del grupo Lancaster, en Castelldefels.

La gastronomía y el ocio del grupo Lancaster se consolidan en las playas del Baix Llobregat

Con una experiencia de casi 20 años, la empresa suma siete locales, entre restaurantes y chiringuitos, con la mirada puesta en el tardeo

En la familia, lo de montar un negocio había estado ahí desde hacía tiempo. Primero fue con el desaparecido bar musical Sensa de Castelldefels. Pero no fue hasta hace casi 20 años cuando los hermanos Marcos y Ángel Casanovas pusieron la semilla de lo que hoy es el grupo de restauración Lancaster, en el que el ocio y el Baix Llobregat siempre han estado muy presentes.

El primero de todos fue el Lancaster, en la playa de Castelldefels. Así empezó la fusión, como le llama Marcos, entre tapeo al mediodía y copas por la noche. “Siempre hemos compaginado la gastronomía con la diversión”, remarca el consejero delegado del grupo. Sumaban así la experiencia de uno de los hermanos como cocinero durante años en muchos restaurantes con la del otro en el mundo de la noche. Fue el primero de una saga de restaurantes Lancaster, el segundo abrió en la parte interior de Castelldefels, con servicio de comida y cenas, y el tercero, en Gavà Mar.

Esa primera saga se recondujo, con el cierre del local original, por las quejas de los vecinos, y del segundo, porque la zona urbana no tiene la misma vida que el frente marítimo. “La diferencia es tremenda. Decidimos que todo lo que íbamos a montar a partir de ese momento iba a estar en primera línea de playa”, recuerda Marcos. Se concentraron en el Lancaster Beach Club de Gavà Mar y, con la llegada de un nuevo socio, Albert Estragués, llegaron los chiringuitos, estrenándose con el Carita Morena de Castelldefels. Hacía un tiempo se había sumado como socio Sergio Cocera, también cocinero, armando poco a poco un grupo que empezaba a crecer.

La lista se fue engrosando rápidamente: llegó el Casanova Beach Club, también en Castelldefels, y otro chiringuito, el Mosquito, en Viladecans. Justo antes de la pandemia sumaron el restaurante Embarcadero, ubicado de nuevo en la ciudad natal del grupo. Superado el parón por la covid, también fue el momento de incorporar más locales, el Mamut Beach Club, en Viladecans, y La Xancla, en Les Botigues de Sitges. Nada más y nada menos que siete locales que facturaron unos siete millones de euros el año pasado y emplean a 230 trabajadores. Los fines de semana, cuando el tiempo lo permite y no se resiste como este año, la clientela llega a los 2.400 comensales.

Con ese acelerón, ha tocado reposarlo todo en los últimos años. El grupo Lancaster ha entrado en una etapa de consolidación, pero también de organizarse para que nada se quede por el camino. Ha tocado montar un departamento de contabilidad y tener responsables de compras y eventos. “Para crecer más tienes que ordenar”, resume Marcos, ahora más centrado en la gestión de la cocina, pensando en la elaboración de las cartas y los menús.

Obviamente, se van abriendo nuevas posibilidades, aunque aún es pronto para conocerlas. Toca reformar el Casanova Beach Club. También está sobre la mesa dar más peso al tardeo, ahora que cada vez cuesta más que la gente se anime a tomar unas copas por la noche. De momento, lo de alargar las tardes ahora en verano se podrá hacer en La Xancla y el Mamut Beach Club. En invierno, es el turno para el Casanova Beach Club, con piscina incluida en la que no faltan las paellas pero también se puede probar la infalible gastronomía japonesa.