Mercè Boada es fundadora y directora médica de la Fundación ACE. ©Carme Escales
ENTREVISTA A LA DRA. MERCÈ BOADA

Mercè Boada: “Estamos estrechando el cerco al diagnóstico del Alzheimer”

Hablamos con la neuróloga e investigadora referente en Alzheimer y otras demencias, Mercè Boada, cuando se acaba de aprobar el primer fármaco en el mundo que retarda el deterioro cognitivo de personas con la enfermedad de Alzheimer en estados iniciales. Confía en que se podrá empezar a comercializar en España en julio de 2024.

Con su marido, el psicólogo Lluís Tárraga, Mercè Boada puso los cimientos de una ayuda que hace treinta años no existía. El invierno de 1991 lo hicieron mucho más cálido para las personas con demencias como el Alzheimer y sus familias. Abrieron un centro modélico en el acompañamiento de quien sufre deterioro cognitivo. Es el ACE Alzheimer Center Barcelona, del que Boada es directora médica. Desde él, y siguiendo el Programa de Psicoestiulación Integral (PTI) diseñado por Tárraga (que se utiliza en toda España) abrieron el primer centro de día para ayudar a esas personas a frenar la pérdida de memoria, escuchando las inquietudes y los miedos de sus cuidadores, atendiendo consultas y haciendo seguimiento de la evolución de cada paciente.

Cada uno de ellos guarda una historia, un misterio cerebral, una pieza con mucho valor en un jeroglífico global que profesionales como la Dra. Boada y su equipo se despiertan y se acuestan cada día con el deseo de resolver. Todo lo que observan, escuchan y mesuran en cada persona que atienden, lo contrastan con lo que pueden ir viendo que pasa dentro y en el entorno de su cerebro. Cada pista que encuentran es un valioso patrimonio en la investigación mundial.

— 28 de los 1.795 pacientes de todo el mundo participantes en el estudio que ha llevado a la aprobación del primer medicamento que retarda el deterioro cognitivo en enfermos iniciales de Alzheimer los ha aportado ACE Alzheimer Center Barcelona.

— Sí, España incluyó 142 enfermos, y el 20% de estos, nosotros. El estudio comprendía a casi 6.000 personas de todo el mundo, de las cuales solo pudieron entrar 1.795, el 30% de los candidatos, porque el resto no reunía las condiciones. Una de ellas tenía que ser tener deterioro cognitivo o demencia leve, y la otra, mostrar la presencia de las proteínas Betamiloide y TAU, precursoras —-cuando hay un cúmulo de ellas— de la enfermedad de Alzheimer, y estas se tenían que encontrar analizando su líquido cefalorraquídeo, el elemento más próximo al cerebro, que se obtiene a través de una punción lumbar o bien un PET de Betamiloide (marcador de neuroimagen) que la visualiza.

— Hace más de 30 años que se dedica al estudio del Alzheimer y las demencias. ¿Dónde estamos respeto a entonces?

— Ahora estamos estrechando sobre todo el cerco al diagnóstico, porque lo podemos hacer muy pronto, en una fase muy temprana. Hace 30 años no era una necesidad imperiosa, porque teníamos un diagnóstico clínico que lo veíamos, pero no teníamos tratamiento. En estos momentos, todo lo que se ha ido conociendo ha hecho que cambie el escenario para bien. La enfermedad es hoy de un éxito rutilante; aunque las familias y afectados piensan que hemos estado desvalidos y los hospitales sientan que estamos ante una enfermedad huérfana de un medicamento efectivo, se está avanzando mucho en la investigación. Hoy el Alzheimer es una enfermedad de una rápida transformación, pese a sus claroscuros.

— ¿Cuáles han sido los principales progresos?

— Desde el año 2003, nos habíamos quedado focalizando la eliminación de la proteína Betamiloide del cerebro, creyendo que todo el problema estaba centrado en ella; siguiendo la hipótesis conocida como la cascada de la Betamiloide, toda la investigación farmacéutica se centró en ella. Hasta 2023 no hemos tenido un fármaco para limpiar el cerebro de esta proteína, controlar su depósito y ofrecer beneficios clínicos. Los anteriores fármacos limpiaban, pero no procuraban beneficio. Otras hipótesis han ido creciendo a medida que hemos ido fracasando. Hemos visto, por ejemplo, que, si llega mucha dosis de estos fármacos dentro del cerebro, pueden verse efectos adversos con la presencia de un edema cerebral, a veces con una línea blanca pequeña que se ve en una resonancia; otras veces, con imágenes que te estremecen, a pesar de dar poca sintomatología. Pero así hemos aprendido a describir estas imágenes del cerebro y a controlarlas por parte de neuroradiólogos y neurólogos. Ahora sabemos ver otros procesos fisiológicos que intervienen en este tipo de demencia. Nunca se tiene que pensar que caer corta una carrera, tampoco quiere decir que te levantarás y ganarás la maratón, quizás no la ganes hoy, pero sí en 4 o 5 años. Si nos hubiéramos dado por vencidos, hoy no estaríamos donde estamos los investigadores, la industria farmacéutica, los enfermos y sus familias, todos corremos juntos en esta carrera de larga distancia.

“Si nos hubiéramos dado por vencidos, hoy no estaríamos donde estamos los investigadores, la industria farmacéutica, los enfermos y sus familias, todos corremos juntos en esta carrera de larga distancia”

— ¿Y dónde estamos ahora?

— Hoy podemos decir que tenemos un fármaco que ofrece unas posibilidades de control de esta enfermedad que no teníamos hasta ahora. Este es el gran éxito. Queríamos modificar biológicamente el desencadenamiento de la enfermedad. Las proteínas Betamiloide y TAU creemos que siempre están presentes en un cerebro con Alzheimer, son su marca de identidad. Las dos tienen vida propia, capacidades como un microorganismo que se deposita, se disemina y se mueve a través del cerebro, haciendo que la neurona y todo el entorno de ella se detenga.

— ¿Así se llega al deterioro cognitivo y la demencia?
— Sí, porque las neuronas hablan con un teléfono inalámbrico. Entre una neurona y la otra está lo que se conoce como espacio sináptico, el hilo inalámbrico son los neurotransmisores, sustancias químicas de gran complejidad que llevan la información de una neurona a otra. Si esta comunicación falla, falla el sistema. Externamente, podemos introducir neurotransmisores artificiales, esto es lo que se consigue con los primeros fármacos prescritos para Alzheimer. Pero si no tengo neuronas para hablar porque la enfermedad se las ha cargado, no hay nada que se pueda comunicar. El segundo paso es proteger la neurona, cosa que no han hecho estos medicamentos, mirar que la neurona no desaparezca. De ahí la necesidad de tener un diagnóstico lo antes posible, para que los millones de neuronas sanas y activas que mantienen su función, en relación con las que están cayendo o se están desplomando, hagan un balance positivo. Así los tratamientos tendrán mejor efecto, como los que ahora dispondremos.

La doctora Mercè Boada ACE Center
La doctora Mercè Boada, en el ACE Alzheimer Center Barcelona. ©Carme Escales

— ¿Una detección precoz hasta qué límite?

— El máximo posible, este es el límite o el no límite. Cuando la persona está en un estado de plena autonomía, capaz de decidir autónomamente y tomar decisiones sobre sus vacaciones, su estado financiero, puede llevar las cosas de la casa, llamar por teléfono y agendar, o conducir, pero su capacidad cognitiva del cerebro empieza a fallar. Ese es el momento en que realmente tendríamos que hacer el diagnóstico, y lo estamos consiguiendo. Un 40% aproximadamente de quien viene a hacerse un diagnóstico en nuestro centro tiene las características de deterioro cognitivo leve, no de demencia, es decir, está en los indicios previos a la enfermedad, en el estado prodrómico. En este punto, la familia acostumbra a decir que pierde memoria porque se hace mayor, o que no ha tenido nunca memoria, o bien porque ahora la madre está sola o el padre ha dejado de ser director de empresa, porque su mundo ha cambiado… Todo este contexto psicoactivo hace que no estemos tan brillantes como se nos supone que éramos. Pero tener hoy 75 años no es lo mismo que hace 30 años, en que éramos viejos. Esta es la gran evolución histórica de la medicina y lo que ha favorecido el gran progreso de la enfermedad de Alzheimer.

“Pero tener hoy 75 años no es lo mismo que hace 30 años, en que éramos viejos. Esta es la gran evolución histórica de la medicina y lo que ha favorecido el gran progreso de la enfermedad de Alzheimer”

— El aumento de la esperanza de vida da más trabajo, tanto a médicos como a investigadores.

— Cuando empecé en el Hospital del Vall de Hebrón, tanto en neurología donde estaba yo, como en traumatología y rehabilitación, cuando teníamos a una persona que había hecho una trombosis o una hemorragia cerebral, si tenía más de 65 años, los rehabilitadores entendían que no había nada que hacer y la dejábamos como enferma crónica. Ahora, a los 80 años ponemos prótesis. Mi madre hizo una trombosis con 88 años, entró en el programa ictus y después hizo rehabilitación para poder mantenerse en pie. La cabeza la tenía clara, jugaba al dómino, veía películas y estaba con los bisnietos. Estos son los grandes escenarios de hoy. 

— También en Alzheimer.

— También. Ahora estamos en el escenario que diagnosticaremos cada vez más en estado prodrómico —cuando se detecta cierta anomalía, malestar, síntomas previos a la declaración de la enfermedad—. Y además de diagnosticarlos con el estudio clínico, determinaremos también el fenotipo y el genotipo, las características que tienen, como por ejemplo el fallo específico de memoria focalizada en el hipocampo. Tendremos la guía de todo aquello que va dando lugar al Alzheimer. Con medicamentos como el que se acaba de aprobar en los Estados Unidos, tenemos que asegurarnos que en el cerebro haya trazas detectables de que tenemos Betamiloide y que el deterioro cognitivo sea leve. Ahora mismo, esto solo lo podemos confirmar haciendo una punción lumbar que es común en el mundo de la neurología, pero que, además de ser una prueba invasiva, no a todo el mundo se le puede hacer. De momento, únicamente de este modo podemos localizar beta y tau y saber si el punto de corte de su cúmulo es patológico o no. Solo así podremos tratar con este nuevo fármaco. La alternativa a la punción lumbar es buscar un marcador de neuroimagen (PET de Betamiloide) que es caro para nuestro sistema de salud, por encima de los 1.200 euros. Si no se percibe esta proteína, aunque tengan deterioro cognitivo o demencia leve, no se puede administrar la nueva medicación porque lo que hace el fármaco es limpiar la Betamiloide, y si no hay, no hará nada. Esta es la mayor restricción de la prescripción de este fármaco.

— ¿Para otras fases también se investiga?

— Y tanto. Y este es el éxito en la enfermedad de Alzheimer, que con cada pequeño adelanto haremos aflorar otros. Este medicamento aprobado en los Estados Unidos, Lecanemab, ahora ya su nombre comercial es Lequembi, es la punta del iceberg. Significa dos éxitos a la vez. Primero, haber conseguido que clínicamente tenga mejoría la enfermedad, que no quiere decir curar. Quiere decir que, si mi pendiente de caída es del 100% ahora la pendiente se ha reducido un 27%. Ha hecho que el declinar sea menor. Le han sacado peligrosidad a la caída, algo más del 25%. Si la pendiente es más suave, en el tiempo del tratamiento, 18 meses en el mapa de la fórmula matemática, con el 27% puedo ganar 5 o 6 meses de vida de estas personas. Este es el éxito clínico.

— ¿Y el otro éxito?

— La otra ventaja es que, una vez que yo tengo un fármaco en el mercado, la gente tiene más calidad de vida y supervivencia. Pero también consigue que los otros fármacos en investigación puedan adecuarse, aprender, modificar, como ha pasado en oncología. Un objetivo me lleva a otro. Aunque se gane solo una supervivencia de dos o tres meses, en este tiempo aprenderé cuáles son los efectos más inmediatos, y en un futuro, y gracias a estas personas, el progreso se podrá traducir año tras año. Este ha sido el éxito de la oncología y será nuestro éxito. Entenderemos que un tratamiento no irá solo, sino que tendremos que combinarlo con otros, como ya se hará ahora, pero tendré otras dianas que no serán la Betamiloide, que irán consiguiendo que sumatoriamente mejore el paciente.  Esto no es ciencia ficción, esto ya lo tenemos y lo iremos mejorando. A finales de 2024 o 2025 quizás tengamos dos fármacos más, y a medio plazo, cuanto más conozcamos cómo se comporta en el mundo real el Lequembi, tendremos más posibilidades de mejora y mejores perspectivas.

“La otra ventaja es que, una vez que yo tengo un fármaco en el mercado, la gente tiene más calidad de vida y supervivencia”

— De todas formas, la aprobación en los Estados Unidos no significa una llegada inmediata  aquí.

— No. Ahora lo tienen aprobado en los Estados Unidos, pero tienen que negociar precios, normativa, parte administrativa y este otoño se podrá prescribir o quizás antes, pero la regulatoria norteamericana no rige la europea, que tiene una agencia propia del medicamento y que tendrá que aprobar también el nuevo fármaco y todo el que va detrás. Lo hará un comité de expertos, que lo validará, permitirá que entre al mercado europeo. Europa es algo más conservadora y quizás la maquinaria aquí va más despacio, pero contando ya con la aprobación de la FDA (Food and Drug Administration), solo hará falta que los expertos europeos analicen los resultados y digan si son laudables o no. Creo que será rápido. Un buen escenario sería que a finales de este año ya estuviera aprobado en Europa. Después, cada Estado tiene su agencia y proceso regulatorio. Con muy buenas perspectivas, el fármaco podría ser parte de la prescripción pública en España en julio del próximo año. Esperamos tener este regalo el próximo verano.

“Con muy buenas perspectivas, el fármaco podría ser parte de la prescripción pública en España en julio del próximo año”

— En ACE, ¿tendrían muchos candidatos a tomarlo?

— Pues aproximadamente entre el 40% y el 60% estarían en esta franja de prodrómicos o con demencia leve. Pero cada caso tiene que pasar por un embudo, el de los biomarcadores de Betamiloide y habrá que hacer la punción lumbar para depurar bien este diagnóstico biológico de la enfermedad de Alzheimer. En ACE esto representaría entre el 10% y el 15% de este colectivo (ese 40% al 60%).

Mercè Boada
Boada destaca que barcelona es un hub internacional en investigación y es referente en la enfermedad del Alzheimer. ©Carme Escales

— ¿Se estudia también alguna alternativa a la punción lumbar para encontrar biomarcadores y hacer diagnósticos más al alcance de todos?

— Sí, hace tiempo que se están buscando marcadores que nos digan que estamos ante la enfermedad de Alzheimer, que son marcadores de TAU en una muestra de sangre. Estos estudios ya están muy avanzados para conseguir la aprobación de un biomarcador periférico de la enfermedad, con una sencilla extracción de sangre. Sería más fácil, mucho más barato y repetible, y esto agilizaría muchísimo la prescripción de los tratamientos y manejo de enfermos para ser tratados. Hace muchos años que se investiga, quizás en un futuro muy próximo lo podríamos tener aprobado. La Betamiloide no se puede encontrar en la sangre en cantidades muy pequeñas, pero la TAU es muy fácil de detectar. Y, si hay, se correlaciona con la Betamiloide que está al cerebro. Esto lo estamos viendo en la investigación, relacionamos resultados de líquido cefalorraquídeo y plasma. En ACE tenemos relacionadas 1.500 muestras de líquido cefalorraquídeo con 1.500 de plasma para confirmar su buena correlación. Estas muestras biológicas están enriquecidas por su estudio genético, de neuroimagen y su fenotipo. Estos estudios son los que consolidarán el uso de marcadores periféricos, y nosotros ya tenemos mucha experiencia en ellos. Sería un éxito que en un año se consolidara la aprobación de estos biomarcadores periféricos que nos harían nuestro trabajo mucho más fácil y donde toda la investigación en el mundo tiene puesta la atención.

— ACE es un centro pionero que atiende los 360 grados de la vida de una persona con demencia.

—Ese es nuestro objetivo. Somos una fundación sin ánimo de lucro, tal como la pensamos cuando la pusimos en marcha, para acompañar a la comunidad Alzheimer y para darle, no la dignidad, que ya la tiene, y no se la tiene que dar nadie, sino para ponernos al servicio de sus necesidades, saberlas en cada momento, porque van cambiando. Nuestra pregunta es: ¿Qué podemos hacer por ellos? Tenemos ahora mismo activos 24 ensayos clínicos y hemos hecho 152 desde el año 1996. Contamos con una colección de 19.400 muestras genéticas que aportamos a estudios internacionales que tienen un peso importantísimo porque son muy homogéneas, porque son de un solo centro con un protocolo. Esto es un valor muy preciado y necesario para la investigación internacional porque no es tan habitual encontrar colecciones tan grandes con esta homogeneidad, precisión y la misma manera de guardar los datos, esto le concede un valor extraordinario a nuestra colección que está al alcance de todo el mundo que quiera investigar.

“Somos una fundación sin ánimo de lucro para acompañar a la comunidad Alzheimer y para darle, no la dignidad, que ya la tiene, y no se la tiene que dar nadie, sino para ponernos al servicio de sus necesidades”

— Y eso, a la vez, sitúa a Barcelona en un lugar destacado en la investigación sobre demencias.

— Barcelona es un hub internacional en investigación. Aquí tenemos centros que trabajan desde hace tiempo sobre los biomarcadores de plasma y líquido cefalorraquídeo. Este liderazgo nuestro —de ACE— en el rigor de nuestras muestras genéticas, (la colección recibe el nombre de GR@ACE) hace que seamos miembro activo de grupos internacionales de investigación donde participan también centros de prestigio como Mayo Clínic, las universidades de Pittsburgh, South Texas, y Washington y grupos internacionales de genética como el Cohortes for Heart and Aging Research in Genomic Epidemiology. Somos parte también del Alzheimer’s Disease International, la federación mundial de asociaciones dedicadas a la enfermedad y de la European Alzheimer Disease Consorcium. En algunos estudios internacionales hemos llegado a aportar el 40% de las muestras genéticas y estamos presentes en cualquier estudio de genética que se diseña. Los centros de Catalunya ocupan los primeros lugares de excelencia en el ránking de toda España y también a nivel internacional en términos de publicaciones. Ahora mismo, siguiendo el ideario de cuanto más mejor y nadie excluido, hemos conseguido una importante beca del Instituto Carlos III para empezar a hablar de medicina de precisión, donde la genética tiene un papel relevante, y se añadirán biomarcadores e inteligencia artificial. Este programa lo lideramos las fundaciones Reina Sofía, Pasqual Maragall, el Hospital de Sant Pau y nosotros. Trabajando juntos conseguimos resultados notorios y posicionarnos en el escenario y mirada internacional.