El sur de Inglaterra fue el escenario en el que se disputó la regata que, entonces aún sin saberlo, sería el origen a la que ahora es la competición internacional más antigua del mundo. Fue en 1851, cuando el New York Yacht Club recibió una invitación para participar en unas regatas en Cowes, enmarcadas en la Exposición Universal de Londres. Los neoyorquinos desplazaron hasta ahí su embarcación, una goleta llamada América y diseñada expresamente para ganar esa competición. Y así lo hizo: el América se llevó la copa conocida como la Jarra de las Cien Guineas a Estados Unidos. Desde entonces, múltiples equipos con la bandera británica han tratado de devolverla a su lugar de origen. Aún no lo han conseguido, pero el Ineos Britannia tiene el foco puesto en que las cosas cambien en esta edición.
Para ello, el equipo trabaja a un ritmo frenético en su base del Port Vell. Ubicada a escasos metros del centro de divulgación America’s Cup Experience que ha devuelto a la vida temporalmente el edificio del antiguo Imax, la base se ha convertido desde hace un año y medio en el lugar de trabajo de unas 140 personas, que conforman un equipo bien estructurado en el que la fase eliminatoria hace aflorar la tensión. “Hay algo de nervios, pero todos tenemos mucha experiencia y hemos estado ya en situaciones como esta; la tensión se nota y sube, pero todos tenemos tablas suficientes para controlar los nervios”, garantiza el entrenador del equipo Xabi Fernández.
El equipo trajo consigo a Barcelona su experiencia, y también sus costumbres: el horario británico impera en la base pese al clima y al ritmo mediterráneo de la capital catalana. La base se despierta pronto, y sobre las siete de la mañana ya empieza a tener actividad. Cuando los regatistas llegan a la base, ya les espera el simulador: empiezan la jornada con una sesión de cerca de una hora que reproduce las mismas condiciones climatológicas que ese día se encontrarán en el agua. “Así, los regatistas cogen la onda”, explica Fernández, también medallista olímpico. Después, un desayuno saludable, es el turno de las reuniones sobre estrategia y táctica, así como de revisión de los puntos con los que se puede sacar más rendimiento al barco, también en función del equipo con el que se tenga que competir.
Las reuniones se llevan a cabo en la sailing team room, junto a la entrada principal y de la recepción de la base, que cuenta también con cocina, comedor, una terraza que invita a la calma, y un gran hangar en el que descansa y se prepara el barco AC75, que entra y sale del mar a través de un sistema de grúas. En una competición que es tan deportiva como de ingeniería, una extensa oficina da cabida a los cerca de 60 profesionales del equipo de diseño. Para dar forma a sus proyectos, la base cuenta talleres de hidráulica, electrónica, fabricación de moldes y piezas, y seis potentes máquinas de coser para trabajar y modificar las velas. La parte deportiva también cuenta con sus instalaciones específicas en la base: un gimnasio bien equipado y el simulador conforma la base del entrenamiento de los regatistas. Eso, y el mar, por supuesto.
Y es que, después de comer temprano, manteniendo ese horario británico, el equipo sale al agua en sesiones que se alargan varias horas, ya sea para entrenar o para competir en las regatas eliminatorias que empezaron la semana pasada. Las características del viento y las olas de Barcelona juegan aquí a favor de los equipos: el momento más favorable del día suele ser poco después del mediodía —de hecho, las regatas se programan siempre a las dos—. “En otras ediciones, las regatas han sido a las 11 de la mañana, y te deja sin tiempo suficiente para prepararte el mismo día. Con este horario, hay más margen y se puede ser más productivo”, explica Fernández.
Y el día no acaba tras las regatas, ni mucho menos: aunque los regatistas terminan antes y priorizan un necesario descanso, otros miembros del equipo todavía tienen una larga jornada por delante. Es el caso también de Fernández, que entrena al equipo junto a Rob Wilson. Tras la sesión en el mar, toca analizarla, también a través de la información recogida por los propios barcos: “Por muchos datos que recopile el barco, no valen para nada si luego no los analizas”. También el equipo de diseño sigue trabajando en la base para que toda la información esté analizada a la mañana siguiente, y otros integrantes del equipo se encargan de asegurar que el barco esté listo para su siguiente uso. “La base no está abierta 24 horas, pero casi”.
Volver a casa después de la jornada, termine cuando termine, es fácil. La mayoría de los miembros del equipo residen en el Poblenou en varios bloques de edificios, algunos con sus familias al completo, y se mueven en bici, moto, Metro y bus. “Todos están muy cómodos en Barcelona, tanto por la navegación como por el estilo de vida”: más cerca del Reino Unido que cuando se han disputado ediciones en la lejana Nueva Zelanda, y con colegios internacionales de habla inglesa para sus hijos.
A Fernández le gusta estar en la ciudad por otro motivo: la proximidad de San Sebastián, de donde es el regatista y ahora entrenador. Después de coronarse como medallista olímpico y contar seis vueltas al mundo, Fernández participó en su primera Copa del América en 2012, entonces con el equipo italiano, para después pasar al británico en 2015. Ahora, Fernández asegura que le gustaría que la competición volviera a disputarse en la capital catalana, en el caso de que los británicos no consiguieran llevársela de nuevo al Reino Unido. “Veremos qué es lo que ocurre; ahora hay que centrarse en los objetivos cercanos, y el objetivo principal ahora es no cometer errores: no hay que olvidar que en pocos días un equipo se va a casa”.