El restaurante Glaciar ha sido el escenario de muchos capítulos de la historia reciente de la ciudad. Conocido por los helados que ofrecía, de ahí el nombre, Glacier en un principio, se inauguró en la Rambla en 1922. Con la celebración de la Exposición Universal de 1929, se trasladó a la Plaza Real, ubicación que ha mantenido desde entonces. El local se convirtió en comedor popular con la Guerra Civil; vivió la entrega del Premio Nadal, siempre la Noche de Reyes, en el año 1949, y fue el lugar en el que se presentó en sociedad al escritor Gabriel García Márquez cuando llegó a Barcelona, atraído por la agente literaria Carmen Balcells. Mario Vargas Llosa, otro autor del boom latinoamericano, también lo frecuentó.
Después de muchas idas y venidas, con una fallida incluida en 1979, el joven grupo de restauración La Pomada lo compró el año pasado, después de una última etapa más centrada en las copas. Los encargados de darle una nueva vida han sido Javier Lluch y Thaís Ivern. Ambos vienen del mundo de la publicidad, en el que fundaron la empresa Impactmedia en 2003, dedicada a idear campañas para los centros comerciales, empezando a trabajar en sus párkings, para luego ir subiendo plantas. En 2018, Exterior Plus compró la compañía. Después de unos años haciendo el traspaso y cumpliendo con una de las cláusulas de la venta, que no les permitía seguir en el mismo sector, Ivern y Lluch decidieron probar con la restauración, en plena crisis pandémica, con unos costes de traspaso bajos y la previsión que el tiempo acabaría amainando.
“Es un shock“, reconoce Ivern, “es un sector muy complicado, más de lo que pensábamos, pero estamos aprendiendo mucho”. Decidieron recuperar El Glaciar por su valor sentimental, pero también por su ubicación estratégica, con mucho tráfico de transeúntes y céntrico. “Queremos mantener la esencia original”, remarca la socia de La Pomada, revitalizando también la Plaza Real.
Para ello, han reformado el local, preservando elementos históricos como la barra y el suelo, e incorporando una cocina a la vista de los comensales. Según detalla Ivern, han invertido unos 600.000 euros en las obras, que acabaron en verano. La carta se define como “cocina catalana pero con toque afrancesado”, como en sus orígenes. Y se servirán todas las comidas, desde el desayuno y el aperitivo, pasando por la comida y la merienda, hasta la cena y las copas de la noche —hasta las 3 de la madrugada—. Y se recuperarán sus típicas ostras con cava. En la próxima reforma, prevén incorporar un espacio específico para servir helados.
Creado en 2021, el grupo La Pomada ya suma una cartera de cinco locales. Además de El Glaciar, cuenta con Baliga-Balaga, en la Barceloneta; El Tros de la Rambla y Pocasolta, en Rambla de Catalunya, y La Taverna del Coure, en el Born. Después de adquirirlos el año pasado y reformarlos, para lo que los cerraron todos menos El Glaciar, empezaron a levantar persianas a mediados de este 2022. La previsión de facturación para este primer ejercicio, marcado por las aperturas, estará cerca de los tres millones de euros. Ya trabajan en la sexta apertura, que será el restaurante Pirineus 1975, en la calle Duran i Bas, cerca de Portal de l’Àngel.
La Pomada se apoya en un grupo de inversores, formado por empresarios catalanes, que han querido preservar la propiedad local en restaurantes de la ciudad afectados por la crisis de la covid, evitando así que cayeran en manos de cadenas internacionales.