Son los ganadores de las últimas dos ediciones de la Copa del América y se enfrentan al reto de seguir siéndolo una vez más, un hito que nadie ha conseguido desde hace tiempo. Tanto el suizo Alinghi como el estadounidense Oracle se quedaron a las puertas. El Emirates Team New Zealand, capitaneado por Grant Dalton, fue el primer equipo que la ciudad conoció cuando se anunció que había sido elegida para ser la sede de esta histórica regata, una cita muy desconocida entre los barceloneses, pero no en Nueva Zelanda. “Es una competición con mucha historia para nosotros y la navegación es uno de los grandes deportes del país. Cuando empieza, todo el mundo se pone a seguirla”, señala una de las integrantes del equipo femenino, Erica Dawson, quien asegura que vendrán muchos paisanos suyos a seguirla.
Dawson llegó a Barcelona hace unas cuantas semanas, aún con la resaca de haber conseguido una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París. Aunque estuviese algo cansada, no podía dejar escapar una oportunidad como participar en la primera Copa del América femenina, que se celebrará desde el 28 de septiembre hasta el 13 de octubre. A lo largo de los más de 170 años de historia de esta competición, las regatistas han estado presentes, pero de manera puntual. Desde 1995, hace casi 30 años, ninguna mujer había participado. “He estado siguiéndola desde que era muy pequeña. Sabiendo que todo el mundo conoce la Copa del América en Nueva Zelanda y la mira, formar parte de ella es muy emocionante”, recalca la medallista olímpica.
Así se siente también una de sus compañeras, Gemma Jones, quien cree que ya se ha despertado mucho interés, como se comprueba con los patrocinadores conseguidos. “Mucha gente está diciendo, ¿cómo puede ser que esta sea la primera vez? ¿Cómo puede ser que no se haya hecho antes?”, apunta Jones. Pero la clave del éxito, añade, estará en que muchas espectadoras se planten delante de la televisión y las sigan. “Esto es algo muy grande para la náutica femenina”, sostiene su compañera. Para ambas, poder formar parte de la competición les da una experiencia que nunca antes habían podido tener y les hubiera costado mucho conseguir, con unos barcos que son demasiado caros y no las priorizan a ellas. “Las niñas nos verán y se inspirarán, con lo que atraeremos a más mujeres al agua”, remarca Dawson.
En su caso, no competirán con las mismas embarcaciones que las de los equipos masculinos, los AC75 —con una longitud de 75 pies (unos 23 metros)—, sino que tendrán los AC40 —con una longitud de 40 pies (unos 12 metros)—, como también tendrán los equipos juveniles. Además, todos los barcos serán iguales, independientemente del equipo, algo muy diferencial de la competición masculina y que acaba dando la victoria al mejor. Lo bueno será que las regatas femeninas serán más entretenidas, nada de un cara a cara como ellos, sino todas contra todas, dando adrenalina a cada momento. Solo en la final se tendrá el mismo formato que se lleva días viendo en las aguas barcelonesas con la regata preliminar y la Round Robins que protagonizan ellos.
Tanto Dawson como Jones ocupan la posición de trimmers en el Emirates Team New Zealand, esto es, las que tienen que ir ajustando las velas en todo momento según las condiciones climatológicas. Siempre con el objetivo de ser las más rápidas. En el barco, están acompañadas de dos helmswomen, las que llevan el timón, completando una tripulación de cuatro integrantes, sin los ciclistas que se ven en el equipo masculino. Entrenan cuatro días a la semana, “como los hombres”, no se olvida de subrayar Jones, alguien que lleva en el ADN este mundo, no solo porque lo viera desde que era pequeña como Dawson sino por que su padre es un regatista neozelandés que participó en muchas ediciones de la Copa del América.
La vida en la base del Emirates Team New Zealand empieza a las 8 y media de la mañana para las regatistas. Ubicada en la antigua terminal de Baleària, los conocidos como kiwis han ocupado una parte del edificio con sus oficinas. Ahí están las escaleras mecánicas que algún día subieron cargados con maletas los turistas que iban a coger un ferry con destino a Baleares. Hasta siguen las taquillas, en pie pero vacías, donde una de las bromas que hacen los miembros del equipo es acercarse a pedir un billete. No hay que olvidar que ninguno de ellos habrá tenido vacaciones este verano y que ya se verá qué pasará después de la competición, siempre a la espera de quién será el nuevo vencedor. Al lado de la antigua terminal, está la nave donde se custodian los barcos, con la joya de la corona, el AC75 del equipo masculino, llamado Taihoro, un nombre que en neozelandés quiere decir, en sola una palabra, “moverse rápidamente como el mar entre el cielo y la tierra”.
Se empieza pronto, nada de seguir el horario local más tardío, porque preparar el barco para salir a entrenar o competir no es tan fácil. “Se tarda mucho”, expone Jones. Entre la una y las cuatro de la tarde, cuando hay un mejor viento, toca salir al mar. Suben a los barcos con la cara, literalmente, de color blanco, bañada en crema solar para protegerse de las muchas horas que están al aire libre. El día acaba a las seis y media de la tarde, cuando toca volver a casa, muy cerca de la base, en un bloque en el que viven el resto de sus compañeras y los miembros del equipo juvenil. En sus días libres, lo que más quieren las regatistas es, simplemente, estar a la sombra. “Lo más duro es que estamos todo el día al sol. Los domingos solo quieres estar a oscuras y fresca”, cuenta Jones, reconociendo que aún no ha tenido mucho tiempo de visitar nada pero que lo que más le gusta es el jamón. Sin olvidarse de las vistas de Barcelona que ven desde los barcos.
Con acento catalán
Aunque el inglés sea lo que más se escucha en la base del Emirates Team New Zealand, con un acento muy sufrido para el oído local, hay un catalán entre los más de 130 integrantes del equipo. En el equipo de diseño, formado por 40 trabajadores, está el ingeniero industrial y aeronáutico Roger Frigola. Formado en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), el Institut Supérieur de l’Aéronautique et de l’Espace (ISAE) de Toulouse y la Universidad de Cambridge, Frigola lleva diez años trabajando para el equipo neozelandés. Antes había trabajado para Airbus, pero también para equipos de Fórmula 1 como McLaren, Red Bull y Ferrari, incluso lo ha hecho para una empresa local como Familia Torres.
Con los kiwis, se encarga definir las herramientas matemáticas que permiten optimizar al máximo las prestaciones del barco, ajustando su forma para que sea el mejor. Algo que se tiene que ir adaptando a cada escenario, con un mar en la capital catalana que tiene unas olas más grandes que las que habían en anteriores ubicaciones, al estar menos protegido. Con la previsión de poder llegar a registrar olas de más de un metro en octubre, ha habido que adaptarse para garantizar una de las características básicas de esta competición, hacer que las embarcaciones vuelen. “Para que nadie se enfade, el éxito es un 50% del equipo y un 50% de los diseñadores”, explica”, “pero la verdad es que si falla uno, no se puede ganar”.