Pedro Rovira fue el diseñador de cabecera de la burguesía catalana.

Diez razones para no perderse la exposición que Badalona dedica al genio de la moda Pedro Rovira

El modista que vistió con elegancia y naturalidad a toda la burguesía catalana y mostró sus diseños en Nueva York y París, supo transitar mejor que nadie entre la alta costura y el prêt-à-porter. Fue discípulo de Balenciaga, tropezó con Pertegaz y abrió camino a la generación de Antonio Miró y Sybilla. Hasta el 18 de octubre, el Museu de Badalona celebra el centenario de su nacimiento reivindicando su figura. ¿Por qué es interesante conocer su vida y su obra?
  1. Por su importancia en el mundo de la moda

El gran mérito de Pedro Rovira fue su capacidad para moverse entre dos modelos antagónicos de entender la moda, la alta costura de taller, y el prêt-à-porter, que llegó en los años sesenta para democratizar el glamur.

A diferencia de la mayoría de sus colegas, que veían en la ropa producida en serie a un gran enemigo, Rovira entendió que no podía parar el futuro y sacó ventaja de la situación. “Se toma muy en serio el prêt-à-porter  y a partir de 1968 con la comercial de tejidos más importante de España realiza colecciones enteras que incluyen abrigos, trajes, vestidos de noche…”, dice Josep Casamartina, director de la Fundación Antoni de Montpalau y comisario de la exposición. El sistema le gusta porque puede ofrecer precios más asequibles y con una mayor producción. Para Rovira, la ropa era para vestirla, sin importar el precio. Entendía el taller de alta costura como un laboratorio pero sabía que la ropa lista para llevar se impondría. De hecho las mismas clientas de alta costura compraban también piezas más sencillas.

Pertegaz, en cambio, solo hacía algunas piezas prêt-à-porter para las hijas de las clientas. Y otros grandes optaban por realizar algunas prendas de punto y poco más.

Esa visión innovadora hizo que algunos modistas muy reconocidos lo miraran con reticencia. “Pero él fue tan bueno en la alta costura, con una obra correctísima, como en el prêt-à-porter, donde era atrevido y se adaptaba a la época situándose al nivel europeo”, dice Rosa Maria Martín i Ros,  historiadora de tejidos e indumentaria.

Imagen de la exposición que el Museu de Badalona dedica a Pedro Rovira, con vestidos de la colección Antoni de Montpalau. ©Museu de Badalona

Rovira también fue abanderado del concepto de creación de marca, incluyendo complementos de moda.  En los setenta tenía dos tiendas en Madrid y puntos de venta de su prêt-à-porter por todo el Estado.  Su muerte prematura truncó un camino que podía haberle llevado mucho más lejos.

  1. Por la ambición de la muestra en su ciudad natal

La exposición Pedro Rovira (1921-1978) reúne unos ochenta vestidos de la colección Antoni de Montpalau, una veintena del fondo del Museu de Badalona y de algunas familias clientas del modista, y uno de la colección privada del diseñador Lorenzo Caprile.

La idea de la muestra, con la que Badalona quiere celebrar el centenario de su nacimiento, parte de la que en 2017 se realizó en el Museo del Traje de Madrid, también con fondos casi en su totalidad de la colección Antoni de Montpalau, que dirige Josep Casamartina –comisario de las dos exposiciones junto a Ismael Núñez, el conservador de la fundación—y que en la actualidad atesora más de 16.000 piezas de indumentaria.

“Es una revisión amplia y completa de la obra de Rovira desde los años 50 hasta sus últimas colecciones a finales de los 70”, explica Casamartina de la muestra,  que ocupa dos plantas del museo. Además de prendas, podemos disfrutar de complementos diversos (zapatos, bolsos, sombreros, pañuelos…), más de cien dibujos originales, fotografías de época y hasta de un documental.

Casamartina, historiador y crítico de arte, firma también el libro sobre Rovira que ha editado el museo y que presentó Caprile. El volumen, que está ampliamente ilustrado, repasa la biografía y la producción del diseñador de Badalona, con testimonios de familiares y clientes.

  1. Porque fue fiel a si mismo ya desde la infancia

Pedro Rovira nació en una familia de clase media trabajadora de Badalona en el verano de 1921, hace ahora justo un siglo. Era el menor de tres hermanos, con los que se llevaba bastantes años. El mayor murió en la Guerra Civil. Su padre había sacado adelante a la familia ejerciendo de panadero en los barcos que iban a Cuba durante 10 años, y fue a su regreso cuando abrió un horno de pan en Badalona y poco después nació Pedro.  Podían costearle una carrera, así que decidieron que estudiara medicina, aunque al chico ya desde pequeño lo que le gustaba era dibujar figurines y hacer vestidos para las muñecas de sus amigas, para disgusto de su padre.

Pedro empieza la carrera  pero la abandona para aprender sastrería de la mano del también badalonés Celso Roldós, que trabajaba de oficial sastre en la prestigiosa Santa Eulalia.

La muestra se puede visitar hasta mediados de octubre. ©Museu de Badalona

Gran admirador de Cristóbal Balenciaga, se traslada dos años a París para seguir de cerca su trabajo y el de otros modistas que admiraba. “Era algo que en aquellos años no lo hace ningún otro creador”, cuenta Casamartina.

Cuando se siente preparado, en 1948, abre su primer taller de alta costura con un socio en el barrio de Gràcia, aunque sigue viviendo en Badalona. No tarda demasiado en contactar con familias burguesas y se convierte en su modista de cabecera. Su buena clientela le permite trasladarse a Gal·la Placídia en dos años y desarrollar su carrera. En 1956 se muda a Rambla del Prat, su ubicación definitiva. “Nunca dejó de ser como era, una persona afable, atenta y con gran magnetismo personal”, dice Casamartina.

  1. Por su conocida clientela, sus modelos…

La fama de Pedro Rovira como gran modista se extendió a Europa, donde desfiló en ciudades como Milán, Frankfurt o Estocolmo. En 1957 tuvo su primera gran oportunidad en la feria de Fráncfort donde vendió toda su colección. En 1964 llegó hasta los almacenes Saks de Nueva York, que también compraban Pertegaz, y también mostró su ropa prêt-à-porter en París.  Siempre trabajó con modelos de prestigio como Francina Díaz, Teresa Gimpera, Carmen Paré e incluso Nati Abascal.

El modista vistió a clientas con reconocidos apellidos de la burguesía catalana como Trias de Bes, Uriach, Ensesa, Trueta…

Confiaban en su buen gusto pero también estaban encantadas con su trato amable y su espíritu conciliador. “Se adaptaba al estilo de cada clienta y también a sus necesidades”.

Teresa Gimpera fue una de sus modelos.

Por sus talleres pasaron iconos de estilo de la época y famosas como Bibis Salisachs de Samaranch (sobre todo en los sesenta, antes de ser clienta de Pertegaz), Tita Cervera,  Silvia Itoiz (mujer de Carles Rexach),  la soprano Joan Sutherland, la mujer de Adolfo Suárez, Amparo Illana, e incluso  Encarnita Polo o la mismísima reina Sofía.

  1. Por su polémica relación con Pertegaz

Pedro Rovira y Manuel Pertegaz nunca llegaron a cruzarse una mala palabra (“el carácter amable de Rovira no lo hubiera permitido”, dice Casamartina) pero tampoco tuvieron una buena relación.  Tal vez, como cree Lorenzo Caprile, porque las dos casas de costura estaban en Barcelona y competían por la misma clientela, aunque Rovira era más barato y muy versátil. El comisario de la muestra destaca que  Pertegaz era quién llevaba muy mal la situación. “Veía a Rovira como un rival, más joven, con una buena clientela y no soportaba que sus compradoras acudieran también a Rovira, por tanto, las que iban, lo hacían a escondidas”.

Buena prueba de su rechazo es que vetara en reiteradas ocasiones la entrada del diseñador de Badalona en la Cooperativa de la Alta Costura, donde era propuesto como nuevo miembro por Pedro Rodríguez. La  asociación barcelonesa, creada a la manera de la  Chambre Syndicale de La Couture Parisienne, organizaba desfiles en el Hotel Ritz, dotaba de prestigio y era un elemento muy importante para la promoción de los creadores incluso en el exterior.  Entre sus componentes, además de Pedro Rodríguez y Pertegaz, estaban Asunción Bastida, Santa Eulalia y la tienda el Dique Flotante.

“Solo cuando el diseñador turolense abandonó la Cooperativa, Rovira fue aceptado”, apunta Casamartina. Ya era el año 1964.

El modisto Lorenzo Caprile, admirador de Rovira.
  1. Por su amistad con Balenciaga (que le influenció)

Se dice que Pedro Rovira trabajó para Cristóbal Balenciaga pero Casamartina, que se ha documentado a fondo para realizar la biografía del modista, lo desmiente. “En los dos años que estuvo en París, acabada la Segunda Guerra Mundial,  conoció al gran modista de Guetaria y se hicieron amigos, pero en varias entrevistas desmintió  que trabajara en sus talleres”.

La confusión probablemente se ha generado porque el estilo de Rovira bebe mucho del exquisito Balenciaga en perfeccionismo y elegancia. Todo lo que aprendió observando al diseñador en París, lo utiliza a lo largo de su carrera. Explica Casamartina que incluso en sus diseños de los años 70 se encuentran influencias buscadas de la década de los 50.

A diferencia de la relación que tuvo con Pertegaz, con Balenciaga se entendía muy bien. El creador al que muchos consideran el mejor del siglo XX,  era generoso y nada competitivo, aunque tampoco tenía motivos para serlo porque su clientela era de muy alto status.

Con Pedro Rodríguez, Rovira también tendrá buena química, y hasta llegarán a compartir desfile en S’Agaró.

Cuando Balenciaga cierra sus tiendas en 1968, Rovira heredará a muchas de sus clientas de forma natural.  Una de ellas será Carmen Ferrer-Cajigal, condesa de Torroella de Montgrí y marquesa de Robert (familiar de Robert Robert i Surís, primer propietario del Palau Robert).

  1. Por la categoría de las piezas exhibidas

La apuesta de Rovira por el prêt-à-porter sin ningún prejuicio hizo que su ropa se democratizara, cosa que desgraciadamente no ha favorecido su conservación. Muchos vestidos no se han guardado porque sus propietarias no los consideraban relevantes. También influye que hace décadas que murió el creador, y que las nuevas generaciones no lo conocen demasiado. Aún así, la muestra ha conseguido reunir una notable selección de diseños de noche, de novia, de cóctel, sastres y abrigos tanto de alta costura como más informales. De entre todas las piezas destacamos cinco:

1–El vestido de noche en shantung de seda de rayas con cuello bañera de 1971 que ha donado a la Fundación Antoni de Montpalau Carmen de Robert, hija de Carmen Ferrer-Cajigal, condesa de Torroella de Montgrí y marquesa de Robert.

Vestido que Rovira hizo para la marquesa Carmen Ferrer-Cajigal.

2– El vestido veraniego de la colección privada de Lorenzo Caprile (1974). Una preciosidad de algodón floreado largo con una curiosa pieza triangular en el pecho.

Vestido de Pedro Rovira de la colección de Lorenzo Caprile (izda) y a la derecha diseño sesentero de la badalonina Carme Clarós.

3– El diseño donado por Isabel Cordero, una de las modelos de la casa, también historiadora del arte. Con un aire muy tirolés, el modelo le encantó a la entonces princesa Sofía, que lo encargó un poco más recatado para ir al Liceo.

Vestido cedido por Isabel Cordero, modelo de la casa que ella misma luce.

4–El traje largo rosa fucsia de la familia badalonesa Heredero, de 1973. Los antiguos propietarios de la histórica fábrica Piher y de las balanzas Mobba han donado 4 diseños más a la Fundación Antoni de Montpalau.

Donación de la familia Heredero Barriga a la Fundació Antoni de Montpalau.

5– El vestido de novia de Mercedes Albert, ex directora de las tiendas barcelonesas de Armani y  Pomellato (1971). Se presentó en el Festival de la moda de S’Agaró donde Rovira mostraba una previa de sus colecciones. Se hacía en el hostal La Gavina de la familia Ensesa. La capellina rígida de la que sale la cola recuerda mucho a los diseños de su admirado amigo Balenciaga.

Vestido de novia de Mercedes Albert. ©Museu de Badalona
  1. Para disfrutar de su estilo versátil

La exposición muestra el personal estilo de un creador capaz de innovar sin salirse de la pauta clásica, alguien que sabía cómo unir elegancia con color y diversión. Es interesante descubrir cómo conseguía moverse entre lo exclusivo y la producción en serie sin perder su idiosincrasia.

Como dice el fotógrafo de moda Antoni Bernad, que trabajó junto a él, su moda se distinguía “por su sofisticación natural, risueña, podría decirse que de acuerdo con los nuevos tiempos, menos rígida”.

Su estilo, de corte preciso y gran refinamiento, se supeditaba a las necesidades de la mujer.  Porque el sentido práctico estaba siempre presente en sus diseños, de patrones tan cómodos como bien construidos. De alguna manera también vivió entre dos mundos, el de la vieja dictadura que se iba y el de la  democracia que estaba por llegar.

En sus creaciones se notaba su amor por la artesanía, los plisados, los bordados y los volantes. Siempre trabajaba con tejidos bellos y exquisitos, y su confección era impecable. “Juega con las líneas geométricas y las románticas sin ningún problema”, dice Casamartina que define sus prendas como muy “versátiles”, algunas con patrones tremendamente actuales, que en su día fueron rompedores.

  1. Por la opinión de Gimpera y Caprile

El modista que realizó el vestido de novia de la infanta Cristina, gran admirador de Pedro Rovira, cree que es interesante conocer la obra del modista de Badalona porque “tuvo el valor de rematar una etapa gloriosa de la Moda Española, la de la Alta costura de los 50 y 60, y al mismo tiempo esbozar la siguiente, la del prêt-à-porter que arrancó en los 80 y continúa en la actualidad”. El diseñador, también juez en el programa televisivo Maestros de la Costura, recalca que abrió paso a la generación que vino después, la de Jesús del Pozo, Miró o Sybilla.

La muestra recoge la visión de Rovira de una de sus modelos y gran musa de la época, Teresa Gimpera: “Murió demasiado joven, porque todavía estaba en plena eclosión, tenía el taller pequeño y en un lugar discreto, no era un espacio grande como el de Pertegaz. Si hubiera podido continuar, habría llegado aún mucho más lejos. Su ropa me gustaba, era clásica y muy elegante, sin afeites, como su carácter, muy sencilla y bien hecha, sobria, los tejidos muy bonitos, que esto era muy importante en aquel momento”.

Ls exposición cuenta con más de cien dibujos originales. ©Museu de Badalona
  1. Para que su nombre no se olvide

Se dice que Pedro Rovira fue un gran nombre de la moda injustamente olvidado. ¿Por qué? Para Caprile su muerte llegó demasiado pronto  para ser considerado un maestro ilustre y demasiado tarde para ser una joven promesa. Rovira perdió la vida a los 57 años, en 1978, de un fulminante ataque al corazón que sufrió en un coche precisamente cuando salía del cardiólogo. En cambio, Casamartina es mucho más pragmático. “No se le recuerda porque la moda es cambiante y si no estás en activo, el olvido es ley de vida. ¿Quién se acuerda hoy en día de Josep Ferrer o de Antonio Meneses que en su momento fueron muy importantes?”.

Para mantenerse en la memoria colectiva es necesario seguir en el mercado con tu marca, como ocurre con Pertegaz o Balenciaga,  ahora a cargo de nuevos directores creativos. En el caso de Rovira, “no había creado una infraestructura lo suficientemente grande como para que tuviera continuidad sin su fundador, no era un Dior, así que la marca siguió un año y en 1980 cerró”.

La muestra de Badalona es una buena manera de recuperar su legado, como ocurrió con Pedro Rodriguez, al que se ha ido recordando periódicamente.  A la inauguración –que se hizo en dos días por la Covid-19— asistieron 216 personas, entre las que había clientas, familiares, amigos, diseñadores…  “El otro día vino un grupo de 8 modistas de Pedro Rovira y fue muy emotivo”, dice Casamartina.

Rovira murió demasiado pronto y a diferencia de otras casas de costura nadie supo darle continuidad.