La escuela de diseño Eina está terminando los últimos preparativos para abrir la semana que viene las puertas de su nueva sede, Eina Bosc. En pleno parque de Collserola y cerca de la estación Peu del Funicular, el espacio está formado por dos edificios, que suman una superficie de 1.500 metros cuadrados y están separados por un patio, de 1.200 metros cuadrados. Estas instalaciones permitirán al centro universitario privado ampliar sus talleres, espacios de creación y producción, platós para proyectos audiovisuales y zonas para exposiciones y performances, concentrando en la Torre dels Marquesos de Sentmenat, su edificio principal, la actividad más docente y ampliando su biblioteca.
“Este nuevo edificio representa para nosotros una oportunidad para mejorar sustancialmente algunas instalaciones principales que hasta hoy eran muy reducidas y dotarnos de servicios complementarios que aún no teníamos”, expone el director de Eina, Pau de Solà-Morales. La Torre dels Marquesos también se les había quedado pequeña, teniendo en cuenta el aumento de cursos ofrecidos y el número de alumnos, que se sitúa en más de 500, entre estudiantes del grado de Diseño, másteres, doctorados y posdoctorados. Las necesidades físicas de espacio que motivaron esta nueva sede se complementan con el nuevo rumbo que está tomando la escuela desde el 2019 para volver a posicionarse como referente en el pensamiento crítico sobre las artes o el diseño. Para hacerlo, trabaja para recuperar su Colegio de Filosofía o impulsar su archivo.
Las dos ubicaciones que ahora pasa a tener Eina se encuentran en Sarrià, no muy lejos la una de la otra, después de que no encontrara ni en el Distrito Cultural de L’Hospitalet de Llobregat ni en el Poblenou ninguna opción que les acabara de encajar. En Sarrià también estaba la primera sede de la escuela, la torre Dolcet, en la carretera de Vallvidrera. Desde las ventanas de la torre Bosc, en uno de los edificios de la nueva sede, se puede ver donde estaba la originaria, que Eina ocupó desde 1967 hasta 1994, cuando se trasladó a Sentmenat.
Los estudiantes empezarán a pisar Eina Bosc de aquí unos días, pero esto no quiere decir que el edificio esté acabado. La reforma del espacio ha consistido en una intervención arquitectónica mínima y se ha concebido de tal manera que esté vivo y queden decisiones aún por tomar, previendo que habrá que adaptarlo a necesidades todavía desconocidas y permitiendo futuras ampliaciones, explica Manuel Cirauqui, director del think tank Eina Idea, en una visita a las instalaciones. Las obras empezaron en septiembre de 2020 y han tenido un presupuesto de dos millones de euros.
También se han mantenido vestigios de las obras, como las señales que pintaban los operarios para guiarse e ir dejando constancia de cómo avanzaban los trabajos. Mensajes como “Ta acabao”, “+claraboyas + ventanas + rejas + alicatado” se pueden leer en las paredes, así como se puede reseguir la línea azul que sirve en las obras para marcar el nivel. El objetivo es ofrecer a los alumnos una inmersión total en el proceso de creación y construcción y animarlos a probar aquello que quieran, sin que sufran por equivocarse o manchar alguna pared.
En esta rehabilitación alternativa, alumnos, profesores y personal de Eina han participado a lo largo de todo el proceso, aportando puntos de vista e implicándose en las diferentes etapas. Es por eso que Raul Oliva, el arquitecto, señala que el trabajo ha cambiado completamente, dando más peso a la que se hacía in situ, compartiendo ideas y decidiendo conjuntamente, y dejando de lado las decisiones que se toman en el despacho, que acostumbran a ser la principal tarea. “Es un proyecto global y de todos”, remarca. Una de las contribuciones de los alumnos a las obras, que consistió en diferentes propuestas de diseño para luces, se mantiene en la nueva sede como una pequeña exposición. También hay aportaciones artísticas, con serigrafías de Julia Spínola, creadas a partir de elementos de las obras, y cuñas rojas de Sergi Aguilar, insertadas en varios puntos de uno de los edificios.
En esta rehabilitación alternativa, alumnos, profesores y personal de Eina han participado a lo largo de todo el proceso, aportando puntos de vista e implicándose en las diferentes etapas
Esta concepción de la rehabilitación que se ha hecho en la nueva sede se acompaña con la voluntad de mantener la historia del edificio, en desuso desde el 2012. Los estudiantes de Eina verán como las paredes conservan algunos elementos de su última función, un centro de menores. La Generalitat ha cedido a la escuela de diseño el edificio por un periodo de 35 años ampliables. Paredes de color verde y azul y un abecedario son algunas de los restos que se han querido dejar. Sí que se han eliminado las rejas que cubrían las ventanas y las puertas, y se han derrocado las alambradas y las vallas metálicas que rodeaban el edificio, que también contaba con celdas de aislamiento. El abandono y el aspecto lúgubre y oscuro que tenía el espacio cuando fue entregado a Eina ha dado paso a espacios amplios, luminosos y diáfanos, en continua construcción.
El centro de menores no es el único pasado de este edificio. Construido en los años treinta, también había sido una residencia para madres solteras entre los años cincuenta y los ochenta. De esta primera etapa no queda ningún rastro, pero el proceso de rehabilitación ha sacado a la luz que uno de los dos edificios fue construido en una segunda etapa y lo firman los arquitectos Oriol Bohigas y Josep Martorell. Este segundo edificio se destinó a unos dormitorios y un espacio donde coser. En la nueva etapa, el edificio servirá como salón de actos y estudios para los alumnos.