La oscuridad y el olor a cerrado y a recuerdos inunda la otrora fastuosa Casa Tosquella. Coloridas y oníricas vidrieras trucan la paleta cromática que va y vuelve del gris a un verde botella empañado por el polvo y el paso del tiempo. La poca luz que se cuela a través de los cristales lo hace aportando el único toque de color a la escena, y trasladando los pocos rincones iluminados a un pasado de esplendor que quedó atrás; quedó atrás, pero está determinado a volver.
Las puertas y porticones han vuelto a abrirse en la emblemática finca modernista del Putxet no por capricho, sino por un objetivo: rescatar del abandono el inmueble de inicios del siglo XX reconvirtiéndolo en un casal para personas mayores. El ruinoso estado de su interior y su asalvajado jardín ya anticipan que no será una tarea sencilla, ni rápida. Y así lo anticipan también a The New Barcelona Post los arquitectos responsables de su rehabilitación, de los estudios Clara de Solà-Morales y Metrònom Arquitectura: la rehabilitación avanza sin un calendario y sin un presupuesto cerrado, a la espera de comprobar el estado real del inmueble, catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN).
No hay calendario ni presupuesto, pero sí un proyecto, que ganó el concurso convocado por el Ayuntamiento después de que comprara la finca en 2021 por cerca de 1,2 millones de euros. Y el proyecto no ha estado exento de polémica, debido a la previsión de los arquitectos de levantar un nuevo gran acceso por Mitre que ocultará parcialmente esta joya modernista desde la ronda. Pero los arquitectos defienden su proyecto: este nuevo volumen se ha concebido precisamente para salvaguardar la Casa Tosquella y el tesoro modernista que alberga. Y es que el nuevo acceso dará cabida a todas aquellas instalaciones imprescindibles para el equipamiento pero incompatibles con la preservación de la estructura original y sus ornamentaciones, desde sus intrincadas molduras a sus ondulantes barandillas de hierro forjado. De este modo, los ascensores, baños adaptados, instalaciones técnicas y la escalera de acceso se ubicarán en esta nueva estructura. Así, la construcción del nuevo acceso pretende en realidad proteger el patrimonio de la Casa Tosquella, incluyendo sus decoraciones, fachadas y exteriores, según el equipo de arquitectos: “La pared va en favor del edificio”, defiende Clara de Solà-Morales.
El proyecto tiene como gran incógnita el contenido de una gran estancia central subterránea inaccesible, que será determinante para los trabajos
Otro dato clave es que el nuevo anexo —o mochila, como lo han apodado los arquitectos— se edificará en la que ahora es una pared medianera sin valor arquitectónico, que transmite la sensación de que la casa da la espalda a Mitre, aún enfadada por haberle robado gran parte de su jardín cuando la ronda se abrió en la década de 1940. Y es que la apertura de Mitre, posterior a la construcción de la Casa Tosquella, implicó expropiaciones y derribos de decenas de viviendas, y dejó la histórica finca cortada y con una pared lisa como infame terminación abrupta de sus onduladas y sinuosas líneas. La nueva entrada, que juega con el mismo estilo ondeante y colores de la finca, cubrirá precisamente esta ahora pared lisa, y ocultará la casa parcialmente desde Mitre, según el ángulo desde el que se mire. El proyecto arquitectónico, que estará supervisado por Patrimoni de la Generalitat, se está afinando y reducirá la altura de la entrada respecto a la inicialmente prevista, ya que finalmente el terrado no será de acceso público, y no será necesario que el anexo escale hasta él.
“La ampliación en Mitre es necesaria para respetar al máximo la casa a la vez que se actualiza para que su carácter doméstico pase a ser el de un equipamiento público”, defiende Albert Casas Álvarez, socio fundador de Metrònom Arquitectura. De hecho, Solà-Morales sitúa en este ámbito el triple reto que considera que representa la Casa Tosquella: “Ser capaces de recuperar la casa sin que pierda su ADN; convertirla en equipamiento público cuando se concibió como vivienda, y dar respuesta a una realidad enfocada a la gran Mitre cuando la casa estaba encarada al pequeño Putxet. Son dos escalas distintas que confluyen en un edificio patrimonial”.
Precisamente para que la Casa Tosquella empiece a mirar hacia Mitre y deje de darle la espalda, el proyecto prevé generar “una pequeña plaza como preámbulo de acceso” al futuro equipamiento. Y no será el único espacio público que se gane con el proyecto, y es que se encara con la voluntad de que los históricos jardines modernistas estén abiertos a la ciudadanía. Para ganar este entorno, el planeamiento especial que regirá el proyecto incluirá la adquisición de las dos fincas colindantes, incluido el centro de jardinería que ahora da color a Mitre, según fuentes municipales consultadas.
Por ahora sin presupuesto ni calendario, los arquitectos avanzan que el proyecto “no será rápido”
Pero esta fase aún queda lejos: “Estamos apenas arrancando el proyecto”, recalca Solà-Morales. El primer paso es conocer el estado real de la finca, que desnudará sus secretos mediante un proyecto de calas en la estructura. Después de una inversión de 36.000 euros del Ayuntamiento para garantizar la seguridad de los trabajos, el resultado del proyecto de calas, que terminará antes de verano, permitirá afinar presupuesto y calendario. Después, vendrá la redacción del proyecto base y el ejecutivo, con la previsión de que requiera un par de años de ejecución, todo validado por Patrimonio: “No será un proyecto rápido”. El valor de los detalles y ornamentos de la casa y el hecho de que esté catalogada implica tratarla con suprema delicadeza y custodiar cuidadosamente todos sus elementos para restaurarlos, incluso la más pequeña y resquebrajada baldosa que un día coloreó las paredes y suelos de la finca modernista con sus motivos florales.
Y en un proyecto con muchas incógnitas, despunta un elemento que añade incertidumbre y dificulta el cálculo de previsiones: una gran estancia central subterránea inaccesible que nadie sabe qué alberga, y que será determinante para el avance del proyecto. Las primeras calas hacen sospechar que contiene arena, pero se desconoce por ahora de cuánta se trata: “Es la patata caliente del proyecto”, según Solà-Morales.
La estancia responsable de esta decisiva incógnita está ubicada en el sótano. En el futuro casal, esta planta albergará un espacio polivalente y gimnasio, en salas que fueron escenario de fiestas de la alta sociedad barcelonesa de principios del XX. Densas capas de polvo y telarañas que revisten el techo empañan ahora cualquier evocación de ese pasado, que se filtra hasta el presente a través de antiguos objetos y accesorios olvidados durante años, como varios sombreros que siguen esperando un último baile que no llegará.
Una escalera interior impracticable conecta el sótano con la planta noble, con estancias que se convertirán en salas para talleres y para el personal, que respetarán las medidas y proporciones originales. Las habitaciones se distribuyen a lado y lado de un pasillo central coronado por la puerta principal que conecta con el jardín.
El mobiliario, lámparas, un papel pintado infantil y una solitaria estantería repleta de libros olvidados interpretan una inaudible melancólica melodía, en una atmósfera propia de los capítulos más oscuros de Carlos Ruiz Zafón. La espectral oscuridad que reina ahora en la casa dejará paso a la luz teñida por las vidrieras del que será el futuro casal, que dejará al descubierto el ahora enturbiado esplendor de las molduras, serigrafías, relieves y pavimentos modernistas que ornamentan la joya que representa la Casa Tosquella, a la espera de su resurgimiento.