A simple vista, Barcelona parece estar atravesando un periodo de recuperación. Las cifras sugieren que la ciudad está creciendo: el PIB ha alcanzado los 103.589 millones de euros, superando por primera vez los 100.000 millones. La ocupación de locales comerciales ha vuelto a superar los niveles previos a la pandemia, alcanzando una tasa del 92%. Incluso la percepción ciudadana sobre el turismo ha mejorado, con más del 70% de la población viéndolo como algo positivo. En un principio, parece que todo va bien. Sin embargo, al examinar más de cerca la realidad, es evidente que, a pesar de estos números, Barcelona está creciendo, pero no está progresando.
La ciudad ha demostrado una gran resiliencia al superar los desafíos de la pandemia y recuperar sectores clave como el turismo y el comercio. No obstante, en lugar de avanzar con determinación hacia una mayor competitividad y relevancia a nivel global, parece que está atrapada en un ciclo de inercia. Este crecimiento zombi se refleja en cifras económicas positivas, pero no en un desarrollo que mejore verdaderamente la calidad de vida de sus habitantes ni impulse a la ciudad al siguiente nivel. Así lo percibo: el crecimiento está ahí, pero el verdadero progreso aún está por llegar.
Barcelona es, sin duda, una ciudad de referencia mundial que atrae grandes eventos. Sin embargo, su capacidad para aprovechar estos hitos se está viendo estancada. Un claro ejemplo es la reciente Copa del América: una competencia de renombre internacional que, en lugar de transformar la ciudad y estimular su desarrollo económico, pasó desapercibida en muchos aspectos, especialmente desde la perspectiva del retail.
Los eventos de esta magnitud son oportunidades para innovar y colocar la ciudad en el centro del escenario mundial, pero la falta de preparación y una estrategia bien definida han restado impacto a estos momentos clave. Cuando estas oportunidades no se aprovechan, Barcelona pierde la ocasión de consolidarse como un líder global en turismo, tecnología y comercio.
Aunque la cifra de más de 3.000 comercios activos en la ciudad puede parecer alentadora, muchos de estos negocios se enfrentan a un entorno desafiante. La ausencia de un plan de desarrollo que acelere su crecimiento hace que, en lugar de prosperar, muchos de estos comercios apenas sobrevivan.
La administración local no siempre acompaña la energía del emprendimiento, y los procesos burocráticos lentos y poco flexibles se convierten en obstáculos para un sector que debería ser uno de los pilares de la ciudad. Porque no basta con tener una gran cantidad de comercios, sino que es necesario un enfoque que permita a los negocios innovar, expandirse y captar tanto a consumidores locales como internacionales, con propuestas únicas de valor.
Es hora de que Barcelona despierte de su letargo y evite quedarse atrapada en el limbo de un crecimiento sin progreso
La lentitud en la toma de decisiones afecta la creación de nuevos negocios, el desarrollo de infraestructuras clave y la implementación de políticas que puedan impulsar la economía. La agilidad en la gestión es crucial si Barcelona quiere aprovechar su momento de crecimiento y convertirse en una ciudad no solo más próspera, sino también moderna y competitiva a nivel global. Ahora más que nunca, la administración debe actuar con rapidez y determinación. Mientras otras ciudades del mundo avanzan con agilidad para capitalizar las oportunidades, Barcelona parece estar perdiendo terreno.
Para superar esta ciudad zombi, se necesita un cambio profundo que impulse su transformación hacia una ciudad vibrante
Es urgente un plan de desarrollo acelerado para Barcelona, que contemple desde la modernización de su administración hasta la creación de políticas que apoyen a los comercios y sectores estratégicos. Este cambio debe ser inmediato y enfocado en transformar la gestión de la ciudad, buscar alianzas que permitan aprovechar eventos internacionales y revitalizar la infraestructura urbana. Todo esto no solo atraerá más inversión y turismo, también mejorará la calidad de vida de los barceloneses.
Ahora que empezamos pronto un nuevo año, es hora de que Barcelona despierte de su letargo y evite quedarse atrapada en el limbo de un crecimiento sin progreso. Para superar esta ciudad zombi, se necesita un cambio profundo que impulse su transformación hacia una ciudad vibrante, competitiva y moderna, capaz de estar a la altura de sus grandes potenciales y de las expectativas de todos.