Agenda cultural Barcelona mayo 2022

AGENDA CULTURAL
por JACOBO ZABALO

Una selección mensual de conciertos,
artes escénicas y exposiciones.

MÚSICA Y
ARTES ESCÉNICAS

MÚSICA Y ARTES ESCÉNICAS

 01 / 05 / 22

GISELLE

Gran Teatre del Liceu, del 4 al 7 de mayo

Uno de los ballets clásicos más programados, después de los grandes nombres conocidos por los amantes del género -y el público en general, si pensamos por ejemplo en los de Chaikovski- es Giselle de Adolphe Adam. La partitura original ha sido adaptada en nuestros días por el compositor Vincenzo Lamagna para la coreografía de Akram Khan. Una coreografía en clave contemporánea, que ha sido aclamada y premiada. El English National Ballet contará con la dirección artística de Tamara Rojo, bailarina principal -asumirá el rol de Giselle- en las funciones de los días 4 y 7 de mayo (sesión de las 17.00). La historia de los espíritus de las doncellas muertas, que caracteriza a Giselle, “es vista desde la óptica de la globalización y las desigualdades de riquezas, poder y trabajo”. Además de tener en cuenta la puesta en escena de Mary Skeaping, de absoluta referencia, Akram Khan dedicó meses a la investigación para ampliar el repertorio de movimientos con “imágenes y sonidos asociados a los procesos industriales, la tradición de la danza kathak, las ceremonias de la corte, los bailes folclóricos, el movimiento de los animales y la migración humana”. Con todo ese material, señalan desde el Liceu, se ha elaborado “un vocabulario de movimiento” para narrar con la elocuente adecuación de materia y música “una obra de rituales y ciclos impregnada de la memoria del gesto y la violencia de la desigualdad, así como de la resiliencia, la capacidad y los deseos del cuerpo humano”.

QUINTETO DE SCHUBERT

L’Auditori, 19 de mayo de 2022

Una de las obras para conjunto de cámara más impactantes de Franz Schubert -prácticamente a la altura, en popularidad, del quinteto con piano conocido como “La trucha”- es el Quinteto para cuerdas en do mayor, D956, que compuso poco antes de morir.

Su extenso Adagio es memorable por las cotas de expresividad que alcanza, siendo empleado por ejemplo en una de las escenas más dramáticas de Delitos y faltas, de Woody Allen. Pensando en un contexto estrictamente musical, cabe recordar la versión que grabó Pau Casals junto a cuatro músicos eminentes. Quizá no sea sólo una casualidad feliz el que la formación que se encargará de interpretar aquella obra para cinco cuerdas -que dobla la parte del violonchelo, frente a la tendencia, en la época de Schubert, de doblar la viola- lleve el nombre del virtuoso catalán. El Quartet Casals, que en otras ocasiones ha sido ovacionado con el público en pie en la más que notable -en términos acústicos- Sala Oriol Martorell de l’Auditori, atacará está partitura junto al violonchelista Santiago Cañón. No será, sin embargo, la única programada. Del ciclo de cuartetos que Wolfgang A. Mozart dedicó a su amigo y maestro -al menos en este tipo de piezas- Franz Joseph Haydn, destaca el único en tonalidad menor, con número de catálogo Kv. 421, que podrá oírse en la ocasión, en una velada en que el interés podría parecer exclusivamente copado por el quinteto de Schubert. Una pieza -el cuarteto mozartiano- de gran intensidad emocional desde su movimiento de apertura, que evidencia la habilidad del compositor en cuanto a equilibrio formal y el trabajo de la estructura interna, pero también por su carácter visionario en la creación de temas de una sensibilidad que parecen anticipar la estética del siglo venidero.

EL RÉQUIEM Y LA ‘JÚPITER’ POR SAVALL

L’Auditori, 10 de mayo

No es la primera vez que recomendamos un concierto protagonizado por Jordi Savall, y es que -como sucede con en el caso del Quartet Casals- es una verdadera suerte, difícilmente ponderable, el que intérpretes locales hayan contribuido de un modo tan decisivo con la difusión de la música clásica, llevando la praxis interpretativa a estándares desconocidos

en estas latitudes. Tanto cuando se descubren partituras o se popularizan obras de compositpores poco conocidos, como cuando vuelve a la interpretación de obras fundamentales con criterios renovados, basados en gran medida en la investigación -luego, está por supuesto la intuición del artista que la completa-, para ensalzar todavía más su potencial de significación estética, para goce de los asistentes. Quienes se personen el 10 de mayo en la sala grande (“Pau Casals”) de L’Auditori podrán gozar con la interpretación de posiblemente la sinfonía más majestuosa de cuantas compusiera Mozart en su breve existencia, que no por casualidad -aunque sea una cuestión póstuma, de editores- lleva el sobrenombre de “Jupiter”. Una sinfonía, la núm. 41 en do mayor, Kv. 551, poderosa en su movimiento inicial, con momentos exultantes -de paroxismo sonoro- que parecen trascender todo lo que hasta entonces se había podido oír, un movimiento lento memorable, un minueto que aún presenta una cierta reminiscencia al gusto rococó y un Allegro final, en forma de fuga, que adopta una forma barroca para mirar adelante e ir mucho más allá de su tiempo. La otra obra que Jordi Savall ha programado para la ocasión no es de menor importancia; para muchos melómanos -y para gran parte del público, aficionado o no a la clásica- acaso sea aún más significativa. Se trata del mítico e inacabado Réquiem, que el genio de Salzburgo compuso en los últimos días de vida, e incluso desde su lecho de muerte. La versión que se suele interpretar procede de la compleción realizada por uno de sus pocos pupilos que, según se cree, siguió en gran medida las instrucciones de Mozart. Las interpretaciones con criterios de época, como la que ofrecerá Savall, prestan especial atención a la configuración de la partitura para una interpretación acorde a los tempi establecidos en la época e instrumentos originales, que ofrecen una sonoridad más cruda e impactante. Todo ello resta la pátina de romanticismo a una partitura que -en efecto- por momentos parece salirse del elemento clásico, al plasmar con una belleza inusitada la fatalidad del compositor que entiende-de forma consciente o no- que está escribiendo una misa fúnebre para sí mismo.

BRAHMS POR HARDING

Palau de la Música Catalana, 9 y 10 de mayo

Las cuatro sinfonías que Johannes Brahms compuso conforman una especie de políptico tan equilibrado y enjundioso en conjunto como cada uno de sus paneles. Se suele decir que el creador alemán alcanza un grado de perfección formal y expresividad rara vez conocido, a excepción de casos insólitos -él mismo de algún modo lo reconocería- como el de Beethoven. Creador lejano

en tiempo, con quien de hecho no coincidió ni un solo año de su existencia, pero que desde la distancia aun le imponía. La portentosa sombra que pesaba sobre él motivó la producción tardía de obras para orquesta. Su primera sinfonía, de hecho, se inicia con un redoble de tambor emancipatorio, como queriendo dejar atrás a tan congojante ejemplo de creador, y finaliza con una melodía cantábile pero sin coro, que suena a reconciliación con el autor de la estruendosa e insuperada Novena. No llegaría Brahms, como casi ningún compositor relevante, a superar la cifra maldita, pero las cuatro sinfonías que podrán escucharse en dos días consecutivos en el templo modernista bajo la acreditada dirección de Daniel Harding al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca son -como decíamos- los pilares de un edificio absolutamente repleto de matices. La sabiduría compositiva de Brahms, su conocida contundencia, avanza de la mano de un gusto por la simetría y la proporción realmente llamativos. A pesar de que la emotividad que se desprende de ellas es plenamente romántica, se aprecia asimismo la ascendencia clásica en lo que respecta a la construcción y a la presencia de sorpresas en forma de variación que permiten evolucionar los materiales, en la línea de lo que encontramos por ejemplo en la obra de Mozart, muchas décadas antes y con un gusto galante que obviamente no se halla en Brahms. Sí la sugerencia de una fuerza que puede llamarse destino y un lirismo que parece evocar la connivencia o furia de la naturaleza, desafíos inherentes a la mentalidad romántica desde sus orígenes, que se plasma en la obra de literatos y artistas como Mary Shelley, Caspar David Friedrich, E. T. A. Hoffmann o Friedrich Hölderlin, de quien Brahms empleará poemas para sus composiciones corales, como en el caso del célebre y dramático Canto al destino de Hiperión.

MATTHIAS GOERNE ES WOZZECK

Gran Teatre del Liceu, del 22 de mayo al 4 de junio

Después de un mes dedicado de manera prácticamente íntegra a la exploración del “erotismo musical” -por usar la expresión kierkegaardiana- que traslada el tándem de creadores compuesto pot Wolfgang A. Mozart y Lorenzo Da Ponte en la época de la Ilustración, gracias a la interpretación

en forma de trilogía por parte de Marc Minkowski e Ivan Alexandre, asistimos a un contrapunto brutal, ya imposiblemente galante, de la deshumanización y crisis axiológica que revela el Wozzeck de Alban Berg. El hombre/la mujer convertidos/as ya no en objeto de deseo -si bien potencialmente libres- sino en fuerza de trabajo, carne de cañón o de posesión anónima por parte de un poder que ni siquiera revela su faz, como había anticipado Kafka en sus novelas, por ejemplo en El castillo. La ópera de Alban Berg se inspira directamente en la obra de teatro de Georg Büchner, que Alban Berg descubrió el 4 de mayo de 1914. Sumamente impactado, decide adoptar la historia de Woyzeck al lenguaje operístico y -como recuerdan desde el Liceu- finaliza en 1922 la partitura “integrando en el argumento su propia experiencia como trabajador del Ministerio de Guerra durante la I Guerra Mundial. La brutalidad y la desesperanza de una sociedad ahogada por los horrores bélicos se evocan desde su estreno”. Desde una perspectiva cercana al compositor, el pensador Theodor W. Adorno -que fue su discípulo- señala que esta primera gran ópera atonal logra una fusión nueva entre música y palabra, que le otorga autonomía como obra de arte: “Berg no pone simplemente música a palabras, la música las absorbe. En Wozzeck música y texto se hallan tan ingeniosamente unidos que es imposible decir dónde comienza uno y acaba la otra”. La música, “profundamente temática” adopta una articulación o sintaxis que recuerda a la gramática del lenguaje humano. El expresionismo hiriente de la melodía traslada los avatares dolorosos de la trama, que son resumidos por los organizadores de este modo: “Wozzeck es un soldado con una existencia cotidiana de miseria y alineación que sucumbirá humillado ante la maldad de las duras leyes de la explotación y el abuso. Víctima de la crueldad de los experimentos del médico militar y obligado por su capitán a llevar a cabo los trabajos más humildes y serviles, no es más que un individuo reducido al objeto, propiedad de la clase dominante. El hogar con Marie, su amante, y el hijo que tienen en común son su paraíso real, pero cuando la mujer lo traiciona con el Tambor Mayor se activa una autodestructiva espiral de ira y de celos: una guerra contra el mundo, pero también interna y mental”. Síntesis maravillosa del argumento de Büchner, que en la trasposición musical de Berg amplifica -si cabe- su impacto emocional en el espectador y oyente, que se convierte él mismo en testimonio de las desventuras del antihéroe. La producción del Liceu, procedente del prestigioso Festival de Salzburgo, cuenta con la participación de Matthias Goerne, uno de los cantantes más aclamados de los últimos tiempos, en calidad de protagonista. Por si no fuera suficiente aliciente, la dirección escénica corre a cargo del artista plástico William Kentridge, dotando de sentido a la concepción wagneriana de la ópera como “obra de arte total”, por la confluencia de disciplinas. A cargo de la dirección musical volverá al podio el maestro Josep Pons, especialista en partituras que requieren de la orquesta un plus de expresividad y dramatismo, en la recreación de escenas que alternan una estética onírica con pasajes de estridencia sonora, viva representación de la crisis que los personajes experimentan.

EXPOSICIONES

EXPOSICIONES

 01 / 05 / 22

TURNER EN EL MNAC

MNAC, hasta el 11 de septiembre

Sin duda una de las exposiciones del año es la que el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) dedica a Joseph Mallord William Turner (1775-1851), del 20 de mayo hasta el 11 de septiembre. La influencia del pintor inglés ha sido tremenda, hasta el punto de ser considerado incluso precursor del expresionismo abstracto. Adelantándose al Impresionismo, capta la fluctuación de la naturaleza para la artificiosa representación de su carácter indómito, irrepresentable, conectando el mundo de lo de afuera, máximamente ajeno e ilimitado, con la interioridad del sujeto en su dimensión más incomprensible, que la estética kantiana concibe con la idea de lo “sublime”, explorada con una profundidad nueva en la Crítica del juicio, de 1790. De hecho, el filósofo barcelonés Eugenio Trías dedicó a su premiado ensayo Lo bello y lo siniestro un apartado a la recreación de un tempestuoso viaje en diligencia que a la postre sumiría a los transportados en sujetos de una experiencia estética tan extrema como las que luego pintaría aquel “pintor discutidísimo y tenido por estrafalario, llamado Turner -señala Trías- quien, al decir de sus adversarios, pintaba lo que ningún ojo humano no había visto (ni el suyo, por supuesto)”. La imprescindible muestra que el MNAC ha organizado “explora su fascinación por los fenómenos metereológicos y atmosféricos, desde los inicios de su obra, en la década de 1790, y hasta finales de los años 1840”. Por supuesto, esas mares encabritados y tormentas detentan una función metafórica; interpelan anímicamente al espectador, que se siente movido a manifestarse en un sentido u otro ante lo incomprensible de lo representado, o incluso conmovido si es que acaso ha experimentado una vivencia semejante.

La exposición posee un punto didáctico al mostrar la evolución de los proyectos pictóricos de Turner, que no nacen fruto de la inspiración o el golpe de genio, sino después de numerosos esbozos y estudios: “La muestra revela cómo la técnica de la acuarela fue fundamental en el enfoque científico, pero intuitivo del artista, que le permitió captar la intensidad de las fuerzas de la naturaleza con una precisión expresiva sin igual. La principal inspiración de Turner surgió de sus viajes por Gran Bretaña y Europa continental”. Para ello se reúnen acuarelas, óleos y grabados que muestran el proceso de creación y la incorporación de sus temas predilectos, con el énfasis puesto en el paisaje. Sintomáticamente se revela la agitación de las fuerzas espirituales, en el siglo que tematiza la inconmensurabilidad de la vida interior a través una noción, la de pathos, íntimamente vinculada a la de la acción inevitable de la naturaleza. El individuo se halla incluido, como formando parte de un mismo organismo, con o sin consciencia, incluso si el desarrollo industrial y el positivismo tratan de cosificarla y proyectar una forma de dominación contraproducente. Esfuerzo que revela la codependencia y la necesidad de someter a control lo que trasciende al sujeto, quedando realmente sujeto a ello. Quizá por ello sostienen los organizadores que “esta exposición confronta al espectador con una experiencia sensorial de la naturaleza que nos afecta hoy tanto como lo hizo a sus contemporáneos”.

FOOTBALL. ART. ICONS

Casa Seat, hasta el 28 de mayo

Último mes para visitar en la Casa Seat de la Diagonal la muestra que Guillem Bosch y la publicación Panenka han dedicado al deporte de masas por excelencia, al menos de este lado del Atlántico. Football. Art. Icons pretende ahondar en los hitos

más apasionantes -y en ocasiones inexplicables- de la historia del futbol, de la mano de sus artífices. Una frase resume el misterioso magnetismo que despierta este deporte, que a menudo -como saben bien los fans- se caracteriza por desafiar a la lógica: “Una pelota, 2 equipos, 22 jugadores, 90 minutos y un resultado. Y sin embargo, el fútbol no solo se explica con números”. El ilustrador Guillem Bosch acerca al espectador a los principales iconos de la cultura futbolística, algunos de los cuales aún en activo. Nombres como los de Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Alexia Putellas, Pep Guardiola, Thierry Henry, Gianluiggi Buffon, Megan Rapinoe, Jorge Valdano, Ronaldo Nazario, el Cholo Simeone, Mia Hamm, Zinedine Zidane, Dani Alves, lker Casillas y muchos otros aparecen en esta muestra, junto con algunas de sus declaraciones más significativas, con lo que se traza una especie de recorrido por las diferentes visiones o formas de entender la competición, a la vez que se recuerdan las razones que los han convertido en ídolos globales.

MORANDI: RESONANCIA INFINITA

La Pedrera, hasta el 22 de mayo de 2022

Organizada de manera conjunta por la Fundació Catalunya La Pedrera y la Fundación MAPFRE, la exposición dedicada a Giorgio Morandi logra plasmar la misteriosa quietud de los objetos, que en su representación parecen precisamente trascender

la existencia material. “Pintor inclasificable, pero figura capital del panorama artístico de la primera mitad de siglo XX, puede ser considerado un artista atemporal”, explican desde La Pedrera, para poner el énfasis el tratamiento de la luz, el color y la manera de construir los volúmenes, que nos recuerda -desde la distancia- a la de Cézanne, “en una búsqueda constante de la esencia de la pintura”. La idea de resonancia, que el título califica de “infinita”, capta maravillosamente esa suerte de alquimia visual, trasladada del otro lado del lienzo hasta alcanzar los ojos del propio espectador. Más que imágenes, o representaciones de cosas que sólo existen como copias, se aprecia la paradójica vida de las naturalezas muertas. Repeticiones de lo vivo en un espacio-tiempo que no puede no ser el nuestro. “La exposición -precisan los organizadores- realiza un amplio recorrido por la producción morandiana a través de siete secciones en las que se abordan todos los temas queridos por el artista, fundamentalmente naturalezas muertas, paisajes y jarrones con flores”.

DIVINA COMEDIA (INFERNO)

Museu Europeu d’Art Modern, hasta el 26 de junio

De los tres ámbitos que recorre el poeta Dante en el teológico viaje que representa su Commedia, el Infierno -el lugar más bajo, en que las almas de los muertos sufren los castigos que merecerían por toda la eternidad, como retribución

por los actos realizados durante el tiempo de vida-, es el que traslada imágenes más vívidas y sorprendentes, que captan la atención del lector por su carácter cruento. Enmarcada en el 700 aniversario de la muerte del poeta italiano, el Museu Europeu d’Art Modern ha organizado una exposición en que interactúan dos artistas predominantemente figurativos, como son el pintor Jordi Díaz Alamà y el escultor polaco Grzegorz Gwiazda. Cada una de las secciones o “cantos” del inferno es ilustrado por una obra de Díaz Alamà en gran formato. Sin embargo, precisan los organizadores que “Alamà se aleja de la narración explícita, explorando notablemente recursos abstractos y experimentales para plasmar y sublimar el paisaje infernal y los terribles suplicios de las almas pecadoras”. La expresividad de las esculturas de Gwiazda amplifican el impacto visual y proporcionan una buena idea de la imaginación del poeta, en lo que respecta a los comportamientos moralmente reprobables desde la perspectiva cristiana.

EL SOL

Cosmocaixa, hasta el 16 de octubre de 2022

Una de las exposiciones más esperadas en Cosmocaixa, producto de la primera colaboración con museo de la ciencia de Londres, aborda los secretos del Sol, astro rey, que pretende mostrar -en palabras de Ignasi Miró, proferidas proferidas en la presentación de la temporada-

“cómo ha cambiado la relación de los humanos, desde el uso de tablillas cuneiformes a instrumentos de observación modernos”. Son más de cien piezas históricas y contemporáneas las que podrán descubrirse, “desde antiguos instrumentos de observación hasta prototipos de reactores de fusión nuclear”. Además de incidir en el provecho que ha supuesto para los seres humanos y la vida en general sobre el planeta Tierra, apuntando a su carácter de fuente de energía, por supuesto también se subraya los riesgos que supone la exposición a sus radiaciones. Se trata de una muestra interactiva, pensada para que el público de todas las edades pueda adentrarse en “los secretos del Sol y la fascinante relación que mantenemos con nuestra estrella”.

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