De pequeña quería ser matemática y arquitecta. Y también quería ser Oriana Fallaci, porque el gusto por contar historias, por explicar asuntos vistos, interrogados y vividos, ya estaba ahí, en algún lugar de su inquieta y pródiga quijotera. Sobre esta pasión ha dado vueltas y tumbos alrededor de la vida sin (casi) nunca perder cierta dimensión lúdica y autárquica. “Soy ante todo una persona que ama la diversión profunda y la libertad de movimiento”, expresa Victoria Bermejo, acodada a la barra ante una copa vespertina de Albariño. De fondo suena Inbetweenies de Ian Dury y la escritora, cineasta y periodista con alma de cuentista sonríe, satisfecha. Divertida.
Su primer trabajo fue a los 19 en el Arxiu Històric de Barcelona. “Por mis manos pasó de todo —explica—, ¡incluso una novela inédita de Raimon Casellas!”. Fueron seis años que recuerda con un cariño tremendo y que terminaron a lo grande, con un viaje a la Nueva York de aquellos primeros años 80, “cuando todo el mundo se iba a París o Londres”, un auténtico festín iniciático de donde volvió llena de ideas y ganas de hacer cosas.
Se metió en el cómic y la prensa underground y así es cómo aterrizó en Cairo, subtitulada Neotebeo, la revista que apostaba por la línea clara y por una nueva concepción del cómic adulto. Ahí tuvo la sección de entrevistas Conocerlo es amarlo que estos días editorial EfeEme recupera en un hermoso volumen que recoge las conversaciones de Victoria con algunos adalides de aquella nueva historieta, como Montesol, Roger, Ramón de España, Tha o los exponentes de la Nueva Escuela Valenciana, Daniel Torres, Sento o Micharmut.
Un documento esencial para entender el momento de transición de la contracultura de la década anterior a unos 80 que, en aquellos incipientes compases, algunos de sus protagonistas encaraban con interesantísimos apetitos creativos. “Además, realmente eran así. Realmente, conocer a estas personas era amarlas”, ríe la parroquiana que —se nota en cada línea de estas entrevistas— se lo pasó bomba al frente de esta sección.
Cuentista inesperada
Desde entonces, Victoria Bermejo ha hecho mucho, casi de todo. Cine, con los documentales Barcelona, antes de que el tiempo lo borre y Volver a casa con 50 años (“que hicimos con Sergi Garriga con poquísimos recursos”). Ha trabajado en publicidad, ha hecho televisión en programas como el mítico Continuará. Vivió durante unos años en Berlín, donde “encontré la libertad y creatividad que se había perdido en Barcelona” y ha escrito cuentos y novelas como la aplaudida Sí, lo hice. Y en ninguno de todos estos frentes parece que haya dejado de divertirse profundamente.
“Como dice Ramón Colomina, tengo el feliciómetro muy alto. Me sigo despertando cada mañana con ganas de comerme el mundo y de dejarme sorprender”. Y una de esas sorpresas es el hecho de descubrirse, en un momento dado, una fecunda creadora de cuentos infantiles y juveniles.

“Todo empezó cuando me encargaron escribir cuentos breves para el programa Los cuentistas, de Vía Digital. Estos relatos los narraba algún famoso y se cerraban con una ilustración de Miguel Gallardo”. Un día, acompañó al dibujante a Edicions 62 y de aquel encuentro con la editorial nació la idea de hacer libros de cuentos que ella escribiera y él ilustrara. “Total, que con él hicimos unos quince libros, más otros que he ido haciendo, juveniles, además de ocuparme de Una mà de contes de TV3”, explica Victoria, que descubrió un aspecto insospechado de sí misma. “Yo de pequeña leía a Dickens o a Agatha Christie, y luego mis grandes otras grandes pasiones eran la música, con Kevin Ayers, y el cine. Pero en mi niñez y juventud los cuentos no tuvieron mucha presencia”.
Ciudad a pie
Al margen de sus etapas vividas en Nueva York, Berlín y, durante un momento de su infancia, Valladolid, la parroquiana ha vivido toda su vida en Barcelona, alternando distintos barrios. “Lo que más me gusta es que es una ciudad totalmente caminable. Puedes llegar a pie al mar y a Montjuïc y a la plaza de Les Glòries que ha quedado muy bonita, paseando, viendo las capas de su historia, sus árboles, sus chaflanes y sus cementerios. También me gustan sus terrados y el talante discreto de los barceloneses”.

Como alma libre, no comulga con las que considera “directrices absurdas como que hayan quitado los salientes de los bares, que daban mucho carácter a las calles”, o con el gasto inútil “de promover actitudes cívicas a través de anuncios, cuando el civismo es algo que debe depender de la educación y no de publicidad institucional”, lamenta liquidando su copa de vino.
—- Lo que no depende de publicidad institucional alguna es nuestra oferta gastronómica, porque no lo necesita. ¿Querrás cenar algo y corroborar lo delicioso que está?
Victoria Bermejo sonríe con amplitud, divertida ante esta propuesta. Anochece y Rendido a tus pies, de Carlos Berlanga, llena la atmósfera del bar.
— Como acérrima defensora de las casas de comida, soy una devota del bacalao. ¡Me gusta de todas las maneras! A la llauna, en buñuelo, con su muselina de ajo…
Y se recrea ante el inminente alboroque, mientras agradece una nueva copa de Albariño.