Primer congreso Eurecat
Una de las mesas redondas del primer congreso de Eurecat, celebrado en el Recinto Modernista de Sant Pau.

Reindustrializar las empresas catalanas ante la urgencia de la crisis climática

El centro tecnológico Eurecat organiza su primer congreso para debatir sobre el futuro del tejido productivo, poniendo el foco en la necesidad de recuperar fábricas y contaminar menos

Cuando las mascarillas se convirtieron en un objeto imprescindible para controlar la pandemia, países como España se dieron cuenta de que su industria no estaba preparada para fabricarlas. A pesar de no ser un producto demasiado complicado, la dependencia de Asia complicó aún más una situación grave e imprevista en la que cada segundo contaba. “A Europa, la pandemia le sirvió para despertarse”,  ha sostenido la directora de análisis económico de la Cámara de Barcelona, Carme Poveda, en una de las mesas redondas que han tenido lugar este miércoles en el primer congreso organizado por el centro tecnológico Eurecat, celebrado en el Recinto Modernista de Sant Pau.

Poveda está convencida de que la covid abrió una oportunidad para fortalecer la producción local con el objetivo de garantizar la capacidad para producir determinados productos clave ante futuras crisis. “Fabricar todo en Europa no, pero aquello estratégico sí”, ha remarcado. Las empresas ya lo están haciendo, aumentando stocks y diversificando, y acercando a los proveedores.

En ese sentido, la multinacional de material eléctrico Simón lo empezó a hacer antes de la pandemia para reducir su huella ecológica, lo que les permitió afrontar mejor la falta de material que se vivió en 2020. “El tiempo nos dio la razón”, ha señalado su director de Operaciones, Alberto Pérez, “la reindustrialización es un deber más que una oportunidad, es absolutamente necesaria”. Y no solo pasa por producir más localmente, sino también por apostar por la proximidad con cada tipo de cliente, es decir, “estar cerca y conocerlo para marcar las políticas de fabricación”. En el caso de Simon, con presencia en 16 países, cada planta se adapta a su mercado, como se ve en el hecho de que el 97% de la producción hecha en China se consuma a nivel local.

Esta necesidad surge de “un error mayúsculo” que cometió Occidente, deslocalizar las fábricas para reducir los costes. Supuso un ahorro a corto plazo, pero ha acabado provocando un estancamiento de las economías y el empobrecimiento de las sociedades que perdieron las plantas, donde también se ha producido el aumento de la desigualdad y la crispación, a la espera de que también afecte la jubilación de la generación del baby boom. “Estamos en un momento crítico. Solo podemos hacer una cosa, recuperar la industria, con empleos más estables y mejor remunerados. ¿Estamos a tiempo? Estamos a tiempo”, ha señalado el consultor de Zabala Innovation Consulting Guillermo Dorronsoro. Eso sí, ha remarcado, Europa se tiene que poner las pilas ante la determinación que ya han mostrado Estados Unidos y China para liderar la industria del futuro: “Aquí estamos en regular bien el asunto, pero incentivamos con menos garbo”.

Para animar la inversión, el director de Operaciones de Jolt Green Hydrogen Solutions, Arturo Vilavella, también pide a las instituciones fortalecer aquellos sectores considerados como estratégicos para permitir que sus empresas apuesten por el territorio y no se vayan a otros sitios. “Si nosotros fabricamos componentes para una industria que no está localizada en Catalunya, difícilmente podremos ampliar la capacidad productiva aquí”, ha subrayado el portavoz de esta spin-off surgida del Institut Català d’Investigació Química (ICIQ) dedicada a fabricar electrodos para el hidrógeno verde.

El impacto de la subida de temperaturas y la sequía 

Toda esta reindustrialización toma más urgencia con una crisis climática que ya afecta el día a día de muchas empresas como Familia Torres, Baleària y Fluidra, protagonistas de la segunda mesa redonda del congreso organizado por Eurecat para debatir sobre el futuro de las empresas catalanas. En el caso de la bodega de Vilafranca del Penedès, el aumento de las temperaturas y la falta de lluvia les golpea de pleno en su operativa, perdiendo calidad y reduciendo su producción. “El cambio climático es una realidad que está afectando muchísimo al sector primario, que no se puede deslocalizar. Es una obligación reducir el impacto y ser lo más sostenibles posible. Y mediante la innovación lo conseguiremos”, ha defendido la directora de Innovación y Conocimiento de Familia Torres, Mireia Torres.

Para Familia Torres, el aumento de las temperaturas y la falta de lluvia les golpea de pleno en su operativa, perdiendo calidad y reduciendo su producción

Esta empresa familiar lleva años tomando medidas para reducir su huella de carbono, con la instalación de placas fotovoltaicas y el uso de biomasa, pero también apostando por la viticultura regenerativa y por las variedades más resistentes a un clima cada vez más agresivo. Unos valores que cada vez aprecian más los consumidores, aunque impliquen más precio, como también ha expuesto Alberto Pérez de Simon: “Hace 20 años, nadie estaría dispuesto a pagar un céntimo de más por el medio ambiente, ahora las cosas han cambiado”.

Donde también afecta la escasez de agua es en otros sectores que la destinan a usos de ocio como el de las piscinas. Desde Fluidra, trabajan por reducir el consumo de agua, pero también ven una oportunidad en las temperaturas más altas, pudiendo aumentar los ingresos de países cada vez menos fríos como Alemania o Canadá. Estas nuevas oportunidades de mercado también las detecta Baleària, con rutas afectadas en un Mediterráneo que aumenta su temperatura y sufre temporales más intensos. La naviera ve que va a ser más fácil operar en otras zonas del mundo, como el Caribe. “Nos tenemos que ir adaptando a esto. Nuestros activos están sobre el mar y podemos cambiar rutas”, ha valorado el responsable de Transición Energética de Baleària, Javier Cervera.

Congreso Eurecat mesa redonda crisis climática
La crisis climática ya afecta el día a día de muchas empresas como Familia Torres, Baleària y Fluidra.

¿Y la IA?

En cualquier debate actual, no puede faltar el análisis de cómo afecta la inteligencia artificial (IA), en este caso, a una industria que no solo tiene que ser más local y menos contaminante sino también más tecnológica. La jornada ha contado con la participación del profesor y escritor José María Lasalle, quien ha advertido de que el mayor riesgo de la IA es la creación de nuevas brechas, especialmente, de más desigualdad. Lasalle también ha defendido que esta tecnología va a servir para mejorar la competitividad, sustituyendo el trabajo humano en algunas tareas y complementándolo en otras, pero que se debe encontrar un equilibrio para que las competencias de los trabajadores crezcan y no se vean eclipsadas.

Por ello, ha defendido que la ética esté desde un origen en la concepción de cualquier tecnología. “Debemos ser capaces de identificar una IA que no sea hostil al ser humano, confiable y robusta en términos de propósito. ¿Para qué la quiero? ¿Para hacer al ser humano mejor? Pues digámoslo. La IA nos tiene que ayudar a que el ser humano se convierta en creador, es tan renovador y tan potente, que no verlo es una torpeza civilizatoria”, ha expuesto.