Hay un color que forma parte de la memoria compartida aunque suela pasar completamente inadvertido. Es ese verde de los pupitres, que tantas horas se contempló durante años, también presente en los hospitales, los juzgados, las cárceles… Un verde que institucionaliza a los sujetos de una sociedad o así lo ha querido ver Marta Pazos, encargada de la producción de Alexina B., la nueva ópera de Raquel García-Tomás, la primera compositora catalana en estrenar en el Liceu.
Ese color frío y escurridizo invade casi todas las escenas, convirtiéndose en un personaje más y representando a todos aquellos que oprimirán a Adélaïde Herculine Barbin, el primer testimonio documentado de una persona intersexual. Cuando nació, se le asignó el género femenino y se crió como una niña. De adolescente, vio como su cuerpo no se desarrollaba como el resto de compañeras de escuela, sin llegar a tener nunca la regla y sufriendo unos dolores terribles. Después de diversos exámenes médicos, una sentencia judicial le permitió cambiar de sexo y adoptó el nombre de Abel. Tampoco encontró su lugar en la sociedad como hombre y se acabó suicidando poco antes de cumplir los 30.
Pocos personajes consiguen escaparse de ese verde de pupitre que ha pintado Marta Pazos. Lo hacen las niñas que acompañan a la protagonista, cuando es pequeña y, más tarde, convertida en institutriz, un coro infantil a cargo de Cor Vivaldi-Petits Cantors de Catalunya que da espontaneidad y ternura a una historia dura. La propia Alexina, papel que recae en la mezzosoprano Lidia Vinyes-Curtis, se escapa de la presión social en algún momento, con un vestido que, a pesar de ser de color verde, resulta más cálido. También se viste más viva Sara, el gran amor de Alexina interpretado por la soprano Alicia Amo, muchas veces reflejo exacto de sus gozos y sufrimientos, compartiendo el momento clave de la ópera, la escena más larga, con el sexo convirtiendo el éxtasis físico y emocional en musical.
En un ambiente verdoso que ahoga, acompañado por una acertada iluminación y un decorado preciso en el que no sobra ningún elemento y se mimetiza con los personajes, se narra la vida de Alexina, posteriormente Abel, marcada por un sufrimiento y una angustia que chocan con la indiferencia y la censura de la sociedad francesa de mediados del siglo XIX. Irène Gayraud ha escrito el libreto a partir de sus memorias, tituladas Mes souvenirs (Mis recuerdos), publicadas por primera vez en París en 1874 y recuperadas por Michael Foucault un siglo después. Gayraud ha querido reflejar su manera de expresarse, como también la de los médicos forenses que estudiaron su cuerpo cuando murió, con un retrato exhaustivo de la frialdad con la que la trataron cantado por el contratenor Xavier Sabata. Por cierto, García-Tomás llama a que se reediten las memorias de Herculine Barbin, agotadas en castellano y jamás publicadas en catalán.
La libretista también ha apostado por dotar al texto de actualidad, consciente de las reivindicaciones de las personas intersexuales de hoy, como también lo ha hecho García-Tomás con la partitura, pensada para un conjunto reducido de instrumentos dirigido finalmente por Ernest Martínez-Izquierdo y no por Josep Pons. La compositora barcelonesa mezcla referencias a Franz Liszt y Hildegard von Bingen para mostrar la realidad religiosa que se vivía en la época con música electrónica. Incluso se encajan efectos cinematográficos, con flashbacks y tormentas de película. García-Tomás hasta se ha atrevido con la videocreación, dibujando bosques digitales que sirven de escenario y dan dinamismo.
Con Alexina B., García-Tomás (Premio Nacional de Música 2020) se ha convertido en la segunda compositora en estrenar su ópera en el Liceu y la primera catalana en hacerlo, un título que no le preocupa demasiado. La barcelonesa prefiere poner el foco en que las personas intersexuales suban al escenario de un espacio con tanta visibilidad como el teatro de la Rambla, algo que cree que no es habitual, ni en el Liceu ni en otros teatros de ópera ni tampoco en salas de teatro. De hecho, es la primera ópera española que da voz a una persona intersexual como protagonista. Una aproximación respetuosa y contemporánea que le ha valido la ovación del público en su estreno, al que seguirán tres funciones más hasta el miércoles. Sin duda, uno de los aciertos de la temporada, dando una oportunidad a la ópera para que se acerque y emocione a nuevos públicos cocinando a fuego lento orgasmos femeninos realistas y haciendo caer la careta al binarismo de género.