TheNBP Factory

Equip Picvisa
El equipo de Picvisa en el DFactory.

Picvisa: visión artificial para separar residuos

La compañía tecnológica, con una plantilla de 35 trabajadores y unos ingresos de 7 millones, está ubicada en el DFactory de la Zona Franca

A una planta de reciclaje, llegan toneladas de residuos, muchas veces bien clasificados, pero muchas otras veces no. Distinguir cuáles se han tirado erróneamente en el contenedor amarillo o verde es una de las principales tareas de la empresa tecnológica Picvisa, con clientes como Ecoembes, Ecovidrio, Ferrovial, FCC, Urbaser, Efacec, Bianna, Leblan, Valoriza y Verallia. Para hacerlo, la compañía barcelonesa recurre a la visión artificial, un campo de la inteligencia artificial (IA) que permite extraer información a partir de imágenes o videos y tomar decisiones en función de esos datos. En una planta de reciclaje, con las cintas funcionando sin parar, esta tecnología permite digerir una botella de vidrio y rechazar una lata en cuestión de segundos, soplándola o haciéndola caer para sacarla del circuito cuando ese no es su lugar.

“Funciona como el ojo humano”, explica el consejero delegado de Picvisa, Joan Manel Casamitjana. A través de cámaras, la compañía analiza la composición de los residuos que pasan por la cinta, enviándole una luz que, dependiendo si traviesa el material o lo rebota, determina si tiene que estar ahí o no. La empresa aplica la visión artificial, enriqueciéndola con deep learning, para separar diferentes tipos de residuos, principalmente plástico y vidrio, pero detecta que ya están empezando a ganar peso los tejidos. “Este 2024 pondremos más el foco en el textil. Va a ser uno de los nuevos modelos de recuperación, teniendo en cuenta que hoy es un material que va al vertedero y se quema”, señala Casamitjana.

Este nuevo modelo no solo pasará por reutilizar ropa, como se facilita desde hace tiempo en las tiendas de segunda mano, sino también por reciclar el material de las prendas, separándolo según su composición, triturándolo y volviendo a confeccionar. De hecho, cada vez son más las grandes marcas que detallan en sus etiquetas que las piezas están hechas con algodón y poliéster reciclado. Hasta hay mochilas que se hacen a partir de botellas de plástico.

Todos estos cambios en el mundo del reciclaje, Picvisa los pilota desde el DFactory Barcelona, centro de nueva economía e industria 4.0 impulsado por el Consorci de la Zona Franca de Barcelona (CZFB). Con una trayectoria de 20 años, la compañía forma parte desde 2012 del grupo constructor Calaf, con oficinas en Sant Joan Despí. “Era un ambiente más tradicional y empezó el run run de que no era el lugar más adecuado. Cuando empezaron a construir el DFactory, se nos planteó la posibilidad de trasladarnos aquí y, cuando aún no habían acabado las obras, ya nos habíamos instalado”, recuerda Casamitjana.

Con una plantilla de 35 trabajadores, el consejero delegado de Picvisa valora que la nueva ubicación les permite estar cerca de empresas de robótica, análisis de datos e impresión 3D, “un entorno mucho más natural” para una compañía tecnológica como la suya. “Se nos facilita la colaboración y el aprendizaje en nuevas tecnologías”, remarca, “es un punto de efervescencia de innovación y estamos más cerca de la industria”.

Desde el diseño del software hasta el mantenimiento de la maquinaria

El punto fuerte de Picvisa, recientemente acreditada con la certificación B Corp, es el desarrollo de todos los programas de software necesarios para aplicar su tecnología en cualquier planta, adaptándose a cada máquina y los diferentes procesos de recuperación de residuos. El hecho de estar integrada en el grupo Calaf les permite cubrir también el diseño y la fabricación de las máquinas que ejecutan su tecnología, así como su puesta en marcha y el mantenimiento.

Esa flexibilidad, tanto para adaptarse a diferentes plantas como para cubrir todo el proceso, les permite llegar a muchos países, más allá de España. La empresa tiene una fuerte presencia en Europa, operando en Francia, Italia, Portugal, Malta o Dinamarca, pero también en América Latina, en países como México, Brasil y Guatemala.

Desde el año 2018, la tecnológica barcelonesa ha registrado beneficios, después de haberse sometido a un proceso de redefinición de su estrategia comercial con la entrada en Calaf. En 2002, registró una facturación de 7 millones de euros, cifra que espera superar en 2023, superando los 8 millones de euros.