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na de las grandes virtudes del historiador Niall Ferguson (Glasgow, 1964) es su gran claridad expositiva. Sus libros de historia, siempre bien estructurados, tienen la gran virtud de siempre apelar al presente. El autor hace suya aquella máxima de Churchill por la cual cuanto mejor conocemos el pasado, mejor podemos proyectar el futuro.
Desde hace años, Ferguson está enfrascado en la ambiciosa empresa de escribir una biografía sobre la compleja figura de Henry Kissinger. Se trata de una biografía autorizada y con acceso a los papeles privados del propio Kissinger de la cual ya ha salido el primer volumen.
Su último libro, The Square and The Tower (La plaza y la Torre, Debate, 2018), versa sobre la interacción del poder horizontal de las redes, la plaza, con el poder vertical de las jerarquías, la torre, a lo largo de la historia. Forma parte de su proceso de búsqueda para afrontar con solvencia el segundo volumen de su biografía donde, como subraya el propio autor, la teoría de redes y como estas interactúan con los poderes verticales es clave para explicar el éxito y desarrollo del Kissinger político.
¿Por qué las redes son importantes en el estudio de la Historia?
Hace tiempo que había ya revisado algunos trabajos de historiadores jóvenes donde se utilizaba el análisis de redes sociales para mejorar la comprensión de una importante variedad de temas, desde la Reforma, por ejemplo, hasta la Ilustración. Mi impresión es que estos métodos no estaban del todo adoptados y utilizados de una manera más general para el estudio, básicamente, de casi cualquier tema del pasado digno de atención.
Yo mismo me preguntaba: ¿cómo nos puede ayudar la Teoría de Redes para mejorar nuestro análisis de la revolución Bolchevique o el ascenso de Hitler?, por poner solo dos ejemplos. En este sentido, el libro [The Square and The Tower] tenía dos objetivos principales: por un lado, señalar la importancia que para la Historia tiene una aproximación rigurosa de la teoría de redes, y, al mismo tiempo, demostrar a la gente de Silicon Valley, para quien en algunos casos la historia empieza con la salida a bolsa de Google, que la Historia también les implica a ellos.
El éxito de Kissinger tras 1968, cuando inicia su carrera política, descansaba en su habilidad para construir una muy eficaz y tupida red de contactos y complicidades.
En este último libro abordas algunos temas sobre los que ya habías escrito en el pasado. Estoy pensando, por ejemplo, en la familia Rothschild o en la figura de Kissinger. ¿De qué manera esta aproximación a través de las Redes mejora nuestra compresión histórica?
Escribiendo este libro me he dado cuenta que había estado escribiendo sobre redes durante toda mi carrera, aunque no fuera siguiendo un enfoque muy formal. Cuando estaba terminando el primer volumen de la biografía de Kissinger, me vino a la mente una idea: esta era la idea de que el éxito de Kissinger tras 1968, cuando inicia su carrera política, descansaba en su habilidad para construir una muy eficaz y tupida red de contactos y complicidades.
Esto me hizo darme cuenta de que no tenía el conocimiento suficiente sobre cómo funcionan los sistemas en red para abordar con rigor esta cuestión. The Square and The Tower, en parte, es un libro escrito como parte de esta búsqueda preliminar y acopio de ciertas herramientas teóricas que necesitaba adquirir como paso previo al ejercicio de escribir el segundo volumen de Kissinger. Por eso el libro incluye análisis de redes en torno a la figura clave de Kissinger o algunos de los elementos clave que ayudan a entender la crisis a la que se enfrentaron los poderosos Estados-nación en las décadas de los 60s y 70s y que constituyen el telón de fondo donde Kissinger tendrá que desarrollar el grueso de su carrera política.
En muchos aspectos, el concepto de red se relaciona estrechamente con el concepto de mercado, pero el libro deja claro que esto no es del todo así. ¿En qué se diferencian redes y mercados?
Para muchos economistas existe la tentación de pensar que el mercado es una red social, por lo que se puede hablar indistintamente entre las redes y lo que asociamos a la idea de libre mercado. Sin embargo, esto no es exactamente así. Por ejemplo, no tiene absolutamente nada que ver con los mercados libres cuando hablamos de los Illuminati o los masones. El Estado Islámico es otro ejemplo perfecto de red en la que la economía juega un papel muy subordinado. Las redes pueden ser para intercambiar información, ideas, o, incluso, estar diseñadas para distorsionar los mecanismos de mercado. El mercado es un tipo particular de red, probablemente una de las más sofisticadas, pero existen muchos otros tipos de redes cuya dinámica no depende de los precios. Confundir las redes con los mercados es un error fundamental, y supone no entender el grueso de mensajes que lanza el libro. Adam Smith se dio cuenta de cómo lo que llamamos redes de hoy trascienden el mecanismo del mercado cuando en The Wealth of Nations señala: “People of the same trade seldom meet together, even for merriment and diversion, but the conversation ends in a conspiracy against the public, or in some contrivance to raise prices.”
The Square and The Tower es un libro muy multidisciplinar. Entre las muchas referencias se cita Antifrágil de Nassim Taleb. ¿Cómo se relaciona esta idea de antifrágilidad con el poder jerárquico y las redes?
He estudiado con profundidad los trabajos de Nassim, buen amigo, y, aunque tenemos un background académico muy distinto, los dos hemos estado señalando argumentos similares en campos distintos. Una de las cosas importantes que me han enseñado los libros de Nassim es que una gran parte de lo que sucede en el mundo tiene que ver con la complejidad y la tendencia de los humanos de crear órdenes planificados, frágiles. En resumen, las instituciones sociales creadas por el hombre parecen óptimas en el 99% de los casos, pero cuando nos situamos en ese 1% restante, colapsan de manera irremediable. Hasta cierto punto, ambos libros [Antifrágil y The Square and The Tower] pueden leerse de forma complementaria: mi libro ofrece una perspectiva histórica de cómo los humanos, de vez en cuando, hemos tenido éxito en la construcción de estructuras robustas y resilientes a lo largo de la historia. De hecho, la historia, el paso del tiempo, es el gran juez con respecto a qué es frágil y qué no lo es.
Sin Twitter ni Facebook, la elección de Trump como presidente es impensable. Las redes sociales permitieron a Trump una herramienta de comunicación muy efectiva sin necesidad de contar con los grandes recursos que solía requerir una campaña electoral tradicional
Pensemos, por ejemplo, en la Iglesia Católica, una institución perfectamente diseñada para ser antifrágil: la Reforma protestante supone un elemento fuertemente disruptivo que altera pero no la destruye y hoy aún se mantiene con relativa buena salud y con sus casi 2.000 años de historia a sus espaldas. Es un ejemplo de institución sólida, resistente, que aúna elementos que tienen que ver con el poder jerárquico, con el Papa en la cima de lo más alto, con elementos propios del poder en red si echamos un vistazo a la estructura descentralizada y en red de las diferentes parroquias.
Eric Schmidt da en el clavo cuando hablando del libro señala: “Silicon Valley necesitaba una lección de historia y Ferguson se la ha dado”. Aunque existe este continuo entre el ayer y el hoy, ¿cuáles son las diferencias más importantes entre el mundo de Gutenberg y el de Zuckerberg?
En el libro explico la historia de Johannes Gutenberg, inventor probablemente del artefacto más importante para explicar el mundo moderno y que, sin embargo, tuvo más bien poco éxito como emprendedor. De hecho, terminó sus días en bancarrota. Así que una cosa podemos afirmar con seguridad, el modelo de negocio de Mark Zuckerberg es mucho más solvente que el de Gutenberg. La diferencia, creo, es que en el caso de Gutenberg estamos ante una verdadera revolución descentralizada, ante una verdadera red. Poco después de la invención de la imprenta, esta se extendió por toda Europa –entre otras ciudades a Barcelona–, no por el Imperio Otomano, donde cada prensa estaba operada por un editor independiente, y por lo tanto sin ningún control central. Este proceso transformó la vida religiosa, la cultura en general, y se convirtió en la base de la Revolución Científica y la Ilustración.
En nuestro tiempo, la historia es diferente. Aunque todos somos dueños de nuestra computadora personal y podemos conectarnos libremente a Internet, una verdadera red descentralizada, no podemos decir lo mismo del grueso de plataformas a través de las cuales navegamos por la red: no interactuamos de la misma manera en Facebook que cuando alguien leía un panfleto escrito en el 1600. Pasaron siglos antes de que el negocio editorial comenzara a ganar dinero con la publicidad, mientras que solo tardó un corto período de tiempo que esto sucediera en las redes sociales modernas.
Estamos viendo cómo los movimientos inicialmente horizontales como Facebook se vuelven rápidamente jerárquicos…
El libro no trata solo sobre la Plaza y la Torre, sino sobre todo cómo ambas dinámicas interactúan a través de la historia. Esta relación entre redes y poderes jerárquicos no es una dicotomía, sino más bien un continuo. Las redes, como sistemas complejos, pueden variar muy rápidamente a través de una fase de transición hasta el punto de convertirse en estructuras jerárquicas. Este es el caso de las redes sociales: la imagen de un mundo horizontal, plano, que generaron las redes sociales en sus inicios era una ilusión que se ha desvanecido con el tiempo. Lászó Barabási subraya cómo las redes sociales no son libres de escala, es decir, no todos los nodos de la red son iguales a los demás. Cuando abrimos una cuenta en Twitter, por ejemplo, no seguimos nodos aleatorios, seguimos aquellas cuentas que tienen más seguidores. Nos unimos al nodo más conectado, acabamos todos siguiendo a Donald Trump, lo que favorece que dentro de la red se repliquen estructuras jerárquicas.
¿En qué medida las redes sociales fueron clave para el triunfo de Donald Trump en la campaña electoral de 2016?
Déjamelo ponerlo de esta manera: sin Twitter ni Facebook, la elección de Trump como Presidente es impensable. Las redes sociales permitieron a Trump una herramienta de comunicación muy efectiva sin necesidad de contar con los grandes recursos que solía requerir una campaña electoral tradicional. Antes de 2008, el elemento clave en la elección era la televisión, un canal muy caro, y la fuerza del aparato de los partidos. Si miras los números, el presupuesto de campaña de Hillary Clinton fue el doble de Trump. Sin Twitter y Facebook Trump nunca hubiera ganado en los estados clave que determinaron finalmente su elección. Por añadidura, la elección tuvo interacciones por parte de otras redes de las que Trump supo sacar un mayor partido. El Estado Islámico se involucró incrementando la violencia durante los meses previos a las elecciones, lo que ayudó a polarizar a los votantes sobre el tema del Islam y la inmigración; y también los rusos se involucran con su red de inteligencia pirateando los servidores de los partidos Demócrata y Republicano. Podemos decir que fue una elección en que el poder de las redes fue clave. Imaginemos a los dos mismos candidatos, por ejemplo, en la elección de 2004, y es fácil concluir que Trump no hubiera siquiera pasado el filtro de la nominación republicana sobre la que hubieran tenido una influencia clave los poderes jerárquicos del partido.