Recuerdo que hace unos pocos años, un buen amigo de un pueblecito a escasos treinta kilómetros de Barcelona, al proponer hacer un plan en su villa y ver mi instantánea cara de fatiga, me soltó: “¡Cómo sois los barceloneses! ¡Os proponen ir a la esquina y parece que tengáis que subir al Everest!”. Y, al menos en mi caso, tenía razón. Mea culpa.
Pero conste que esta tendencia a la poca movilidad que podemos demostrar ciertos especímenes del homo barceloninus no se expresa sólo de puertas afuera del Cap i Casal. La movilidad interna también parece hacérsenos una montaña, y eso nunca mejor dicho cuando hablamos de Montjuïc.
Esta semana dedicamos los Moments Estel·lars que el The New Barcelona Post monta en Casa Seat, a Montjuïc, la montaña de los museos. Y la enmienda al título llegó en la primera pregunta, de la mano de uno de los tres invitados a la conversación, Marko Daniel, director de la Fundación Joan Miró, a quien, por cierto, avalaron los otros dos protagonistas, Isabel Salgado, directora del área de exposiciones y colección de la Fundación La Caixa, y Pepe Serra, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).
Marko, afable a la vez que contundente, advirtió de que para él era importante dejar claro por lo pronto que Montjuïc es un parque, no una montaña que, bien mirado, a lo sumo, podría ser tildada de roca o roquita. Y todos asintieron, sobre todo cuando razonó por qué es importante tener presente que Montjuïc es un parque “tridimensional”, con cierta elevación, pero no mucho más que ningún otro parque.
El factor psicológico de los barceloneses justifica este apunte crucial. Porque es cierto que a menudo también existe la sensación de que Montjuïc y todo lo que aloja queda lejos. Hablamos de montaña y ya imaginamos el Aconcagua argentina. Y no. Desde la perspectiva de las grandes ciudades con las que acostumbramos a querer compararnos, Montjuïc es central, en distancia. Pero sobre todo es necesario hacerla central en nuestra mente.
Un espacio central, eso sí, abierto y con naturaleza (en parte por eso decidió Joan Miró ubicar ahí su fundación). Y esta complementariedad entre naturaleza y cultura, Isabel Salgado también quiso destacarla junto con la gran cantidad y variedad de equipamientos culturales que ahí se encuentran. Un gran contenido que incluso ofrece la duda de si se puede proyectar de forma suficientemente coherente y potente, objetivo que Pepe Serra, director del MNAC, cree que ahora estamos más cerca de conseguir.
La transformación de la Fira, ahora sí (era “ahora o nunca”, según Serra), puede ofrecer una oportunidad para el MNAC y el resto, con el horizonte de un 2029 en el que se celebrará un centenario sonado para el parque que, al estilo de Prince, podríamos describir también como “el artista antes conocido como montaña”. Es una gran oportunidad para vertebrar un circuito. Para estrechar distancias entre los habitantes del espacio y entre ellos y los del resto de la ciudad. En definitiva, puede ser una gran excusa para que en Montjuïc las cosas funcionen mejor, empezando por la relación de todos los barceloneses con él.