Carlos Zanón
El escritor Carlos Zanón. © Felipe Huertas

Lo último de Carlos Zanón o cómo escribir un libro que suena como una canción

El autor barcelonés indaga en Love Song sobre amistades y amores crepusculares, con una gira de verano de por medio y una nueva versión del Sandino de Taxi

Carlos Zanón (Barcelona, 1966) ha escrito un libro que suena como una canción. Jim, Eileen y Cowboy son los músicos que tocan una historia sobre amistades y amores que llegan a su fin. No hay ilusión ni nervios, hay certezas y decepciones. En Love Song (Salamandra, 2022), Zanón quería que el lector tuviese la sensación de estar en las tripas de una canción y no tanto que estuviese pendiente de ir siguiendo la trama. Para ello, suena música todo el rato, acompañada por la gira de verano por campings de la costa en la que los tres protagonistas se embarcan como despedida.

En una entrevista con The New Barcelona Post, cuenta que su última novela “habla de la necesidad de cortar con los lazos del afecto para saber quién eres”. En esa ruptura protagonizada por tres protagonistas en igualdad de condiciones, hay tintes de la trama que protagonizaron los escritores Lord Byron y los Shelley, así como de la de los músicos Townes Van Zandt y el matrimonio formado por Guy y Susanna Clark. “Me interesaba ese triángulo que nunca se destruyó, que se desmenuza por la vida, no por nada más”, sostiene. Al trío de Love Song, les acompaña un chófer que les ayuda a huir de Barcelona, escenario natural de Zanón. Le llaman Polidori y se convierte en la voz práctica y externa, a la vez que una continuación con otro nombre del Sandino de Taxi.

La música en Love Song no es solo el tema sino que es “el único territorio en el cual los personajes sienten que su mundo tiene sentido, fuera de eso, son incapaces ni siquiera de hablar entre ellos”. Para el autor barcelonés, la música también es un eje fundamental en su proceso creativo. “Yo empecé a escribir cuando escuchaba la radio y esperaba a que el locutor tradujera el título de una canción que me había gustado y que era en inglés. A partir del título, yo me imaginaba lo que había dicho la canción y escribía. Tendría doce o trece años”, confiesa. Aún guarda esos primeros textos, aunque no se atreve ni a leerlos ni a tirarlos.

De ese de guiarse por lo que transmitía una canción para escribir, Zanón se ha quedado con que una narración también tiene que tener ritmo. “Creo que lo que diferencia escribir y redactar es la musicalidad. A ti te gusta la página de un libro por las palabras que ha elegido el autor, el tono, el ritmo, por cómo suena… En el fondo, te da igual lo que te explique alguien, lo que quieres es que te lo explique esa persona, que te cante esa canción alguien en concreto”, defiende.

A pesar de esta devoción por la música, especialmente por el pop-rock pero también por el soul, a Zanón no le hubiera gustado ser músico “siendo viejo”, como les pasa a los protagonistas de Love Song. “En su momento, la música sí que es fascinante y también lo es estar en la música. Pero creo que es más agradable envejecer siendo un escritor o con cualquier otro oficio que siendo un músico de rock. Es bastante ingrato por la fascinación que se tiene por la juventud”, razona. Eso no quita que de joven sí que se paseara por ese mundo, pero “sin pasar de un nivel super amateur“, como cuando hizo teatro. “En serio, solo ha sido lo de escribir”, subraya. A pesar de no haber querido ahondar más en el mundo de la música, ha compuesto y escrito canciones, algunas de ellas para Loquillo.

Pero el autor barcelonés no solo piensa en la música, también recurre a las películas. “Me gusta intentar que la escritura imite como funciona nuestra cabeza, que se va de una cosa a otra. Vas pensando algo, ves una cosa y piensas en otra, se te cruza una canción… Es un poco como pasa en el cine, en el que tienes muchas cosas que te están hablando al mismo tiempo: imágenes, diálogos y banda sonora. Pero tú vas encajándolo todo”, expone. Así, sus libros tienen que hacer lo mismo, preocupándose poco por si queda claro quién está hablando o quién está pensando, transmitiendo sensaciones. “Creo que le da al libro un punto de algo vivo, que técnicamente no es perfecto, pero sí que palpita”, remarca.

Escribir solo, sin Internet

Todo esto se acompaña por un proceso de acumulación y maratones de escribir. En Love Song, ha sacado a relucir algo que se le quedó hace muchos años, cuando trabajaba de camarero en campings y veía a grupos de música pasar cada noche. “A veces, las novelas son cosas que se quedan muchos años dentro, hasta que no encuentras la manera de que eso pueda cobrar forma”, indica.

“A veces, las novelas son cosas que se quedan muchos años dentro, hasta que no encuentras la manera de que eso pueda cobrar forma”

Para arrancar, necesita ver algo que reclame ser escrito, algo que le impresione, que esté fuera de lugar. En su última novela, es una escena que pasa del todo desapercibida, cuando Jim y Eileen se conocen, con el piano tocado por una mujer enfadada de fondo: “Yo estaba en Buenos Aires y entré a un bar donde estaba esta señora, muy malhumorada porque no le ponían whisky. Pensé, aquí hay algo”. No importa que luego no sea determinante para la trama, lo importante es encontrar algo con lo que tirar.

Luego está cuando se pone a escribir “en serio”, lo que le obliga a aislarse y no parar. Pasa cuatro o cinco días solo en un apartamento de veraneo, sin internet, comiendo a deshora y cogiendo dolor de espalda. “Te olvidas un poco del mundo de fuera”, enfatiza. Así, tarda entre seis y ocho meses en tener la primera versión, a los que añade un año y medio más de correcciones.

Carlos Zanón
Zanón necesita ver algo que reclame ser escrito, algo que le impresione, que esté fuera de lugar para arrancar. © Felipe Huertas

Cambio de paradigma

Esa musicalidad que el escritor buscaba en la radio de pequeño le llevó a estrenar su carrera literaria con poesía. Su primer libro, El sabor de tu boca borracha, llegó cuando solo tenía 22 años. Con más poemas y letras de canciones mezclándose, tardó veinte años a publicar su primera novela, Nadie ama a un hombre bueno, aunque fue con la segunda, Tarde, mal y nunca, cuando todo se aceleró, hasta ahora.

Zanón, que rechaza la etiqueta de autor de novela negra, “solo he hecho una novela con un detective y no era mío”, dice que con Taxi ya empezó a cambiar de proyecto literario, lo que se ha consolidado con Love Song. “En esta, un poco como sus personajes, he cortado con aquello que había hecho hasta ahora. Es una novela con otra luz”, cuenta. Aún no sabe hacia dónde seguirá y, de momento, no está escribiendo nada nuevo.