La liturgia creativa de Guillamino

Pau Guillamet (Barcelona, 1976) buscaba paz y foco entre las venerables paredes del Monasterio de Poblet, donde también encontró inspiración compartiendo las liturgias de los monjes cistercienses. El resultado se podrá saborear en directo -y en compañía del mismo coro infantil que participa en el disco- el próximo 1 de febrero en la Nave B1 de Granollers

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uatro años después de Un altre jo, Guillamino publica Fra Júpiter, un disco espléndido escrito y grabado en su mayor parte durante una estancia del artista en la hospedería del Monasterio de Poblet. Pau Guillamet (Barcelona, ​​1976), buscaba paz y foco entre las venerables paredes de aquel lugar, donde también encontró inspiración compartiendo las liturgias de los monjes cistercienses. El resultado se podrá saborear en directo -y en compañía del mismo coro infantil que participa en el disco- el próximo 1 de febrero en la Nave B1 de Granollers, y el día 3 del mismo mes en el Auditorio Barradas de L’Hospitalet de Llobregat, en este caso dentro de la programación del XXIV Festival Barnasants.

¿Por qué decides ir a Poblet a hacer las canciones?

Necesitaba un estrés creativo, ponerme en situación. Cuando estás en casa acabas no haciendo nada, porque ahora tienes que ocuparte de esto y después de lo otro. La inspiración en casa es complicada: deben pasar hechos excepcionales y, en casa, normalmente no hay nada excepcional, todo es rutina. Yo sabía que si me ponía un límite temporal y espacial la cosa funcionaría, porque ha funcionado muchas veces haciéndolo así. Pensé que Poblet era buena idea, ya que está cerca y a la vez está muy lejos, en el sentido de que es muy diferente. Algunos amigos ya me habían dicho que era un buen lugar para trabajar. Hice una petición especial para hacer música. Aunque pensaba que me dirían que no, me dijeron que sí, pero que tendría que trabajar en la sala de música de la Torre Real, que es un lugar fantástico, espectacular. Es una sala con ojiva gótica muy grande, con una reverberación muy bonita, donde no hay prácticamente nada: un atril, un tapiz, una silla…

¿Cómo fue la experiencia?

Había toda una liturgia cada día entre cantar con los monjes y comer con ellos. Llegué un domingo por la noche y fui directamente a la misa de vísperas. Pensaba que se pondrían a rezar, aquella gente, pero cantaron. Un canto modal muy bonito que enseguida me hizo pensar mucho en el auto-tune y el trap… Las guitarras y las voces de todo el disco están grabadas allí excepto la versión de Sangtraït [Senyors de les pedres] y Cançó [adaptación del poema homónimo de Màrius Torres]. También me impuse una limitación técnica, que era trabajar directamente con el micro pequeño del ordenador portátil que llevaba.

¿Qué te aportó el convivir con los monjes y estar en un lugar como aquel?

Seguir sus rutinas fue parte del encanto de todo. Yo iba a tres oficios al día de los seis o siete que hacen ellos, y tenía la vida bastante ordenada. Me levantaba a las siete e iba a misa de ocho. Son tres cuartos de hora sin desayuno. Después del desayuno iba a la sala de música, que no tenía calefacción: debía trabajar con la chaqueta puesta, y era durillo. Al mediodía iba a otra capilla muy soleada, hacía una pausa y podía ir a pasear por la viña, pero al acabar tenía que volver a ponerme a trabajar de inmediato, porque a las siete menos cuarto ya estaba la misa de vísperas. Tenía que tomar la electricidad desde fuera de la sala, con una extensión, y cada vez que ensayaba tenía que desmontarlo todo: ¡no lo podía dejar ni para ir a comer! A estas pequeñas privaciones, te tienes que ir adaptando, y te van condicionando la percepción y las decisiones. Las dificultades me llevaban a enfocarme más. Y en las misas encontraba ideas fabulosas. He hecho letras propias, pero en el disco también hay fragmentos del Antiguo Testamento: Perdura eternament el teu amor, en Càntic d’entrada… todo esto es literal pero luego yo pongo versos míos. Después hay temas que son de cosecha propia cien por cien.

¿Eres un hombre de creencias religiosas?

No, no. La liturgia y la espiritualidad me atraen, pero no creo en Dios.

El sonido del álbum camina por la acusticidad, electrónica y soul. ¿Cómo hallas esta fórmula?

En principio este disco debía ser sólo de voz y guitarra, grabado íntegramente allí. Un disco completamente folkie. Pero después de la estancia en Poblet, fui enseñando las demos a amigos, conocidos, y algunos me decían: “pero hombre, ¿seguro que no pondrás ningún ritmo? ¡Esto no es exactamente folk, eh! Yo lo veo un poco soul…”. Al final pensé que en algunas canciones veía un órgano, y cuando empecé a hacer los órganos la cosa ya tomó otro color. Después se me ocurrió que podría hacer guitarra, órgano y aquel instrumento de Trinidad y Tobago que se llama steel drum, pero al final me decidí por la batería y el bajo, que grabé yo mismo.

Foto de Àlex Llovet

En el disco también participan los Petits Cantors de la Societat Coral Amics de la Unió de Granollers. ¿Qué aportación hacen?
Quería confrontar el ambiente folkie reverberado con estas voces blancas. Fui a buscar una franja de edad baja para que fueran unas voces todavía poco esculpidas, que hubiera un cierto temblor. Di con unos niños muy bien preparados y disciplinados, con una memoria y una retentiva brutal, pero que al tener diez años todavía tenían el timbre que me interesaba para evocar un cierto punto de inocencia.

Antes has mencionado la versión de Sangtraït y la adaptación de Màrius Torres. ¿Por qué las quisiste incluir en el disco?
Me apetecía buscar una versión de algo muy nuestro, y también una adaptación, porque no hacía ninguna desde eXile y Pere Quart hace diez años. De jovencito era fan de Sangtraït y, en el caso de Màrius Torres, encontré en una antología poética suya y me gustó porque este era el último poema que escribió. Leí un poco y me encontré con una historia muy bonita. Torres terminó Cançó pocos días antes de morir muy joven de tuberculosis y además estaba estudiando armonía y solfa para componer. Pensé que él quizás habría musicado esta última Cançó… como que no pudo, ya se la musicaría yo.

Fra Júpiter… ¿por qué se llama Júpiter?

La eufonía viene de algún modo de Poblet. Allí son todos frailes: a mí me atendió fra Borja, también estaba fra Rafael, el fra tal… Fra [fray, en castellano] es bonito. Fraile suena diferente, pero fra puede ser como DJ Fra… mola, es como muy exótico: efe-erre-a… ¿qué idioma es? Le puse Júpiter básicamente para que sonara bien.

Ahora se cumplen quince años desde que publicaste tu primer disco. Cuando miras la obra hecha, ¿cómo te ves?

Me veo bien, felizmente fuera de la industria. Yo nunca he hecho lo mismo, cada disco es diferente, y juego a eso. Desde que empecé a trabajar, me he liado con toda clase de proyectos, algunos de ellos encargos, y así ha ido pasando el tiempo. Mi coherencia es ser muy incoherente. Hay gente que crea carreras con una fórmula y la va repitiendo con pequeñas variaciones, pero yo no. Yo no pretendo nada ni tengo ninguna estrategia.