Concierto homenaje a Núria Feliu
Concierto homenaje a Núria Feliu en el Palau de la Música. © Arnau Pascual

Núria Feliu, the One and Only

El Palau de la Música ha homenajeado a una de las intérpretes de la canción popular que a modo de termómetro emocional captó más y mejor la soledad y la singularidad de Catalunya

Durante unas semanas en el Palau Robert, de Barcelona, ha contenido una exposición (del 14 de febrero al 19 de mayo de 2024), más que notable, dedicada a la figura y trayectoria profesional de la cantante e intérprete de Sants —uno de los distritos más dinámicos de la ciudad, tanto en el ámbito vecinal como cultural—, Núria Feliu (1941-2022). Reconvertida de manera errónea en santo y seña de un concepto rebozado de no se sabe muy bien qué sustancia conocido como la tieta. 

Por fin, alguien se sentía con la libertad de identificar el simple hecho de sentirse catalán y catalanista como un acto cotidiano. Feliu no aspiraba a ser Barbra Streisand o Aretha Franklin. Sus estudios de piano le permitieron identificar el ritmo y la manera de interpretar canción, cuplé —que se reanimó en los setenta por iniciativa suya y de Guillermina Motta—, sardana cantada, bandas sonoras, musicales hasta el jazz y pop, aplicando una de las mayores virtudes del oficio de cantar: la naturalidad expresiva.

Núria Feliu —también conocida como la Feliu— por su voz y su manera de interpretar. Se rigió por una idea rotunda y diáfana: en catalán se puede cantar cualquier género. La aparición fulgurante de la intérprete en 1965 descolocó a más de uno. En 1966 grabó un disco inmaculado junto a Tete Montoliu. Un éxito pequeño, brillante, pero saboteado por la corta mirada de unos empresarios que primaron los respectivos contratos discográficos antes que ambos músicos siguiesen trabajando juntos. Como se explica en el libro de la muestra, Núria Feliu, supervedet, del que se habla al final de estas líneas. 

Dos décadas después, la intérprete, que continuó activa dos décadas más, perdió parte del interés popular que viró en otra dirección. La cantante volvió a sus inicios. A cantar en la calle, en los entoldados, en las fiestas mayores. Siempre cerca del ciudadano corriente que la consideraba una de los suyos. Pero los grandes teatros cada vez menudeaban menos en su agenda. Por contra, sus apariciones en la televisión eran habituales, su música se escuchaba poco. Muchas cambios de discográfica, un repertorio demasiado visto, poca innovación. Otros ritmos, otras modas la dejaron de lado. No obstante, el recuerdo permanecía. Entonces, nadie la reivindicó, ni ella se reinventó. La Creu de Sant Jordi otorgada en 1985 tampoco mejoró las cosas. En este siglo, su actividad se fue espaciando hasta dejar los escenarios. Falleció en 2022. 

La exhibición Núria Feliu en el Palau (Robert) —una de las mejores muestras de los últimos tiempos dedicada a una figura de la cultura musical— tuvo el acierto de recuperar su nombre no como una pieza de museo, sino como una trabajadora ilustre de la cultura popular, moderna y a contracorriente; es decir, convirtió su nombre en un elemento contemporáneo. Ese aroma que prácticamente es patrimonio de la Nova Cançó y de pocos nombres más, como el de Carles Santos, otro verso libre, provocó que la Feliu pasase en solo una noche —a la del otro Palau, el de la Música Catalana— de ser una referencia a ser tratada como una pieza museística. Una actitud burda. Una mujer dibujada y envuelta en alcanfor. Un error de bulto. 

El resultado del concierto Núria Feliu al Palau. Acte d’homenatge se adecuó a una premisa muy vista. Desde la selección de los actuantes, estableciendo una relación extraña entre la selección del repertorio y los cantantes invitados. El hilo conductor de la velada fue un guion inconexo, lleno de clichés. Ni pizca de imaginación. Las bromas, las bobadas y los lugares comunes deslucieron la conducción de los presentadores, los televisivos Helena Garcia Melero y Òscar Dalmau, que, también, ha sido el comisario de la exposición, mudó como un calcetín. El olfato moderno del Palau Robert salió disparado por la ventana. Realmente, no se entiende. Tampoco se entiende la omisión, entre los muchos nombres citados alrededor de la Feliu, los del productor y periodista musical Albert Mallofré y el pianista y compositor Lucky Guri, que sí constan en el libro y la muestra.

Laura Simó
Laura Simó con la orquesta, durante el concierto. © Arnau Pascual

Aunque el swing hacía lo imposible por surgir. Arriba del escenario aparecieron dos señoras, dos cantantes. Laura Simó, que también trabajó con Tete Montoliu, abrió el homenaje. Estuvo espléndida en clave jazzística. Superado el ecuador de la noche, Carme Canela interpretó un bolero de manera notable. Su elegancia en la voz, la interpretación y la manera de estar sobre el escenario merecen más reconocimiento y visibilidad. 

También cabe destacar el cuplé de Els Catarres; el recitado de Lali Feliu; la chanson de Marina Rossell acompañada al piano por Antoni Ros-Marbà; las sardanas de la Cobla Ciutat de Girona. Más, la música de raíz de Carles Belda y Joan Garriga y sus acordeones. Todos los males desaparecieron en el último momento, cuando la imagen promocional de Núria Feliu de 1965 surgió del escenario para levantarse hacia el cielo, mientras la despedía la orquesta. Siempre tendremos “Què n’ha quedat del nostre amor”.

Núria Feliu, supervedet 

En paralelo a la exposición Núria Feliu al Palau (Robert), que es fruto de una propuesta del Departament de Cultura y el Palau Robert, se edita un magnífico libro, de más de 200 páginas, que documenta el espíritu, la carrera y el peso de la intérprete en la sociedad catalana desde una óptica transversal —solo deja fuera el ámbito más privado y personal de la cantante—, a partir del archivo personal de Núria Feliu y otras aportaciones de coleccionistas. La información detalla un sinfín de documentos que la muestra ha presentado en distintos de formatos y soportes. 

El volumen, que se puede interpretar como un catálogo ad hoc, va más allá, ya que se trata de un estudio pormenorizado de la vida y obra de la cantante. Se recogen muchas cubiertas de discos propios y de vocalistas que interesaban a la barcelonesa; así como, reseñas y lugares de actuación de Feliu, como indica el cronista de la Nova Cançó Fermí Puig, también amigo de la familia, en el interesante prólogo, Arxiu, memòria: vida. Pasional se muestra el comunicador audiovisual Òscar Dalmau, en su texto Aplaudiu la Feliu, a quien califica con grandes letras de singular, pionera, emprendedora y mediática para cerrar que estamos ante una supervedet

Desde siempre, la intérprete se interesó por documentar su trayectoria. El volumen se divide en cinco grandes áreas: Sants, el primer escenari; Jazz, jazz, jazz!; Musicals i cinema, Els gèneres populars y Diva i icona. El tercer prólogo es del periodista y escritor Julià Guillamon, rendido admirador de la cantante, que explica la búsqueda de textos, a modo de un viaje vitalista, para acompañar las fotografías y retratos de la Feliu, en su ensayo, Aquesta dona ens enterrarà a tots. De toda la información recogida se ha realizado una cuidadosa y elegante edición en cartoné, que se presenta con un diseño dinámico, moderno y equilibrado entre imagen y literatura que favorece una lectura clara. En definitiva, un documento necesario para conocer uno de los mejores exponentes de las músicas populares y de raíz, en catalán. El libro se puede solicitar en la Llibreria de la Generalitat de Catalunya

Carme Canela
Carme Canela, otra de las grandes voces del concierto homenaje a la Feliu. © Arnau Pascual