Mucho se habla de dieta, ejercicio y emoción, tres de los cuatro pilares de la salud humana, pero muy poco de la cuarta pata de la mesa: el sueño. Es por eso que oír las conclusiones de un erudito como Jerry Spiegel de la Universidad de California (UCLA) puede sorprender bastante. “La gente piensa que si no duerme 7 u 8 horas al día tiene un problema, pero si has dormido 6 y durante el día no tienes sueño, no debes preocuparte en absoluto”, afirma tajante. “Es más, los estudios demuestran que el problema estaría en las personas que duermen más de 9 horas, ya que, estadísticamente, desarrollan más problemas (cardíacos, respiratorios…) y viven menos. Aún no sabemos por qué ni si hacerles dormir menos mejoraría su salud”, reconoce. Eso sí, Siegel asegura que nadie debería tomar pastillas para dormir. “Aunque te duermen enseguida, solo aumentan el tiempo de sueño entre 15 y 20 minutos, y está demostrado que tomarlas a diario acorta la vida. Existen terapias mejores.”
Otro de sus recientes descubrimientos es la importancia de la temperatura durante el sueño. En sus estudios con sociedades preindustriales (que tenían menos de un 2 % de insomnio), comprobó que estas dormían siempre durante los períodos más fríos de la noche, por lo que recomienda “bajar la temperatura de la habitación para dormir”. Aunque en esto nos juega en contra el cambio climático. Según Javier Puertas, coordinador del área Trastornos del Sueño y Prevención del European Sleep Care Institute, “desde finales del siglo xix, la temperatura ha subido entre 0,72 y 1,05 °C, y se espera que suba entre 1,11 y 2,22 °C más. Por ello, la mayoría de instituciones de la salud ya trabajamos en un doble plan: conducir las políticas para intentar reducir el cambio climático y afrontar este nuevo reto en salud pública”.
Pero no solo se trata de nuestra salud. Para el sociólogo y doctor en Ciencias Económicas Salvador Cardús, el inminente cambio de horario tiene una dimensión social. “Los grupos menos favorecidos tienen los peores horarios. Pensemos en los trabajos de los inmigrantes, la doble jornada laboral de muchas mujeres o las diferencias entre países del norte y del sur. El tiempo es la medida de nuestra libertad. Por eso, cualquier cambio en horarios necesita de intervención política y un plan para vencer la resistencia social del ‘siempre ha sido así’, ‘es por nuestro clima’ o ‘es parte del carácter nacional’. El objetivo último de recuperar el horario de Europa central no es solo empezar con más sol, adelantar dos horas las rutinas diarias y ganar la hora y media de sueño que dormimos de menos en nuestro país, sino conseguir que la transformación sea estable y real”.
En esta transformación, la tecnología, que tantas horas de sueño nos roba, también será nuestra aliada. Investigadores como el doctor Carlos Egea del Hospital Universitario Araba abogan por crear grandes bases de datos a través de wearables como las pulseras Fitbit que, a través de sensores de luminosidad, movimiento, etc., monitorizan las fases del sueño y otras constantes, transmiten los datos a una app móvil y nos dicen si debemos aumentar o no nuestro tiempo de sueño. El futuro llega con nuevos horarios, nuevos hábitos y nuevas formas de soñar.
Texto: Ana Portolés
Fotografía: Anna Pla-Narbona
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