[dropcap letter=”G”]
illes Lipovetsky (Francia, 1944) se convirtió en un ensayista de referencia cuando se atrevió a abordar la moda como fenómeno social. Filósofo y sociólogo de formación, Lipovetsky abordó un tema menospreciado por todo filósofo antimoderno que se precie. De hecho, su libro El imperio de lo efímero (1987) se inicia afirmando que “la moda provoca reflejo crítico antes que estudio objetivo. La moda son siempre los demás”. Rompió moldes al abordar la moda –entendida como el proceso rápido de diseño, producción y consumo- como paradigma del capitalismo moderno. No fue el primero: destacadísimos pensadores como Georg Simmel o Walter Benjamin, ya habían dirigido su mirada a la moda como síntoma y expresión de la modernidad occidental.
¿A la intelligentsia sigue sin gustarle la cuestión de la moda?
Creo que sí. Lo que ha cambiado desde los 80 es que se han desarrollado enormemente los estudios sobre la moda. Cuando escribí El imperio de lo efímero sufrí mucho para encontrar la información. No había libros. En el mundo anglo están los Women Studies y en el País Vasco ya entonces se hacían buenos estudios, pero no los hacen los filósofos, sino los sociólogos, los antropólogos o los historiadores. Los filósofos siguen despreciando la moda. Les parece que sólo va de conformismo y de alienación de las mujeres.
Y el pensamiento feminista, ¿se ocupa de la moda?
En un capítulo de La tercera mujer trato de la belleza. Cuando lo escribí en los años noventa, suscitó un gran debate. Se pidió a cinco feministas que reaccionaran a mi libro. Ninguna de ellas comentó ese tema, pues lo consideran indigno de un estudio serio. ¡Es un error enorme, total!
Tiene razón, es un tema fundamental. Particularmente para las mujeres, puesto que sobre nosotras recae el peso de la apariencia. Es un tema político relativo a la construcción de la subjetividad femenina.
Estoy totalmente de acuerdo. Es una reacción muy sintomática. En los Estados Unidos existe por ejemplo un libro como The Beauty Myth de Naomi Wolf, pero en Francia la política se entiende de un modo muy estricto. La moda sólo se vincula a la mujer-objeto. Es casi un desprecio. La mujer se considera importante por su ciudadanía, por su trabajo, por cuidar de sus criaturas. Bien, de acuerdo, pero cuando se trata de la belleza… ¡qué horror! Se llevan las manos a la cabeza.
Pero hay que estudiar la constitución social de la belleza para conocerla, poderla criticar y cambiarla, si así se desea, ¿no cree?
Hay cosas a criticar, claro, pero la relación con el cuerpo es esencial. Es una cuestión que me preocupa, porque la relación con el cuerpo, particularmente el femenino, ilustra una tendencia que es contraria a las otras esferas de la sociedad, en las que las mujeres avanzan. Pues aquí sólo hay una norma que legitime la belleza: la delgadez. Antes había más pluralismo, ahora menos. Ahora el cuerpo debe ser delgado.
“Estamos en una revolución cultural masiva, pero estoy convencido de que no pulverizará la división sexual”
En El imperio de lo efímero, usted afirmaba que “lo artificial favorece el acceso a lo real”. Leído desde la actualidad, me ha hecho pensar en las modelos transexuales, pues creo que ejemplifican el paradigma de la promesa de transformación que ofrece la publicidad de los productos de belleza. El mensaje que el marketing dirige a las mujeres no transexuales es: si un hombre puede lograr este aspecto tan femenino y glamuroso, ¿qué no hará por ti?
No creo en las modelos transexuales. Creo que son un efecto real de los avances de este colectivo, pero afirmar que estamos en una lógica de desdibujamiento de la división de los sexos me parece un contrasentido. Funciona en la publicidad y marketing porque opera como una provocación, una subversión, pero no más. Estamos en una revolución cultural masiva, pero estoy convencido de que no pulverizará la división sexual. No creo que vayamos a una sociedad unisex o transexual. Está sólo en la cabeza de la gente del marketing. Creo que esto resulta provocador entre profesionales porque son naíf y víctimas de la moda. La moda es un mundo pequeño.
¿Cree que hay más creatividad hoy en la moda?
Ahora, sobre todo para las mujeres, lo más importante no es la moda sino el cuerpo. Se preocupan más por el peso o la piel que por los tejanos. Se visten más relajadamente, con un lado fun, hay una distancia. Antes estaban obsesionadas con la apariencia, era casi vital. Ahora la apariencia es el cuerpo, lo cual deja de ser divertido. Esto es muy serio, el cuerpo, la cara. Antes las mujeres tenían celos de los vestidos de otras. Esto ya no pasa, excepto entre algunos adolescentes. Se critica esta tendencia, pero yo soy favorable porque quiere decir que la ropa se ha colocado en su sitio. No acarrea el sentido de la vida, la vida es otra cosa.
Se da demasiado importancia al cuerpo de las mujeres, particularmente, con relación al envejecimiento, ¿no cree?
Totalmente de acuerdo. El culto a la delgadez es terrible. Hay muchas mujeres y marcas que combaten esto, como Dove, pero tienen poco éxito.
Creo que el éxito para cambiar el modelo es débil, pero muchas mujeres se identifican con el cuerpo de Dove y se sienten mejor.
Esto es deseable. De hecho, una cierta redondez no es fea, no me choca. La belleza canónica de la moda tiene un aspecto pobre.
Es que ese tipo de belleza no trata de gustar a los hombres, sino de acomodarse a un estándar de subjetividad obediente, disciplinada y consumidora. Es otro modelo, un modelo de subjetividad y una estrategia de poder blando.
Hay muchas operaciones estéticas y Botox. Las mujeres tienen razón al hablar de la tiranía de la belleza.
“Necesitamos una nueva educación que dote de herramientas a los jóvenes y les enseñe a ser algo más que consumidores. La formación artística debería ser central, así como las estrategias para la competitividad”
Yo tiendo a rehusar el término “tiranía” porque aprendí -precisamente de sus libros, y de la noción de poder productivo en Foucault- que las mujeres son seducidas a adoptar este modelo. Hay mucha presión, pero el modus operandi no es la lógica de la fuerza, sino la de la seducción, ¿no cree?
Depende de cómo lo estudiemos. Si lo miramos desde el punto de vista sociológico, hay una tiranía. Si lo vemos desde el lado político, siempre podemos rebelarnos. En el colegio, las preadolescentes se presionan mucho. Necesitamos una nueva educación que dote de herramientas a los jóvenes y les enseñe a ser algo más que consumidores. La formación artística debería ser central, así como las estrategias para la competitividad. El objetivo es la calidad, no la cantidad. La democracia equivale a la posibilidad de realizar el ideal humano. Fomentar la creatividad y la expresión de uno mismo es fundamental para soslayar la pesadez del trabajo repetitivo. Hacer el bien, amar lo bello y crear. Sobre la tiranía, las feministas se quejan, pero globalmente es menos fuerte que antes. Pensemos, por ejemplo, en los textos que los hombres escribían sobre las mujeres viejas, ¡eran terribles! Las trataban de brujas, eran muy violentos.
¿Ha cambiado tanto hoy en día? Yo pronto seré una vieja dama…
¡Pero usted es todavía bella!
Gracias ¿pero no es precisamente ésta la trampa? Las mujeres somos socialmente aceptables mientras seamos bellas. Sin embargo, aceptar la autoridad de nuestra voz, bueno, esto ya cuesta más – indiferentemente de si eres bella o no. Si te consideran bella, les resulta chocante. Muchos hombres todavía tienen miedo de las mujeres educadas. La belleza actúa como una protección: “usted es todavía bella”. La “bruja” surge cuando la belleza de una mujer se desvanece y lo que más destaca entonces es su conocimiento, su sabiduría, ¿no cree?
Cuando doy conferencias en Brasil, a las mujeres les encanta lo que digo, pero me dicen que los hombres creen que las mujeres a los cuarenta son viejas. Sin embargo, yo conozco mujeres de cierta edad que encuentran compañeros de su misma edad. Para un hombre inteligente, a nivel erótico, yo creo que una mujer de cierta edad es erótica. Son interesantes. El cuerpo está bien, pero no es tan importante. Sobre el erotismo, Proust dice que es necesaria la imaginación. Pero algunos hombres son, en efecto, conformistas. Incluso con la evolución de hoy en día, los útiles de seducción de hombres y mujeres no son los mismos. Por ejemplo, el poder y el dinero son factores atractivos para las mujeres. Los hombres políticos, los líderes, atraen a las mujeres. Las mujeres líderes no atraen en absoluto a los hombres. Al contrario. Y esto no parece cambiar. Por eso no creo en la mezcla transgénero en el sentido cultural. Después de todo lo que ya ha cambiado, esto no lo ha hecho aún. Los hombres ricos y viejos buscan mujeres jóvenes. La revolución no es total, hay grandes permanencias que se mantienen, rezagadas.
Más que de una revolución, ¿se trata entonces de una pequeña vanguardia? ¿Va a cambiar nuestra mirada erótica?
No creo que sea una vanguardia, creo que es una virtualidad potencial pero que se quedará en algo marginal. Escuche, presto mucha atención a la antropología. Los homo sapiens llevan 50.000 años de existencia durante los cuales siempre parece haber habido una división sexual del trabajo. No veo que esta dimensión vaya a desaparecer. Ser hombre y ser mujer, se puede decir que es una construcción, como afirman los estudios de género, pero no es una construcción total.
Las mujeres intelectuales tienden a ser percibidas como personas que tratan de asuntos que sólo conciernen a las mujeres. ¿Hoy en día hay mujeres intelectuales en Francia que sean figuras públicas? ¿No hay una jerarquía de autoridad de la voz?
Es una buena pregunta, pero la celebridad no es la referencia ahora. Las mujeres universitarias que escriben son muchas. Hay cosas que no cambian, pero otras cosas sí han cambiado. En los años 50 se consideraba que las mujeres no podían estudiar matemáticas. Esto se terminó. No hay muchas ingenieras, pero nadie considera que por serlo dejen de ser femeninas. No es cierto.
“La cultura dominante entre las jóvenes generaciones ya no es una jerarquía de sexos según la cual las mujeres son buenas para escuchar, criar a las criaturas, ser bellas y deseables. El modelo igualitario ha vencido al viejo modelo, pero esto no significa que, de repente, todo sea igualitario”
Bien, pero no es una cuestión de percepción de feminidad de las ingenieras, sino si tendrán la misma confianza de la clientela en su trabajo -y la misma retribución- que sus colegas masculinos.
Hay muchas diferencias en los startups: la mayoría son hombres. Así son los hechos, pero los principios de igualdad nadie los contesta. La gran época del machismo ha terminado pero el feminismo no está contento. No paro de criticar las cosas que no han cambiado, pero hay cosas que sí lo han hecho. El feminismo sólo ve la desigualdad, como si fuera terrible. No es el machismo sobre el que se apoya el techo de cristal. Es mucho más complicado. La cultura machista cree que hay una superioridad del hombre sobre la mujer, pero la mayoría de los hombres ya no piensan esto. Aunque todavía exista, la cultura dominante entre las jóvenes generaciones ya no es una jerarquía de sexos según la cual las mujeres son buenas para escuchar, criar a las criaturas, ser bellas y deseables. El modelo igualitario ha vencido al viejo modelo machista falocéntrico, pero esto no significa que, de repente, todo sea igualitario. Hay nuevas formas de diferencia y desigualdad que se reconstituyen. Por ejemplo, en política, cada vez hay más mujeres que llegan a la cima y no es un problema. Sin embargo, las grandes empresas siguen en manos de hombres, podemos convenir. Pero, como revancha, hay un número enorme de mujeres emprendedoras en las medianas y pequeñas empresas. Muchas se rigen por el modelo profesional pero no quieren destruir el modelo familiar. Buscan encontrar el equilibrio.
También buscan cambiar la sociedad de tal modo que les permita hacerlo todo.
Sí, y los hombres no lo buscan. Tengo amigas que no han aceptado ascensos profesionales porque no quieren sacrificar la familia y los niños, pero los hombres no rehúsan. ¿Es esto machismo? No exactamente. No vivimos en una cultura machista pero tampoco igualitaria. El modelo feminista actual todavía responde a la idea que los hombres quieren frenar a las mujeres. Creo que es una visión que no es buena para las mujeres. Los hombres han evolucionado mucho, no en todo, pero el hecho es que no hay padre en Europa que no desee que sus hijas estudien. ¡Ha cambiado mucho! Yo he querido que mis dos hijas estudiaran. Nunca pensé que debían ponerse límites por ser mujeres.
¿No cree que las mujeres tienden a rechazar los modelos hipercompetitivos de trabajo? Quieren trabajar, pero no hacer la guerra.
Sí, las mujeres son menos competitivas. Por esta razón, crean pequeñas empresas. En las grandes es terrible, es la guerra. En efecto, se trata de un modelo político masculino: los hombres construyen su identidad en base a la competición, incluso la sexual. Las mujeres no. Esto no cambia.
No, pero podría. No está biológicamente determinado, es cultural.
La biología se educa, pero anatómicamente no somos lo mismo. Esto cuenta. Hay que tener en cuenta que hoy en día lo positivo supera en mucho lo negativo. Está totalmente superado el modelo de los años 50. La idea de que las mujeres debían casarse y cuidar del hogar en exclusiva era una tradición mayoritaria, que ahora está obsoleta. Es totalmente impensable. Las chicas deben hacer lo que quieran. No hay problema. ¡La revolución es enorme! Creo que las mujeres deberían reflexionar más sobre los enormes cambios que se han dado, incluso si no todo es positivo. El viejo modelo tenía algo de confortable porque era la tradición, pero hoy en día, las mujeres deben ser mucho más reflexivas y, como los hombres, reinventarse permanentemente. El modelo es el de la mujer que se inventa a sí misma, tal como defiendo en La tercera mujer. La mujer no está predeterminada. Tienes una hija y no sabes cómo vivirá. Antes sí, sabías qué iba a hacer: se quedaba en su pueblo, se casaba y tenía hijos. La vida es ahora más abierta para las mujeres.
“Carnalmente somos seres sexuados. Es imposible que esta dimensión biológica capital deje de contar. Es antropológicamente impensable”
El modelo igualitario ya es un avance, puesto que anteriormente el hombre, el varón, era el ser humano y, en un plano inferior y secundario, estaban las mujeres.
Tenemos todos los mismos derechos, aunque no en todo el mundo. Esta es la tendencia, pero antropológicamente el ser humano es una abstracción. En la carne somos sexuados. Es imposible que esta dimensión biológica capital deje de contar. Es antropológicamente impensable. Todo podrá cambiar, la gente se vestirá como quiera, pero incluso yo, que soy un papá liberal, cuando mi hija empezó a salir de noche yo iba a la disco a recogerla. Tenía miedo. No la quería dejar sola. Me preocupaba por mi hija, pero no por mi hijo.
Ah, bueno, pero intente explicarle a un hombre que no es padre cómo las mujeres vivimos la posibilidad de agresión en el espacio público, cómo medimos cada uno de nuestros pasos.
Los varones no viven esto o, si lo viven, no es por las mismas razones. Además, la relación con la sexualidad no es la misma. No es machismo. Es más complicado. El modelo cultural es clave y la educación es esencial para hacerlo evolucionar. Es necesario crear referentes femeninos. Las mujeres de éxito quieren seguir siendo femeninas, se visten, se maquillan. En la época de Beauvoir las mujeres querían ser como los hombres. Beauvoir se vestía femenina pero no sexy. Ahora quieren ser también ser sexy. Esto me gusta. Es positivo.