Estamos en la calle Abaixadors, a pocos metros de Santa Maria del Mar. En el número 10, se abre un pequeño supermercado de esos que regentan ciudadanos de origen paquistaní. El que entra a comprar alguna bebida se encuentra con la sorpresa de que allí no se vende nada. Todos los productos son de atrezzo. Teníamos que haber sospechado por la presencia de un vigilante de seguridad que custodia el establecimiento. Y es que nada es lo que parece. Ese pequeño supermercado es en realidad el acceso a la coctelería Monk, un bar con una decoración de arcos góticos casi de ensueño con dos ambientes muy acogedores en los que saborear una copa de esas que se consumen despacio en compañía de una buena conversación.
Los propietarios del local optaron por esta especie de broma para recrear el mundo de los speakeasy, los bares de la época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos. Y no se les ocurrió nada mejor que tunear la entrada como supermercado paquistaní. Esta es la primera gran sorpresa con la que uno se encuentra en la Casa Montagut, un palacio del siglo XVIII en su forma actual, con elementos de arquitectura gótica, pero en el que están documentados restos de un edificio que se remonta a la época de los romanos.
La segunda gran actividad del inmueble transcurre en el principal, antigua residencia de la familia propietaria. Allí, se despliega desde hace unas semanas el teatro Flamenc Barcelona, que quiere huir del concepto de tablao para los turistas y pretende convertirse en un local de culto del género. El resto del edificio lo forman apartamentos de alquiler.
Paco Castañer, actual propietario del inmueble, no oculta su satisfacción cuando lo muestra a los visitantes. Se enorgullece, especialmente, de la cuidada restauración, que ha respetado todos los elementos arquitectónicos originales, desde la entrada por el antiguo patio de carruajes, la escalera noble, las molduras y los relieves.
Castañer ha tomado el testigo, casi tres siglos después, de Joan Baptista Montagut, un comerciante de Reus que había hecho fortuna con la venta de bebidas alcohólicas. Montagut, que acabó por dar nombre al palacio, es también quien le dio su forma actual después de hacerse con la propiedad. Los Montagut establecieron su residencia en la planta del actual teatro y destinaron la baja a su actividad de exportación de licores.
Una moneda de la época de Carlos III fue lo primero que se encontró durante la restauración encargada por Castañer. A medida que fueron excavando, encontraron otros vestigios anteriores, hasta que aparecieron piedras romanas, de alguna construcción que se encontraba fuera del recinto amurallado de Barcino.

Según los estudios, el solar en el que se asienta la Casa Montagut es el resultado de la agregación de diversos terrenos en los que se habrían erigido varias casas artesanales. Estas solían agruparse en calles diríamos que temáticas, que incluso acababan por adoptar el nombre de la actividad que acogían. Así, la calle Abaixadors hace referencia a los artesanos que trabajaban las pieles, rebajando e igualando, mediante el corte con unas tijeras grandes, la longitud de los pelos de la lana. Se lo consideraba un oficio auxiliar dentro de la industria textil.
Montagut se hizo con esta propiedad en un momento en que resurgieron las grandes fortunas en Catalunya, después de la derrota en la Guerra de Sucesión y cuando se liberó el comercio con América. Proliferaron entonces los palacios como nuevo modelo de residencia para los ricos. En el caso de Abaixadors, 10, se da la circunstancia de que el palacio tiene un triple uso. La residencia familiar se sitúa en el principal; el negocio, en la planta baja, mientras que los pisos superiores se destinan a viviendas de alquiler, otra vía que proporciona ingresos a la familia propietaria. Montagut escogería Abaixadors para construir su palacio seguramente por la proximidad con el puerto, lo que facilitaría su actividad comercial con los licores. Otros optaron por la Rambla o la calle Ample.

Antes de sus actuales actividades y una vez el negocio de los Montagut cesó, el edificio acogió una lavandería en sus bajos. También fue almacén, escuela de ópera y, más recientemente, espacio cultural para eventos relacionados con el Primavera Sound.
Como en sus inicios en el siglo XVIII, la Casa Montagut tiene hoy una triple actividad que podríamos considerar, con algunas licencias, muy parecida a la original. Mientras que la coctelería de la planta baja mantiene el negocio de los licores, los pisos superiores siguen destinados al alquiler. Solo no se mantiene el uso residencial del principal. Pero, bien pensado, los amantes del flamenco lo pueden llegar a considerar su casa. Lamento el chiste fácil.