Interior del club Soho House
Interior del club Soho House

Más que un club

Como animales gregarios por naturaleza, a los humanos nos gusta reunirnos por afinidades o intereses, electivos o en algunos casos heredados. El concepto de member club, que hasta hace poco parecía obsoleto, recobra vigor y atractivo. En Barcelona, junto a los de más rancio abolengo y tradición, proliferan otros de nuevo cuño.

A los barceloneses siempre se les ha dado bien asociarse por las causas más diversas. Junto a clubes sociales centenarios que reúnen a las elites de la ciudad, florecen nuevos proyectos de clubs económicos, sociales o lúdicos que prometen exclusividad, discreción, privilegios y un entorno afín. El modelo de fondo sigue siendo el club inglés de toda la vida, aunque el correr de los tiempos ha suavizado las formalidades, ha abierto la membresía a mujeres y ha propiciado la emergencia de clubes que tratan de hacer equilibrios para ser exclusivos sin resultar excluyentes.

En las últimas décadas ya hubo algún intento de remozar el concepto de club privado tradicional. Uno de los más conspicuos fue el Círculo Condal, promovido por Juli Capella y Quim Larrea, un experimento erigido al calor de la euforia preolímpica. Pretendía modernizar el concepto de club británico convirtiéndolo en club cultural y recreativo, pero sobrevivió poco tiempo. Hoy acoge la sede de la Fundació Vila Casas en la calle Casp.

Ahora, sin embargo, parece que la cosa va en serio. Este renacimiento del concepto de club privado, hasta hace poco aparentemente caduco, no es un fenómeno local. En Londres triunfan clubs como el 5 Hertford Street, abierto en 2012 y que tiene más de 3.000 aspirantes a ser miembros en lista de espera, gracias a su reputación como el mejor lugar para hacer networking en la capital británica. Tanto este como el Groucho, otro club londinense, preparan su desembarco en Nueva York, en un proceso de expansión que hasta hace poco se antojaría extemporáneo. En Madrid gozan de buena salud lugares como Matador, Alma – es un club femenino, aunque admiten a “algunos hombres buenos” (sic)-, y algunos más castizos, como Argo, Nuevo Club o La Gran Peña. Los exclusivos círculos tradicionales se enfrentan a una nueva competencia cuya consolidación aún está por ver…

Círculo Ecuestre

A través del gran ventanal que se asoma a la avenida Diagonal se contempla el tráfago de la ciudad desde una sala donde reina una calma proverbial. Los propios socios se refieren a sala como ‘la pecera’, en alusión a la habitual presencia de peces gordos en su interior. Desde su inauguración en 1856, el Círculo Ecuestre (Balmes 169 bis) reúne a muchas de las personalidades más influyentes de la vida social y económica barcelonesa, con profusión de apellidos ilustres en su nómina de miembros. El club privado más exclusivo de Barcelona se encuentra en un elegante palacete modernista diseñado por el arquitecto Juan José Hervás Arizmendi en 1910, la casa Pérez Samanillo, adonde se trasladó en 1950. Antes tuvo otras sedes en la calle Sant Pau, en la Rambla de Santa Mònica, en la Plaça de Catalunya y en el Paseo de Gràcia. Esta última fue confiscada y destrozada por los anarquistas de la F.A.I. durante la Guerra Civil. Se define como “un club empresarial privado, selecto y cosmopolita donde ocio y negocio, buena mesa y ejercicio se combinan a la perfección.”

El Círculo Ecuestre tiene acuerdos de correspondencia con más de 180 clubs privados en cuatro continentes a los que se puede acceder mostrando una tarjeta de presentación. Dispone de hasta nueve espacios para la celebración de eventos y reuniones, además de restaurante, gimnasio, una pequeña piscina y un edificio anexo en el que hay 16 habitaciones en las que se pueden alojar miembros del club o sus invitados. El Círculo Ecuestre invita periódicamente a destacadas personalidades, organiza actividades gastronómicas y viajes en grupo para sus socios.

Para ingresar al club debe adquirirse un título con un valor nominal de 4.000 euros y abonar además 5.000 euros en concepto de derechos de ingreso. La cuota mensual es de 93 euros. También las empresas pueden asociarse al Círculo, adquiriendo cuatro títulos y abonando 12.000 euros en concepto de derechos de ingreso. Un total de 28.000 euros que permite dar de alta a entre 2 y 8 socios. En su afán por rejuvenecer la media de edad de sus miembros, el Círculo ofrece condiciones más ventajosas a hijos o descendientes de socios activos. En cuanto al protocolo, hay que vestir traje y corbata dentro de las instalaciones, aunque en ciertos horarios se ha flexibilizado el dress code.

Interior del Círculo Ecuestre
Interior del Círculo Ecuestre

Círculo del Liceo

Se trata del club privado más antiguo de España que mantiene su sede original. Aunque comparte edificio con el Teatre del Liceu, el Círculo del Liceo (La Rambla 65) es completamente independiente del funcionamiento del teatro. Se disputa con el Círculo Ecuestre el título de máxima exclusividad entre los clubes privados de la ciudad, aunque sus actividades están más orientadas a la vida social y cultural que a cuestiones empresariales o económicas.

Cuenta con unos 800 socios, de los cuales aproximadamente un 60% son hombres y un 40% mujeres. Cabe recordar que hasta el cambio de siglo los estatutos del club prohibían la pertenencia de mujeres. La media de edad frisa la cincuentena, y el sistema de cuotas funciona por baremos relacionados con la edad, hay cuotas corporativas y para personas que solo solo piensan permanecer en Barcelona hasta un máximo de 3 años. Es el único club de los consultados que se niega a hacer públicas las cuotas que pagan sus asociados. Por otro lado, para hacerse socio hay que contar con la firma de cuatro socios actuales que avalen la incorporación, además de contar con la posterior aprobación por parte de la Junta de admisiones del club.

Sus miembros disfrutan de una serie de elegantes salones, sala de conferencias, biblioteca, restaurante y servicios diversos, en un edificio emblemático de la ciudad de Barcelona que comparte con el Gran Teatre del Liceu. Mantienen correspondencia con un centenar de clubs repartidos por el mundo, y su patrimonio incluye una valiosa colección de obras de arte modernistas.

Inaugurado en 1847, apenas seis meses después de la inauguración del Gran Teatre del Liceu, todavía hoy es un lugar de referencia para la vida social y cultural de las elites de Barcelona y Cataluña. Organizan conferencias sobre ópera, visitas guiadas a entidades y exposiciones, almuerzos-coloquio con expertos en temas de actualidad, catas de vinos y conciertos de cámara, entre otras actividades.

Cerce del liceu
Terraza del Círculo del Liceo

Hedges Club

El Hedges Club (Balmes 220) acaba de abrir sus puertas oficialmente. Se trata de una franquicia de toda una institución británica, Hedges & Butler, cuya historia se remonta a 1667, cuando Edmund Harris fundó uno de los negocios más antiguos de comercio de vinos y espirituosos, que acabaría convirtiéndose en club privado. Lo más granado de la realeza británica, española, japonesa o portuguesa lo visitaron en su época dorada, en el siglo XIX, y entre sus clientes contemporáneos abundan los famosos, con nombres como Sharon Stone, Mick Jagger, Penélope Cruz, Arnold Schwarzenegger o Scarlett Johansson, por citar solo a unos pocos.

Su promotor, Youcef Aden, que dirigió la matriz londinense, de la que era socio mayoritario, ha decidido abrir el club en Barcelona, y alberga planes para hacerlo también en Madrid y otras capitales europeas. Ha escogido un espacio situado en Balmes, 220. Un club que antes de abrir sus puertas ya cuenta con unos 250 socios y que tiene como objetivo llegar a los 400, en su mayoría procedentes del mundo empresarial, directivo y creativo. El local dispone de tres salas: Regent (negocios), Burlington (relax) y el Carnaby Bar, además del Hedges Tea Club, espacio gastronómico que también está abierto al común de los mortales. En el interior, se puede tomar cualquier bebida premium y desayunar desde huevos Benedict a crepes, así como comer o cenar un repertorio de platos que priman el producto y la presentación (cremas, ensaladas, caviar o carne Wagyu).

El uso de teléfonos móviles y cualquier dispositivo electrónico está prohibido en la sala Burlington, de acuerdo con las normas de la mayoría de clubes británicos que se precien. Si se supera el proceso de selección (buscan personas influyentes, aunque aseguran vetar la membresía a políticos), la cuota mensual es de 75 euros e incluye una botella de champagne al mes. Los horarios son amplios, desde las ocho de la mañana hasta las 3 de la madrugada, y entre los servicios complementarios que ofrece están conserjería, asesoría contable, tributaria y legal, además de la posibilidad de alquilar coches como Rolls Royce o Bentley para ocasiones especiales.

Interior del Hedges Club
Interior del Hedges Club

The Wild Bunch

También recientemente ha comenzado a operar The Wild Bunch (Espinoi, 8-10), un business lounge creado por el empresario y consultor deportivo Uri Bueno. Inspirado claramente en el estilo británico, con un nombre informal que rinde homenaje al western de Sam Peckinpah, se trata de un espacio acogedor decorado según los cánones del estilo inglés, con los sofás chester de rigor, mesa de billar, biblioteca, barra de puros, terraza para fumadores y hasta servicio de mayordomo. 

La selección de miembros corre a cargo personalmente de Uri Bueno, que tiene su despacho profesional instalado en el mismo espacio. Actualmente hay poco más de una cincuentena de miembros, y el numerus clausus se sitúa en la centena. Un lugar que pretende crear un pequeño ecosistema que propicie el networking y que reúna a miembros que puedan además compartir actividades lúdicas, desde charlas con ponentes de reconocido prestigio hasta la celebración de la liga de domino de socios, pasando por pases de películas en la sala de cine, degustaciones gastronómicas o actividades fuera del club.

La cuota mensual es de 100 euros para particulares y de 300 para empresas. También disponen de despachos privados de uso exclusivo con precios a partir de 480 euros mensuales.  

Soho House

Hace menos de dos años que abrió sus puertas este hotel y club privado para profesionales creativos que pertenece a la cadena homónima internacional. El primer Soho House nació en Londres en 1995 de la mano de Nick Jones, y la fórmula se ha ido expandiendo hasta disponer de 18 sedes en las capitales más atractivas de Europa y Norteamérica: Berlín, Chicago, Nueva York, Los Ángeles, Ámsterdam…

El club barcelonés (Plaça del Duc de Medinaceli, 4), cuya apertura requirió una inversión de 60 millones de euros, combina hotel de lujo y club social, y está ubicada en pleno barrio gótico, con vistas al puerto y con unos equipamientos que incluyen cine, gimnasio, spa, club social y restaurantes (el de la planta baja, Cicconi’s, abierto al público en general). Para ser socio la propiedad exige una condición: tener una profesión o un espíritu creativo. Hay diversas modalidades de membresía dependiendo de la edad y de si se quieren usar los servicios de uno o de todos los clubs de la cadena, de manera que las cuotas oscilan entre los 750 y los 1.800 euros anuales.

El primer Soho House nació en Londres: un concepto de club privado que no descuidaba el más mínimo detalle. Desde entonces, el grupo Soho House ha ido expandiéndose con gran éxito. Berlín, Miami, Nueva York, Londres o Chicago son algunas de las ubicaciones de estos clubes privados que albergan dentro de un mismo edificio todo tipo de equipamientos para facilitar el ocio y el negocio de sus miembros.

Como en todos los Soho House del mundo, no se puede hablar por teléfono ni tomar fotos en las zonas privadas, y el dress code prohíbe la corbata en los hombres y el traje de chaqueta en mujeres. Todo muy informal pero con mucho estilo.

El diseño, para el que han contado con la colaboración de Lázaro Rosa-Violán, es una de sus características principales. Para acceder a los spas Soho no hace falta ser socio del club. El de Barcelona está inspirado en una farmacia tradicional española. Este relajante lugar cuenta con salas de tratamientos insonorizadas, cómodos sillones de manicura y pedicura y piscina climatizada…

En su gimnasio (solo para socios), destaca la sala de entrenamiento, de boxeo, las clases de house ride (última modalidad de spinning), la zona para practicar yoga, una sala de vapor y un bar de zumos.

OneOcean Club

OneOcean Club nació con la intención de reunir en sus espacios al distinguido público que ocupa los superyates que se alojan en la renovada marina del Port Vell, así como a la élite social de la ciudad. En realidad, la privacidad del espacio es obligada por el hecho de que se encuentra en una zona que, desde su remodelación, tiene el acceso restringido, pero ser socio de este espacio es tan sencillo como registrarse en su página web de forma gratuita. No hay que pagar cuotas pero se debe contar, eso sí, con la recomendación de algún socio.

Está dividido en dos espacios principales: el ocupado por el restaurante, bajo la dirección del chef Francisco Díaz, y el OneOcean Bar, una coctelería que fue galardonada como Mejor Bar del Mundo por los premios “Restaurant & Bar Design Awards”, y que ofrece un idílico espacio para tomar una copa arrullado por los reflejos del mar y el juego de luces y sombras que provoca su arquitectura.

No son clubs, pero casi

También funcionan en Barcelona espacios que, sin funcionar propiamente como clubs privados, juegan con la apariencia de cierto hemetismo y exclusividad para atraer a sus clientes. Su referente son los speakeasies, producto de la Ley Seca estadounidense (1920-1933), cuya aplicación tuvo otros efectos tan funestos como el florecimiento del contrabando y sus mafias asociadas. Ante aquella prohibición surgieron establecimientos a los que se accedía mediante contraseñas y estaban ocultos en almacenes o camuflados bajo la apariencia de otros negocios. En Nueva York se calcula que llegó a haber 10.000 de ellos durante la Prohibición. Algunos eran verdaderamente lujosos, con actuaciones musicales en vivo y servicio de campanillas, y otros verdaderos tugurios. La entrada de su clientela a éstos funcionaba como un club privado. Algunos de los originales aún sobreviven en Nueva York, como homenaje a una época, y el modelo se ha copiado por todo el mundo a pesar de la ausencia de prohibición. Así, la coctelería Paradiso (Rera Palau 4) se encuentra oculta tras la nevera de un bar de bocadillos de pastrami en pleno Born barcelonés. Los bocadillos, ojo, no son una simple tapadera, sino que vale la pena probarlos, tanto en la exigua barra de la entrada como en el interior, donde también se pueden pedir a la carta. Al cruzar la puerta de la nevera nos encontramos con una lujosa coctelería que destaca por la creatividad en la presentación de sus recetas. No es un lugar propiamente secreto, como atestiguan las frecuentes colas a la entrada, pero lo que muchos de sus habituales desconocen es que también dispone de una cámara secreta suntuosamente decorada a la que se accede abriendo una pared en el lavabo de sus almacenes. Solo es accesible a quienes la alquilen para eventos privados.

Interior de la cocteleria Paradiso
Interior de la coctelería Paradiso

En el almacén de la clásica coctelería Dry Martini (Aribau 162) de Javier de las Muelas se encuentra el restaurante Speakeasy, un espacio gastronómico a semejanza de los locales clandestinos del Chicago y Nueva York de los años veinte. El almacén mantiene esa atmósfera que juega con el anonimato y el lujo de lo oculto. Un lugar reservado, íntimo y agradable, con una excelente oferta gastronómica.

Más canalla, Nevermore (Cera 17) es un restaurante oculto en el corazón del Raval y regentado por el inefable Alfonso de la Mota desde hace ya más de cuatro años, un cocinero que proviene del mundo del arte y que luego se formó en el Bulli. Un lugar en el que cada martes se organizan talleres de cocina, y al que solo se puede ir a cenar mediante reserva previa. Carece de carta, dado que Alfonso hace menús a medida de las necesidades y presupuesto de sus comensales. Él mismo va a comprar a la cercana Boqueria los ingredientes, que elabora en una cocina abierta, a la vista de los comensales. Un espacio amplio, decorado con exquisitez canalla a base de objetos reciclados, y que, siempre que Alfonso esté de buen humor, permite alargar la sobremesa hasta la madrugada en un ambiente que evoca el underground berlinés.

Fumar en un limbo legal

En las antípodas de distinguidas instituciones como las que abren este artículo han florecido también otro tipo de clubs privados en la ciudad durante los últimos años. Se trata de las asociaciones de consumidores de marihuana, que viven en un cierto limbo legal, pero de las que han abierto cerca de dos centenares en la ciudad. Poco llamativas y sin señalizaciones llamativas en su exterior por imperativo legal, para asociarse suelen exigir la recomendación de al menos un miembro, y la firma de unos estatutos que salvaguardan la responsabilidad legal de los promotores antes potenciales problemas legales. Aunque muchos son locales precarios, otros son amplios, modernos y lujosamente decorados, e incluyen acicates como actuaciones musicales en vivo, proyecciones cinematográficas, servicio de bar, mesas de billar o futbolín y salas de videojuegos.

También los hay clásicos, es decir, para fumadores de tabaco sin más. El mejor es el Club de Fumadores El Palace, , ubicado en la antigua carbonera del hotel del mismo nombre, y anexo al Blueman Cocktail Bar. En esta suntuosa sala se comparte la pasión por los puros en un ambiente íntimo, elegante y exclusivo para socios amantes de los habanos. Junto al club está la cava de puros, donde los socios tienen a su disposición una selección de las mejores marcas y referencias de tabaco, y taquillas personales para que aquellos socios que lo deseen puedan guardar sus puros en óptimas condiciones. Un club al que tal vez se apuntaría Groucho Marx, amante de los puros y que también fue miembro del Friar’s Club de Beverly Hills, un club privado para actores en los años dorados de Hollywood. Decidió darse de baja, y para ello envió un telegrama que rezaba: “Por favor, acepten mi baja. No quiero pertenecer a un club que acepta como socios a gente como yo”. Fue su particular interpretación de la Paradoja de Russell, pero eso ya es otra historia.