The New Barcelona Post conversa este mes con Daria Shornikova, una de las jóvenes que participan en el programa de liderazgo y ciudad que imparte Barcelona Global, Barcelona 2040. Shornikova, especialista en storytelling y comunicación y previamente Brand & Communication Director en ISPD, ayuda a las empresas a conectar con su público a través del relato de sus marcas.
Su trayectoria en gestión cultural, innovación y comunicación también la ha llevado a ser TEDx speaker. El objetivo de esta serie de entrevistas es que esta nueva generación de líderes compartan su visión sobre la Barcelona del futuro a la que aspiran, así como sus propuestas de impacto para la mejora de la ciudad.
— ¿Qué esperas de la Barcelona del año 2040?
— La palabra clave es magnitud. Me gustaría ver una Barcelona que ha saltado al futuro, que ha vivido nuevos grandes hitos comparables en escala con los Juegos del 92. Una capital tecnológica y cultural, ambiciosa y a la vez vivible. Una ciudad que ha sabido preservar su patrimonio tradicional, ha aprovechado su potencial de capital mundial y a la vez ha abrazado la diversidad de sus vecinos, capitalizando las tres cosas para una dinámica social y empresarial muy rica.
— ¿Con qué ciudad compararías Barcelona?
— Barcelona es una ciudad que compite con las ciudades líderes del mundo y a la vez tiene el encanto del localismo. Es un puerto, con lo cual se podría comprar con muchas así: mestizaje cultural, puertas de entrada, puntos de (inter)cambio, un caldo de cultivo constante. A día de hoy se me ocurre compararla con tres otras ciudades portuarias. Con Amberes, por su herencia medieval, su escena de arte y moda. Te ofrece este placer de rastrear por las pequeñas calles, encontrar galerías, tiendas y tabernas que esconden tesoros. Con San Francisco, por ser el imán para el talento tecnológico y para los soñadores en general. Además, desde hace tiempo es un foco muy importante de activismo y movimientos DEI (Diversity, Equity, and Inclusion). Y con mi San Petersburgo natal, por el romanticismo y nostalgia que respira, por ser el contrapunto a la capital estatal, y por ser una ciudad más de bares de hablar que de bailar.
— ¿A qué modelo de ciudad crees que debería parecerse Barcelona?
— Creo que las capitales escandinavas han conseguido un equilibrio entre la tradición, la innovación, la estética y la convivencia. Todas se adaptan a los cambios muy rápido, integrando la actualización de sus servicios de manera seamless, respetando el entorno y las necesidades de sus habitantes. Un buen ejemplo podría ser Oodi, la Biblioteca Central de Helsinki, o el Registro de la IA de la ciudad. Iniciativas como estas crean espacios para cultivar una sociedad consciente, colaborativa y corresponsable. Todo esto hace que las personas tomen un rol activo en ayudar a que sus ciudades y comunidades prosperen. Evidentemente, hay una gran diferencia debida al clima y cultura, pero son dinámicas que ayudarían a Barcelona a dar un salto cualitativo.
— ¿Cuál es el reto principal que debe resolver Barcelona en los próximos años?
— Obviando los “sospechosos habituales”, la integración del talento internacional y de la inmigración en general me parece una de las claves para conseguir esta visión de la Barcelona del 2040. Que los barceloneses por elección asuman responsabilidad sobre su participación y su rastro en la ciudad, que colaboren a su prosperidad, y los autóctonos que abran puertas, y que hagan de guías. La división entre los de aquí y de allí sigue existiendo en casi todos los niveles, lo cual hace que los recién llegados muchas veces no acaben de sentir la ciudad suya, que persista el riesgo de caer en la provincialidad y consolidar los ghettos. La evolución de este mindset todavía no la hemos conseguido. Además, Barcelona necesita elevar la calidad del turismo que viene. Aquí pondría Viena como referencia.
— ¿Qué turismo necesita Barcelona?
— Necesitamos un turismo que valore la oferta cultural única, la ubicación privilegiada, el legado deportivo… Un turismo que invierta en disfrutarlos, que sea consciente del gran valor que está presenciando y lo que cuesta mantenerlo. Por último, integrar la industria en la ciudad de manera limpia y sostenible. Éste es un reto muy complejo, pero que a la larga sumaría a la vez al crecimiento económico de la ciudad en los sectores nuevos y a la estabilidad para la población local.
“La integración del talento internacional y de la inmigración en general me parece una de las claves para conseguir esta visión de la Barcelona del 2040”
— ¿Cuál crees que debe ser el papel de las nuevas generaciones y su implicación en el desarrollo de la ciudad?
— Mi generación y sobre todo las que nos siguen tenemos que continuar formándonos para traer las mejores ideas y las mejores prácticas, colaborar en los proyectos de la ciudad, liderar proyectos nuevos que tiendan puentes hacia el futuro. Tenemos que ser un ejemplo de barceloneses y barcelonesas, sea por nacimiento o por elección, y ayudar a educar a los recién llegados. Elevar el listón de lo que queremos ver en Barcelona, cada uno en su ámbito, y ponerlos en práctica. Lo que haría una colla castellera: un castell tan alto como podamos, con el esfuerzo de todos desde su posición. Puede sonar contradictorio, pero lo resumiría en humildad, ambición, y acción.
— ¿Por qué sectores empresariales crees que debe apostar Barcelona?
— Por las industrias tecnológicas y científicas, mitigando los riesgos ambientales. Por la economía azul, que justo acaba de recibir un empujón gracias a la Copa del América: investigación, economía, nuevos modelos de negocio. Todo esto puede dar a Barcelona una oportunidad única de crecer y diferenciarse. También creo importante empezar a apostar por la cultura como industria y como un sector empresarial de gran potencial para la ciudad. Me parece un muy buen ejemplo el proyecto de convertir las Tres Xemeneies en un hub audiovisual competitivo a nivel mundial. La colaboración público-privada en el ámbito cultural podría ser uno de los caminos para alcanzar este nuevo hito significativo para la Barcelona del 2040.