La ciudad como ecosistema

Se le atribuye a José Martí Pérez, político y diplomático cubano y fundador del Partido Revolucionario, que en la vida cada persona tendría que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.

Como hijos tenemos pocos y escribir un libro requiere mucha dedicación, plantar un árbol coge relevancia ante la situación de calentamiento global y cambio climático que estamos viviendo. La concentración de personas, actividades económicas, urbanización, comercio e industria no es neutro respecto al entorno, respecto al planeta ni respecto a nosotros mismos.

Una medida interesante es la del árbol por habitante. Se trata de un indicador para saber si nuestras ciudades están dotadas de suficiente infraestructura verde que compense la infraestructura gris. ¡No es una medida menor! Los árboles nos permiten enfriar la temperatura de las ciudades, absorben CO₂, nos conectan con la naturaleza e incluso tienen efectos terapéuticos.

Para empezar, cuantos más árboles tiene una ciudad, más preparada está para reequilibrar la descompensación climática en la que vivimos. Pero esto no es tan simple: revertir la infraestructura gris de una ciudad com infraestructura verde requiere de gran inversión y obliga a destinar grandes partidas en mantenimiento urbano, espacio público, jardinería y agua.

La ciudad de Barcelona quiere aumentar un metro cuadrado de verde por habitante de aquí al 2030, ¡y hará bien! Este cifra equivale a 160 nuevas hectáreas de espacio verde urbano, que ayudarán a regular el microclima, a reducir las emisiones de CO₂, a disminuir la contaminación y a reequilibrar la biodiversidad. Además, con un correcto diseño de estas nuevas áreas verdes que incorpore las especies adecuadas más resistentes al estrés hídrico y a la climatología siguiendo criterios de biodiversidad, no requerirá de uno de exceso de gasto de agua, siempre escasa.

Nuestra especie debe poder vivir en la ciudad en equilibrio con el medio, sin renunciar a las ventajas del siglo XXI

A todos estos beneficios hay que sumar la mejora de nuestra salud física y emocional. Estaremos expuestos en menos polución y dispondremos de más espacios libres para desarrollar actividad deportiva, de ocio o de relajación y, por otro lado, ya son muchos los estudios que demuestran la influencia de la naturaleza en el equilibrio emocional de las personas.

Stefano Mancuso, en su libro Fitópolis, habla de la ciudad viva y de cómo devolver la naturaleza a nuestro hábitat. Propone unas ciudades renovadas donde la relación entre plantas y animales no se rompa. Pero lo que más nos interesa es que nuestra especie pueda vivir en la ciudad en equilibrio con el medio, sin renunciar a las ventajas del siglo XXI.